Nuestra atención se dirige a este misionero, nacido en Fermo – Marche, Italia, ingresó a la Congregación de la Misión en Roma en 1698, a la comunidad que entonces estaba cerca a Los Santos  Juan y Pablo, de donde partirá, en 1702, para la misión de China bajo el mandato de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe. Con respecto a su vida y su historia, acaba de publicarse un gran volumen que recoge numerosas cartas de este misionero vicenciano que pasará la mayor parte de su vida en China.

Los editores de la obra son Fabio G. Galeffi y Gabriele Tarsetti, dos estudiosos apasionados de la materia, procedentes de su mismo pueblo natal de Fermo, quienes pasaron muchos años en la investigación histórica y archivística para ofrecernos este texto, que recoge en particular las cartas que el padre Teodorico Pedrini, CM, escribió a su familia, a otros compañeros misioneros en China, a los Superiores de Congregación para la Propagación de la Fe y  de la Congregación de la Misión.

Los textos publicados se encuentran en dos colecciones de archivo en Roma: en Colegio Leoniano y en la Curia General de la orden de los Frailes Menores.

El título del libro – Me envían a China, a China voy – retoma una expresión de P. Pedrini con la cual deseaba subrayar y reafirmar su deseo de lograr hasta el final el proposito de cumplir la misión recibida de Propaganda Fide, que logrará llevar hasta el final, sin ceder a las solicitudes de abandonarla y el deseo de regresar a Europa.

El mérito de los editores del libro es también, el de acompañar el texto con un rico conjunto de notas que ilustran los diversos aspectos de la historia del Misionero y de los eventos que tuvieron lugar en esos años. Para aquellos interesados ​​en estos temas, el libro se ofrece un texto fascinante, que capta la mente y el corazón, incluso si el italiano no es el de nuestro tiempo.

Surge siempre la personalidad de nuestro Misionero, su valentía al afrontar una aventura con muchos riesgos,fortalecido siempre por la fuerza del Espíritu Santo. Partiendo desde Roma en 1702, se necesitaron ocho años para llegar a China, pasando por Francia – París, para llegar después a Perú y México, hasta llegar a Filipinas, donde, después de tres intentos, logra llegar a China y finalmente a Pekín que será la base operativa en todos los años de su misión.

Debido a su conocimiento musical y su habilidad para construir y reparar instrumentos musicales, pronto agradará al Emperador; será maestro de música de algunos hijos del emperador que se convertirán en herederos del trono. Todo esto no le impedirá ejercer el ministerio sacerdotal dentro de los límites de sus posibilidades y de las múltiples limitaciones. Tendrá mucho que ver con la cuestión de los ritos chinos, especialmente si, y en qué medida pueden ser practicados también por los cristianos. El P. Pedrini siempre estará del lado del Papa; para ello tendrá que luchar con la posición de los misioneros jesuitas que, siguiendo al P. Matteo Ricci, eran favorables a integrarlos en las prácticas cristianas.

Tendrá que sufrir mucho, experimentará la prisión pública y el arresto domiciliario en la misma casa de los jesuitas, será controlado en sus movimientos y en sus relaciones interpersonales especialmente con las autoridades religiosas en Roma para evitar que comunique libremente sus posiciones, pero siempre mostrará todo su coraje y perseverancia en la defensa de su elección de fidelidad a la posición de la Iglesia de Roma y del Papa

La última parte de su vida será objeto también de calumnia, como si hubiera renegado de su elección de fidelidad al Papa: en una carta a su amigo P. Matteo Ripa, que también era misionero en China, le escribirá defendiéndose de esta acusación y se reafirmará con fuerza la verdad de su elección, diciendo con determinación y valor de ‘no haber cambiado de rumbo‘.

Él podrá construir una iglesia en Pekin, que será la primera de la Propagación de la Fe  y que aún está presente en la capital china.

La historia de esta iglesia es interesante: construida por el P. Pedrini en 1723, fue destruida por un terrible terremoto en 1730, cuando él también resultó herido; es nuevamente reconstruida y nuevamente destruida en 1811, también reconstruida en 1867 y destruida en 1911 durante la revolución de los Boxers y reconstruido por tercera vez por una Hija de la Caridad, Sor Rosalie Branssier, en 1912 y finalmente re consagrada en 2009 con el nombre de ‘Nuestra Señora del Monte Carmelo’, con una inscripción y un vitral dedicado a Pedrini (noticias del apéndice del libro en las páginas 549-51).

El misionero morirá en 1746 en su casa en Xitang en Pekin y el emperador ofrecerá una suma de dinero para celebrarle su funeral, lo que da testimonio de la relación de estima y respeto que nunca llegó a ser menor.

La misión del P. Pedrini en China fue sobre todo un testimonio del Evangelio, de disponibilidad para acoger y ayudar a los cristianos que se dirigían a él, de un compromiso para ayudar a crear un clima favorable al Evangelio, teniendo el apoyo del Emperador.

De las cartas surge un P. Pedrini muy interesante de muchos rostros: está profundamente inculturado en la realidad de la misión, dividido entre el servicio al emperador y los problemas de los cristianos que se acercan a él y acompaña en el camino de la fe; siente a veces la nostalgia de la patria lejana, pero sabe que su misión es permanecer en China, como también lo demuestra el título de la colección

Él manifiesta el sufrimiento de tener que vivir lejos de su Comunidad religiosa, pero acepta hacer la voluntad de Dios, un elemento que contribuye a calificar su espiritualidad y emerge en diferentes circunstancias de su peregrinación, incluso antes de llegar a China. Como ya se dijo, rechaza cualquier tentación de regresar a su patria, porque se siente ligado a la vocación misionera y al mandato recibido de la Congregación para la Propagación de la Fe.

En China se presenta como misionero apostólico porque la Congregación para la Propagación de la Fe lo envía a China, pero no se olvida de ser también misionero vicenciano y le gusta firmar como tal, indigno sacerdote de la Congregación de la Misión, como en tiempos de San Vicente los misioneros vicencianos solían expresarse y firmar.

En sus últimas cartas, casi como una confesión, el P. Pedrini subraya el vacío que se siente a su alrededor, con la pérdida de muchos compañeros misioneros de aventura sobreviniendo la enfermedad y la vejez con todas sus consecuencias. En sus escritos surge una vasta cultura clásica, bíblica y teológica, con un estilo agradable y preciso, enriquecido por muchas notas humorísticas y de sana ironía.

Sus cartas son así una mina llena de noticias para conocer la realidad de la misión en China en la primera mitad de 1700, incluso si las informaciones, especialmente de carácter religioso, deben confrontarse y enriquecerse con aquellas provenientes de otras fuentes.

Tuvo mucho que combatir con los Misioneros Jesuitas a propósito de la diversidad de posición sobre la cuestión de los ritos chinos. De igual manera, la soledad también se ve acentuada por las dificultades para recibir noticias de Europa por el tiempo que tardaba la correspondencia en ir y volver.

Al igual que el P. Pedrini, otros dos misioneros vicencianos también se encontraban en China durante el mismo período. Se trata del P. Luigi – o Ludovico – Appiani (1663-1732) que pasó casi todo su tiempo bajo arresto domiciliario en Cantón, fue liberado en 1726 y finalmente fue expulsado a Macao, donde murió en 1732. Quien será tambien un punto de referencia para las comunicaciones de los Misioneros entre China y Europa. El otro Misionero es Mons. Johannes Müllener quien entró en China junto con el P. Appiani en 1699. A través de varias peripecias, con expulsiones y regresos a China, intentó llevar a cabo su misión; consagrado obispo, con una ceremonia poco canónica, pero más tarde aceptada por el Papa. Murió en el 1742.

Aquellos de origen chino que permanecerán en China deberán vivir escondidos. Su presencia preparará un nuevo regreso a China que está teniendo lugar en nuevas formas en las últimas décadas, teniendo como punto de partida la isla de Taiwán.

Por quien esta interesado ​​en estas temáticas misioneras, siempre actuales, el volumen ofrece una lectura estimulante y placentera. Teodorico Pedrini. Me envían a China, a China voy. Cartas de la Misión 1702-1744, editado por Fabio G. Galeffi y Gabriele Tarsetti, prefacio de Francesco D’Arelli, Orienti, Quodlibet, Macerata 2018.

P. Mario Di Carlo, CM – Provincia de Italia