¿Existe un común denominador entre Justino de Jacobis, Francisco Regis Clet, Juan Gabriel Perboyre, José Luis François, Juan Enrique Gruyer, Pedro Renato Rogue, Marco Antonio Durando y Fortunato Velasco Tobar?
Además de tratarse de santos y beatos de la Congregación de la Misión, podemos afirmar desde la teología vocacional que tanto los que forman parte del número de nuestros mártires como los que son recordados por sus virtudes heroicas, dieron en común una respuesta afirmativa al eternamente llamante haciendo de su proyecto personal de vida una total identificación con la voluntad de Dios y las necesidades del mundo de acuerdo con el contexto en que cada uno de ellos vivió.
De esta manera, encontramos en la tradición de la Congregación de la Misión, insignes testimonios de respuestas a Dios. En ninguno de ellos se trata de una búsqueda abstracta de la santidad personal o de un deseo entusiasta que genera una cadena de egoísmos disfrazados de actos generosos. La auténtica RESPUESTA vicentina nace donde la libertad del Creador que llama sale al encuentro con la libertad de la creatura, y el primero responde con un Sí consagratorio. Se responde a un llamado de otro, y del Otro Transcendente que se identifica con el rostro otro sufriente. De esta manera, el verdadero misionero vicentino, aun cuando su historia vocacional esté cargada de capítulos emotivos y quizá de un auténtico deseo desde la infancia de consagrar su vida, es en realidad la de un cristiano que ha respondido al binomio vocacional Dios-pobres, o en categorías de teología vocacional: Discipulado- Misión.
En palabras de Juan Pablo II: La historia de toda vocación sacerdotal, como también de toda vocación cristiana, es la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a Dios en el amor (PDV 36).
Nuestra vocación como consagrados, y más propiamente como vicentinos se entreteje entre cuatro binomios que dan sentido e identidad a nuestra respuesta misionera:
Dios | Pobres |
Llamado | Respuesta |
Libertad del Creador | Libertad de la creatura |
Discipulado | Misión. |
Sin embargo, existe hoy un panorama generalizado que al menos en la mayor parte de las provincias de occidente (lo mismo que muchas diócesis e Institutos de Vida Consagrada) hace sentir un descenso significativo en el número de ingresos a las casas de formación y un preocupante índice de inestabilidad en aquellos que han dado el paso hacia la consagración. Ante esta circunstancia es latente el peligro de caer en la desesperación de querer llenar nuestros seminarios sin acompañar y discernir correctamente las vocaciones, o bien asumir una cierta decepción que sataniza las nuevas generaciones como si el Verbo no se hubiera encarnado, o incluso invertir el mínimo esfuerzo en la pastoral de las vocaciones porque muy en el fondo nos hemos creído condenados a desaparecer (¡Comamos y bebamos que mañana moriremos!) como si la Divina Providencia se hubiera tomado unas vacaciones. En una palabra, tenemos el peligro de creer que hoy son muy pocos los que quieren responder al llamado, o peor aún, pensar que son pocos los que son llamados en un mundo tan anti-vocacional.
Nuestro contexto fundacional no fue necesariamente un momento favorable a la respuesta vocacional, al menos no desde las motivaciones más auténticas que debe de caracterizar la respuesta del llamado, recordemos la lucha por la reforma al clero que San Vicente emprendió y la misma conversión personal de nuestro santo. Pero es allí, en ese anochecer, cuando la pesca es difícil y parece difícil percibir la voz de Dios, donde justamente se origina el amanecer y se vive la pesca abundante que rompe hace pequeñas nuestras redes (Cf Lc 5, 1-11); allí es donde tiene origen a nuestra vocación vicentina.
Vicente de Paúl se dejó Encontrar por el llamante a lo largo de sus años de conversión y sobre todo en 1617 con los famosos capítulos de Folleville y Chatillón, logró convertir sus proyectos personales de buscar un honesto retiro a la entrega total por la evangelización de los pobres, y además identificó la necesidad de generar itinerarios que ayudaran a otros a invertir su vida esa misión por la que vale la pena entregarse.
Por eso en esas tres palabras creo encontrar una luz de la respuesta vocacional en la vida de San Vicente: Encuentro, Conversión e Itinerarios.
Es en el Encuentro con el otro (pobre) y con el Otro (Dios) donde se escucha la voz de la llamada que sensibiliza el corazón de los jóvenes (también hoy en tiempos de modernidad líquida), es invirtiendo tiempo y esfuerzo en acompañar a los jóvenes para vivir un auténtico proceso de conversión de sus ideales, sus motivaciones y su búsqueda, donde se encuentra el canal para despertar el diálogo vocacional (Libertad del Creador- Libertad de la creatura) y a través de itinerarios teológicamente pensados, capaces de sensibilizar a la comunidad y gestores de una pedagogía adaptada a nuestro contexto, como logramos proponer el seguimiento a Jesucristo (discipulado) Evangelizador de los pobres como una opción de vida por la que vale la pena entregarse (misión).
Tomemos ahora todos juntos esta resolución, pero tomémosla con el espíritu de nuestro Señor, con una perfecta confianza de que él nos ayudará en nuestras necesidades. ¿No lo queréis así, queridos hermanos seminaristas? ¿No lo queréis así, queridos hermanos estudiantes? No se lo pregunto a los sacerdotes, porque seguramente estarán ya dispuestos a ello. Sí, Dios mío, todos queremos responder a los designios que tienes sobre nosotros. Es lo que nos proponemos todos en general, y cada uno en particular, mediante tu santa gracia (XI, 290).
P. Rolando Gutiérrez, CM
Vice-Province of Costa Rica