Imagino que para muchos, la reflexión sobre la providencia resulta un hecho sabido, según lo aprendido desde nuestra espiritualidad a la luz de la experiencia de San Vicente De Paúl, sin embargo el tema providencia es en realidad una cuestión teológica bastante difícil de comprender en estos tiempos, ya que, siendo sinceros, plantearnos la idea de un gobierno universal de Dios, que aspira a la realización de la gloria eterna del Padre, a través de sus criaturas, puede parecernos algo ilógico de sostener para los jóvenes, ya que, en su gran mayoría, el modo de percibir la realidad, pasa por un mundo carente de paz y de justicia, más aún en un mundo que ha perdido la esperanza, pero que aún la mantiene entre los más jóvenes, y por donde quería hoy día reflexionar al respecto, frente a la pregunta que me suscito escribir estas líneas: ¿Cómo hablar de la Providencia a los más jóvenes?, creo que es un reto que he considerado asumir e intentaré reflexionar en este sencillo artículo.
La Providencia para unos y para nosotros
En primer lugar, el término Providencia puede resultar un concepto vacío si es que no se apela a lo religioso. La casualidad o el determinismo son conceptos que se confunden con Providencia para los jóvenes. Preguntando e indagando, muchos jóvenes consideran la providencia como algo que va más allá de lo que realmente merezco, algo que nace de la casualidad o lo fortuito, un hecho o suceso que llega a mi vida sin preguntármelo, pero que es considerado bueno, por ejemplo, una calificación inesperada, el encuentro con una persona, una llamada, un mensaje al whattsap o esa solicitud de seguimiento inesperada; todas estas bellas casualidades, remiten a pensar en aquello o aquel que produjo esto: la providencia.
Teniendo en cuenta ello, resulta más fácil dialogar con los jóvenes al respecto de las ideas propuestas por el P. Tomaz, frente a la gran propuesta del proyecto de Jesús para mi vida y donde la persona de Jesús, sea la fórmula para una vida llena de sentido. Estas ideas nos llevan a pensar en algo de mucho mayor relevancia que conlleva a la vida misma y la búsqueda de una opción de vida y de realización personal. En contraste con lo que muchos jóvenes creen, que la providencia se conjuga con la sucesión de pequeños y buenos hechos, la propuesta que se nos plantea como Familia Vicentina, responde a un plan mayor, en donde es Dios él que puede gobernar nuestras vidas y hacer posible su proyecto porque así lo quiere y así lo propone a todos los hombres.
La providencia como confianza
Ahora sí podemos entender mejor esto, respecto a lo que se nos propone profundizar en este Adviento, respecto a lo que los jóvenes realmente entienden, y es que para que la Providencia sea efectiva en nuestra vida es necesaria una profunda confianza en Jesús, y es así allí donde quería detenerme, para precisar lo que para mí es el corazón de este mensaje, como llenar de confianza a los jóvenes, para que puedan entregarse a la Providencia de Dios, no como un cheque en blanco o una quietud que invalida, sino como nos plantea el Papa Francisco, con una experiencia dinámica de búsqueda de su voluntad y entrega confiada a su plan de amor y salvación.
La confianza es algo que se gana, y se gana con la experiencia. La confianza en uno mismo, la confianza en los otros es una cualidad que se aprende en la infancia, y que parte de la seguridad brindada por nuestros padres. No es un secreto preguntarnos si quizá la mayoría de jóvenes, incluso muchos de nosotros, debido a las diversas formas de familias y las experiencias de ruptura o dolor en sus propios núcleos, han podido desarrollar esta habilidad, y hoy en día, adolescentes y jóvenes, les es difícil confiar, más aún confiar en el Señor, y que puedan sentir la experiencia del salmista: «Tú eres mi esperanza Señor, mi confianza está en ti desde joven […] me instruiste desde joven y anuncié hasta hoy tus maravillas» (Sal 71,5.17), más aún cuando la experiencia del primer amor, el amor de los padres, no ha sido una experiencia patente, sino más bien una experiencia de dolor, e incluso abandono.
La confianza en el Señor es el primer paso para entender su Providencia, acogernos a su voluntad y su proyecto; y el Papa Francisco lo ha puesto como relieve de la última exhortación Christus vivit lo escribe de manera magistral, y más aún, conjugándolo con nuestro sentido de Providencia, el Papa Francisco exhorta a los jóvenes con las siguientes palabras: “No dejes que te roben la esperanza y la alegría, que te narcoticen para utilizarte como esclavo de sus intereses. Atrévete a ser más, porque tu ser importa más que cualquier cosa. No te sirve tener o aparecer. Puedes llegar a ser lo que Dios, tu Creador, sabe que eres, si reconoces que estás llamado a mucho. Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo”. (Christus Vivit 107)
Continuadores de su amor y su providencia, a la luz de San Vicente de Paúl
La experiencia de San Vicente de Paúl, nos remite siempre a la experiencia de un Dios providente. Las circunstancias y mediciones humanas llevan a nuestro fundador a una experiencia de crisis, podremos recordar sus primeros años llenos de infortunio, su abondo a la providencia, el discernimiento y la búsqueda de la voluntad de Dios, serán los ejes que configuren su talante organización, pero que, desde su vivencia, de la mística de la caridad y la misión, lo llevan a convertirse en la Providencia para los más pobres, e instrumento del amor misericordioso y efectivo para ellos.
Creo que este es el punto clave para entrar en diálogo con los jóvenes, los millenials, que buscan más la vivencia que una teoría vacía. Los jóvenes hoy no quieren ser adoctrinados, sino más bien contagiados del amor de Dios. Esperan experiencias, y no discursos disonantes que muchas veces rebelan egos absurdos o recuerdos de experiencias pasadas. Los jóvenes quieren involucrarse y convertirse en una respuesta afectiva y efectiva de solución a los problemas actuales, a las nuevas formas de pobreza, que ellos, desde su conocimiento sencillo pero profundo de la realidad, y que puedan hacer su propia Oda, a esa Providencia que hoy reclama hacerse parte de la vida de los más jóvenes.
Finalmente, sé que pueda esto conducirnos a una mirada negativa de la juventud, pero es otro lo contrario, no debemos escatimar en conocer a los jóvenes, mucho menos en subestimar su experiencia de fe, al contrario, es necesario dialogar, buscar y acompañar sus experiencias, y conducirlas y que puedan sentir que realmente Dios los ama, los quiere y busca su plenitud.
¡Que nuestro fundador, incansable buscador de la Providencia del Señor, siga intercediendo por nosotros en este tiempo de Adviento!
Estudiante Vero Carlos Ernesto Urbina Verona CM
Equipo de Promoción Vocacional – Provincia Peruana