Signo: Una casa de cartón, un mercado y unas herramientas de trabajo.
Canción: Vuestro Claustro es la obediencia
Iluminación Bíblica: Lucas 6, 20-26
Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas. Palabra del Señor.
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
He aquí, padres, una larga explicación de esta máxima; pero no es eso todo; hay que saber que, por estas palabras: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia»… no basta con obrar de modo que Dios reine en nosotros, buscando así su reino y su justicia, sino que además es preciso que deseemos y procuremos que el reino de Dios se extienda por doquier, que Dios reine en todas las almas, que no haya más que una verdadera religión en la tierra y que el mundo viva de una manera distinta de como vive, por la fuerza de la virtud de Dios y por los medios establecidos en su Iglesia; finalmente, que su justicia sea buscada e imitada por todos con una vida santa, y así sea él perfectamente glorificado en el tiempo y en la eternidad. (XI A, pág. 434)
Reflexión:
La Sagrada Escritura nos recuerda que Dios escucha con gran misericordia el grito de los pobres (Sal 9,13). La Iglesia de Dios, habitada y movida por su Espíritu, debe avivar su amor misericordioso hacia los pobres, escuchando su llamada y prestando su voz a los que no tienen voz.
Entendiendo entonces que la misión de la Iglesia es, desde luego, la salvación de las almas; pero la salvación de las almas exige que los hombres vivan cristianamente, que tengan la capacidad de despojarse, de desacomodarse y responder de manera afectiva y efectiva a las necesidades de los más débiles.
Recordemos que la misma Palabra de Dios denuncia sin ambigüedades las injusticias y promueve la solidaridad y la igualdad. Por eso, como Iglesia de Cristo, debemos interpretar los signos de los tiempos que se presentan en la historia, de esta manera comprometernos con los que sufren y decididamente salir al encuentro de Jesús presente en la persona de los pobres.
Con nuestras acciones obremos según la invitación del Papa Francisco en su gusto por preferir una Iglesia pobre y para los pobres pues cuando la Iglesia se acerca a los marginados y oprimidos, lucha y trabaja por su liberación.
Preguntas:
- En mi diario vivir ¿prefiero a los más débiles?
- ¿Soy capaz de desacomodarme y despojarme de mis bienes para socorrer a mi hermano que necesita?
- ¿Soy misericordioso con el prójimo?
ORACIÓN FINAL
AL CORAZÓN DE SAN VICENTE DE PAÚL
Oh Corazón de San Vicente que sacaste del Sagrado Corazón de Jesús, la caridad que tú derramaste sobre todas las miserias morales y físicas de su tiempo, alcánzanos de jamás dejar pasar a nuestro lado miseria alguna sin socorrerla.
Haz que nuestra caridad sea respetuosa, delicada, comprensiva, efectiva como fue la tuya. Pon en nuestros corazones una fe viva que nos haga descubrir a Cristo sufriente en nuestros hermanos desventurados.
Llénanos del celo ardiente, luminoso, generoso que jamás encuentre dificultad alguna en servirlos. Te lo pedimos, oh Corazón de Jesús por la intercesión de aquel, cuyo corazón no latía ni actuaba más que por impulso del tuyo. Amen