Hemos vivido otro gran evento que ha involucrado a la Familia Vicenciana en este extraordinario año de gracia de 2017. Y estos eventos están unidos entre ellos, porque el aniversario del carisma vicenciano encuentra una fuerte actualización en el mismo testimonio de “fe y caridad” de los mártires proclamados beatos en Madrid el 11 de noviembre de 2017. Una primerareflexión se refiere a algunos elementos presentes en todo evento de celebración de beatificación, que se refieren a nuestra historia vicenciana. Los 60 mártires pertenecen a casi todas las ramas de nuestra Familia: misioneros, Hijas de la Caridad, jóvenes vicencianos, miembros de la Asociación de la Medalla Milagrosa.María y Vicente, caridad inventiva y devoción mariana, se leen de modo vivo en el testimonio de todos estos mártires, como aparece también en el mismo logo que se ha elegido para el evento. Nos dice que la caridad, que se expone hasta la donación total de uno mismo, encuentra en María un punto firme de orientación y de fuerza para la actualización concreta. Como María, cada vicenciano se hace próximo al hermano, se pone en camino hacia quien sufre necesidad, no se ahorra y está preparado para dar todo, incluso a donarse conalegría. Y la alegría es otra característica que emerge del testimonio de todos nuestros mártires, de acuerdo a la palabra del Evangelio: “Dios ama a quien se dona con alegría”. En el martirio, vivido por estos beatosen nombre de Cristo, está el sí de Dios a la ofrenda generosa de estos hijos amados por Dios y plenos de su amor.
Una segunda reflexión nos lleva a considerar el evento no solo en los años 30 del siglo pasado, sino en nuestro tiempo. ¿Qué sentido tiene proclamar aún a los beatos mártires? ¿No puede ser, quizá, motivo para reorientar el auge del odio y la hostilidad? ¿Quizá volver a proponer la eterna lucha entre bien y mal viene a turbar las consciencias y la tranquilidad conseguida?Podemos encontrar la respuesta en aquello que hemos vivido: no se ha subrayado en las diversas historias tanto la crueldad y la barbarie del martirio sufrido tanto como la motivación del gesto, que es la e haber dado la vida por amor. En ningún caso hay espacio para el odio, no hay palabras contra los mismos perseguidores. Es más, a ejemplo de Cristo, domina en todos estos testimonios de la fe la palabra y el signo del perdón. En el fondo, se trata de cristianos que se han revelado como auténticos testigos del Cristo, capaces de dar visibilidad y actuación al Evangelio recibido y vivido en la Iglesia de Dios. Los años de la persecución (1936- 1939) fueron un periodo caótico y triste en la historia de España: no solo se ha desencadenado una guerra civil sino una lucha feroz contra Cristo y la Iglesia, con el mismo objetivo de eliminar la Iglesia de la faz de la tierra española. Es el odio que lleva a arrastrar en el abismo de la cautividad a tantas personas en tantas partes del país, cuyo territorio resulta empapado de la sangre delos mártires, convirtiendo en vacuo el proyecto de los perseguidores de querer “eliminar” la presencia deCristo y sus seguidores. Pero nuestra esperanza es quede tanta sangre derramada en la tierra pueda florecer una nueva vida evangélica para la Iglesia de España y para la Familia Vicenciana. Han hecho falta tantos años para que el odio que se encendió en aquel tiempo fuese superado: aún hoy, por desgracia, prevalece la indiferencia, al menos por parte de los sucesores de aquellos que entonces eran los perseguidores.Parece casi “recordar” los eventos que se pierden en el tiempo. Pero los herederos de los diversos mártires nos vuelven a traer a la realidad: no estamos soñando sino que, en el recordar, no queremos recordar mayor odio y rivalidad. Por supuesto que nos desagrada que en muchos prevalezca la indiferencia y el olvido de cuanto ha pasado, pero con los mártires queremos hacer prevalecer el mensaje de la esperanza en un futuro de convivencia y de paz, sabiendo que el don del perdón da fruto abundante de nueva y duradera reconciliación también en nuestro tiempo, en el cual “las tinieblas y la hostilidad contra la Iglesia” continúa estando presente en tantos estratos de la sociedad, aunque sea en formas más sutil y domesticada que en el pasado.
Debemos esperar que la sangre de los mártires, tan preciosa porque está vertida en nombre de Cristo y unida a la suya, pueda generar vida y esperanza para la Iglesia y el mundo entero.
P. Mario di Carlo, CM
Provincia de Italia