Presupuesto
Se trata de una virtud que hoy está ‘fuera de moda’, que fastidia, incomoda. Es difícil hablar de ella, porque se corre el riesgo de ir contracorriente. No se la entiende, no se la acepta porque pareciera andar en contra de la realización de la persona humana, así como mortificar demasiado sus expectativas y su libertad. Hoy se cree que hay que dar libre curso a la satisfacción de los deseos y las necesidades humanas. Precisamente, por su validez y por su necesidad, se requiere una reflexión y una reconsideración anclada en el mensaje bíblico, para que sea más válida.
1. Horizonte bíblico
Sí, la Sagrada Escritura habla de mortificación, de ascesis, de renuncia, y nos ofrece una lista de vicios que hay que extirpar, de la lucha contra las tentaciones, de los instintos que se deben controlar, del hombre viejo que hay que dejar aparte, de pasar continuamente de las tinieblas a la luz. El horizonte de comprensión y de vivencia de todo esto es muy amplio y positivo; he aquí algunas señales:
- El cristiano ha sido llamado a ubicar su vida dentro del horizonte de la pascua: la Pasión-Muerte-Resurrección de Cristo recuerda que morir y sufrir son solo un momento, abierto a la luz de una vida nueva y plenamente realizada.
- El aspecto moral-ascético siempre se presenta como consecuencia del encuentro con Cristo resucitado, de manera que no hay en la Escritura un llamado a la renuncia por ella misma.
- El negarse a sí mismo, el ‘despojarse del hombre viejo’ para hacer y vivir como persona nueva, es la respuesta a la invitación de Jesús a ser sus discípulos, con la implícita necesidad de tomar la propia cruz’ (Cfr. Mc 8, 34ss), rechazo a todo tipo de masoquismo y autodestrucción.
- En este horizonte comprendemos la invitación a sufrir con alegría (Cfr. 1Pd 4, 12-13), porque se trata de participar de los sufrimientos de Cristo y de vivir el espíritu de la bienaventuranza evangélica: ‘Felices cuando los insulten y persigan’ (Mt 5, 11).
- Hay un motivo para el camino ascético: dominar los propios instintos para conformarse a Cristo; Pablo usa las imágenes deportivas de la lucha y de la carrera para hacer ver que para el logro de la meta, se necesita el esfuerzo, la renuncia, la autodisciplina
2. La enseñanza de San Vicente de Paúl
Él habla con frecuencia de este tema y lo hace utilizando el lenguaje de su tiempo, pero siempre en la perspectiva específica del servicio y del apostolado, así como de aquella del ‘seguimiento de Cristo’. Los aspectos que toca en su reflexión tienen que ver, ya sean con las razones, ya con losmediospara adquirir y practicar esta virtud, sin alejarse de la tradición cristiana. La mortificación:
- Implica la negación de los sentidos externos e internos; es el ‘estado de la santa indiferencia’ que lleva a buscar y hacer únicamente la ‘voluntad de Dios’;
- Requiere la renuncia a las pasiones del alma y someterse a la pasión de la razón;
- Lleva a vivir en un comportamiento de indiferencia y de desprendimiento de todo.
Son muchas las motivacionesque San Vicente aduce para valorar la práctica de esta virtud:
> Textos bíblicos y referencias que la recomiendan.
> El ejemplo de Cristo que renuncia del todo a sí mismo para hacer la voluntad del Padre, por lo que el discípulo ha de caminar por los mismos senderos.
> El sufrimiento hace parte de la vida humana, es inevitable, por lo que conviene ‘hacer buen uso del mismo’.
> Son importantes las consecuenciasde la práctica de esta virtud: ayuda a orar, contribuye a controlar los sentidos humanos, aleja del pecado, cuida la vocación, facilita el progreso y la perseverancia en la vida espiritual.
> Aceptada por Dios, y en espíritu de fe, es un paraíso en la tierra.
Pero el mismo San Vicente sabe muy bien que no es fácil adquirir esta virtud, toda vez que su práctica viene en contra vía con lógicas y expectativas humanas. Para él, como para toda la espiritualidad cristiana, es necesario un esfuerzo continuo para apropiarse de la riqueza de este don de Dios. A este propósito, el mismo San Vicente reconoce y recomienda algunos comportamientos indispensables:
- Se adquiere con una práctica repetitiva, poco a poco, ‘con dulzura y paciencia’ con nosotros mismos y con los demás;
- Exige apoyo, aceptación de uno mismo y de los otros, prudencia, control; rechaza toda forma de mundanidad y de búsqueda de la comodidad, y acepta la invitación a ‘despojarse de todo’, a dejar al hombre viejo para dar espacio a la novedad que Cristo nos ha aportado;
- Se trata, además, de actuar con juicio, criterio y sabiduría, bajo la orientación de los superiores y en consonancia con los compromisos apostólicos.
San Vicente no pretende grandes mortificaciones ni austeridades corporales; para él ya es suficiente el compromiso pastoral y el coraje para afrontar y aceptar todo lo que implica la fidelidad a la vocación y a los deberes de cada día: para él la predicación y el servicio son ya una gran prueba.
3. La mortificación, hoy
No obstante la impopularidad que suscita el solo hecho de hablar de ella -se rechaza la realidad de la muerte y todo tipo de ascesis, las autolimitaciones, el autocontrol-, la mortificación tiene hoy importancia. De todas maneras, es necesario releer en clave actual, ya sea algunos principios teóricos, ya algunos aspectos prácticos que tienen que ver con ella. Hay que subrayar ciertamente las dimensiones positivas de la realización humana y de la vida espiritual, evitando un exagerado optimismo sobre la naturaleza humana, que no es perfecta y que siempre tiene necesidad de ser objeto de atención y de purificación, para recuperar toda su belleza y su dignidad.
Hay que superar también las contradicciones de la mentalidad actual de tanta gente, dispuesta a renunciar, pero solo para conservarse en forma, para tener un físico perfecto, pero sin la capacidad de aceptar los sacrificios que aseguran un camino espiritual. Reconozcamos que hoy:
> Se acepta la mortificación en vista de un bien mayor; se renuncia a una cosa buena (los bienes personales y materiales, también la voluntad y la libertad…) para el logro de valores más grandes, para la realización de un ‘propio yo más auténtico’.
>Solo si se tienen en cuenta los objetivos que se buscan, utilizando todos los recursos posibles, se acepta la mortificación; desde el punto de vista espiritual, se percibe que solo teniendo a Cristo como objetivo esencial, se acepta renunciar a todo lo demás.
>Es necesario reconocer que mortificarse es aprender a morir (‘morir cotidiano’ de la espiritualidad cristiana), es aceptar la lucha de cada día en razón de la realización de la propia vocación y la propia misión, como ha hecho el mismo Cristo.
Se puede hablar de nuevas formas de mortificación para el hombre de nuestro tiempo; he aquí algunas:
- Estar disponibles para responder a las necesidades de la comunidad y a los llamados de los pobres: poner a los otros en el primer lugar, antes que a nosotros mismos.
- Ser fieles a los deberes del propio estado de vida, inclusive cuando son más difíciles.
- Trabajar de manera consagrada, como hacen tantos obreros que dependen del trabajo cotidiano.
- Ser fieles a los momentos de oración y de vida comunitaria.
- Ser moderados en la posesión y el uso de los bienes materiales, aún cuando tengamos más posibilidades de utilizarlos.
- Ser disciplinados en el comer y en el beber, y evitar todo exceso de búsqueda y de satisfacción de las necesidades personales.
- Ser moderados en los usos de los medios de comunicación.
- Evitar los privilegios de la vida comunitaria, así como escapar de las exigencias de las reglas.
- Ser moderados en el uso de la palabra, evitar la aspereza, aceptar la compañía de quien no nos sea simpático y no esté de acuerdo con nuestros puntos de vista.
- Gastar el tiempo propio en los momentos de decisión comunitaria, el crecimiento común y un servicio a los pobres más efectivo y claro.
- Vivir con generosidad los servicios de apostolado y de servicio, incluyendo el cansancio, las dificultades, las incomprensiones, aún más, la necesidad de trabajar juntos.
Mario di Carlo, CM
Provincia de Italia