Panamá – 19 de Enero de 2019

Misa de la Fiesta de San Vicente de Paúl
Lecturas: Isaías 52:7-10; 1 Corintios 1:26-31; 2:1-2; Mateo 5:1-12

Mis queridos jóvenes Vicencianos. Estoy encantado de estar con ustedes aquí hoy. Se han reunido de todo el mundo para celebrar nuestra herencia Vicenciana antes de los encuentros de la Jornada Mundial de la Juventud. Confío que este encuentro sea una maravillosa experiencia para ustedes, afianzándoles en el carisma y espiritualidad de San Vicente de Paúl. Que ambas cosas caractericen sus vidas ahora y siempre. 

El tema para hoy es, “La alegría del Evangelio en el Vicenciano.” Reconocerán que la primera parte de esta frase viene de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, del Santo Padre, Papa Francisco. Los organizadores de este acontecimiento quieren destacar, desde el comienzo, la alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús, Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría en nuestras vidas.

Las lecturas que acabamos de escuchar encajan muy bien con el tema de hoy. Isaías da mucha importancia a la belleza y a la alegría que son parte del compartir las buenas noticias con otros. Pablo nos recuerda que estamos en Cristo Jesús porque Dios nos ha elegido. El mismo Cristo nos enseña que somos bienaventurados cuando vivimos vidas que son pobres en espíritu, amables, misericordiosos, deseosos de lo que es justo y recto, y aceptamos insultos y persecuciones por Él.  

Como Vicencianos, quiero animarles a ser testigos de la alegría del Evangelio. Nuestro encuentro con Jesús y la libertad que llena nuestros corazones viene de nuestro servicio a los pobres. Queremos compartir esta alegría con el mundo, para extenderla a otros. Para eso, no sólo tenemos que encontrar primero a Jesús, sino también estar con Él, caminar con Él, hacer de Él el verdadero centro de nuestras vidas, y nunca abandonarle.   

Para nosotros, Vicenvianos, la alegría del Evangelio viene de una convicción que, como decía Vicente de Paúl, continuamos la misión de Cristo en La tierra. Estamos llamados a anunciar a través de nuestras palabras y nuestras obras que estamos al servicio de los pobres o, en otras palabras, al servicio del mismo Jesucristo. Esto es evidente desde las propias palabras de Jesús en el capítulo 25 del evangelio según san Mateo, “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos o hermanas míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (25:40)

Isaías nos dice: 

  Qué hermosos son sobre los montes 
Los pies del mensajero que anuncia la paz,
Que trae buenas noticias, que anuncia la salvación,
Que dice a Sión, “Ya reina tu Dios”
¡Una voz! Tus vigías alzan la voz, 
A una dan gritos de júbilo… (52: 7-8ª)

Sí, llevar la Buena Noticia a otros a través de nuestro servicio es un motivo para gritar con júbilo

Actuando así, estamos respondiendo a la invitación de Jesús para seguirle, para ayudarle, para ser sus colaboradores en la misión que todavía perdura. Nuestra respuesta debe ser un fuerte “Sí”, porque Jesús también nos ayuda. Él no nos abandona.  Él nos da todo lo que necesitamos en la vida. Él abre para nosotros las puertas del Cielo, para la vida eterna. Nosotros le respondemos  comprometiéndonos con las obras, el ejemplo, y las palabras, para testimoniar la alegría que viene de seguir en el camino de Jesús. 

El Santo Padre dirigió expresamente a vosotros su mensaje del Domingo Mundial de Misiones el año pasado. Su tema fue, “Junto a los jóvenes, llevemos el Evangelio a todos.” Él dijo: 

También vosotros, jóvenes, por el Bautismo sois miembros vivos de la Iglesia, y juntos tenemos la misión de llevar a todos el Evangelio. Vosotros estáis abriéndoos a la vida. Crecer en la gracia de la fe, que se nos transmite en los sacramentos de la Iglesia, nos sumerge en una corriente de multitud de generaciones de testigos, donde la sabiduría del que tiene experiencia se convierte en testimonio y aliento para quien se abre al futuro. 

Esta transmisión de la fe, corazón de la misión de la Iglesia, se realiza por el “contagio” del amor, en el que la alegría y el entusiasmo expresan el descubrimiento del sentido y la plenitud de la vida. La propagación de la fe por atracción exige corazones abiertos, dilatados por el amor

El Papa Francisco también nos recordaba que ser misioneros ayuda no sólo a la otra persona, sino también nos ayuda a profundizar nuestra propia fe. Él lo expresaba en estos términos: la fe cristiana permanece siempre joven cuando se abre a la misión que Cristo nos confió. “La misión revitaliza la fe,” en palabras de San Juan Pablo II. De la misma forma, siendo un misionero, hacemos el bien incluso para nosotros mismos, porque la experiencia abre muchos caminos nuevos para comprender mejor a la otra persona así como a nosotros mismos. 

En el Documento Preparatorio del Sínodo de los Obispos del pasado octubre,  un pensamiento habla enérgicamente a nuestro carisma: La caridad es el lugar preferencial para el discernimiento vocacional. Ahí se dice:   

Las actividades sociales y de voluntariado ofrecen la oportunidad de implicarse en el servicio generoso; el encuentro con personas que experimentan pobreza y exclusión puede ser una ocasión favorable de crecimiento espiritual y de discernimiento vocacional: también desde este punto de vista los pobres son maestros, mejor dicho, portadores de la buena noticia de que la fragilidad es el lugar donde se vive la experiencia de la salvación.   

También se indica que el contacto con la pobreza, la vulnerabilidad y la necesidad son de gran importancia en el camino para el discernimiento vocacional. A través de la experiencia del servicio a los pobres, Jesús nos ayuda a comprender y descubrir nuestra llamada en la vida: a la vida matrimonial, a la vida de soltero, a la vida consagrada como Hermana, Hermano, Sacerdote.   

El año pasado celebramos el 400 aniversario del Carisma Vicenciano y este año nos hemos embarcado en el Quinto Centenario del Carisma. Como mencioné en mi carta del pasado enero, debemos tener encuenta tratar de profundizar en dos áreas:

  1. Nuestra propia Espiritualidad Vicenciana y Carisma, intentando llegar a conocer  mejor a los Santos, Beatos, y Siervos de Dios de la Familia Vicenciana.
  1. La Cultura de las Vocaciones.

En mi carta para la fiesta de San Vicente este pasado año, me centré en la primera de estas dos áreas: la de llegar a conocer mejor a los Santos, Beatos, y Siervos de Dios de la Familia Vicenciana. Yo sugería que las distintas entidades (escuelas, parroquias, etc.) dentro de las diferentes ramas de la Familia Vicenciana pudiesen elegir un Santo, Bienaventurado o Siervo de Dios para llegar a familiarizarse con la vida de esa persona y darlo a conocer en su entorno, la sociedad en la que ellos viven, mediante diversas iniciativas. A través de tales santos concretos, podemos presentar el Carisma Vicenciano en acción a una sociedad más amplia.

A lo largo de la segunda mitad del 2018, intenté también poner nuestra atención en el otro aspecto mencionado anteriormente: la renovación de la cultura de las vocaciones. Esto estaba muy en línea con el reciente  Sínodo de los Obispos cuyo tema fue: “Los Jóvenes, la Fe y el Discernimiento Vocacional.” Esperamos también que nuestro Festival Cinematográfico Vicenciano del pasado octubre anime a los jóvenes a entregar sus vidas al servicio de los pobres y, quizás, a seguir una llamada al sacerdocio o a la vida consagrada. Además, dentro de la Congregación de la Misión, patrocinamos un programa especial de formación continua para los Directores de Vocaciones de cada una de nuestras provincias, regiones, y misiones internacionales. 

Como ustedes ya conocen, algunas culturas son favorables a las vocaciones, pero muchas no lo son. Aquellas culturas que se caracterizan por el consumismo, el materialismo, el individualismo, el egoísmo, el laicismo sistemático de la sociedad, etc. actualmente promocionan una “Anti Cultura de las Vocaciones,” haciendo muy difícil ver la belleza, el atractivo, y el significado de la entrega de la vida en respuesta a la llamada de Jesús. En este sentido, yo sigo confiando que  nuestros esfuerzos nos ayudarán a profundizar en esta cultura de las vocaciones. Espero que un día sea normal para una persona  joven en cualquier sociedad, entorno, o país, responder a la llamada de Jesús con un sonoro “Sí.” 

Por consiguiente, lanzo este llamamiento a ustedes hoy. Como decía San Pablo en la segunda lectura, “considerad vuestra propia llamada” (1 Corintios 1:26ª). ¿Escuchas la llamada de Jesús llamándote al sacerdocio o a la vida consagrada? De ser así, acepta y confía en esa llamada. De esta forma, la elección que ha hecho será su mejor elección de vida. No puede equivocarse eligiendo seguir a Jesús. Le animo a orar, por medio de la  intercesión de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, San Vicente de Paúl, Santa Luisa de Marillac, y todos los Santos, Beatos, y Siervos de Dios de la Familia Vicenciana para tener el valor de responder positivamente a la llamada de Jesús. Recuerda esta promesa del evangelio de hoy:

    “Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mateo 5:12).  

Tomaž Mavrič, CM
Superior General

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