Queridas Hermanas, Hermanos!
Me dirijo a cada uno de los miembros de la Familia Vicenciana en el sentido amplio de la palabra, en este camino cuaresmal, que nos ha sorprendido con el dolor de miles y miles de personas alrededor del mundo, que están sufriendo a causa del COVID-19, calificado por la Organización Mundial de la Salud, como Pandemia.
Hay muchos signos de dolor que no nos permiten permanecer indiferentes. Hacerlo, sería en palabras de San Vicente, ser cristianos de pintura.
También en el seno de la Familia Vicenciana hay personas que están contagiadas o murieron con este virus. Deseo hoy con todos ustedes que nos siguen, elevar mi oración a Jesús Sacramentado por la intercesión de la Virgen de la Medalla Milagrosa, de todos los Santos, beatos, siervos y siervas de Dios de la Familia Vicenciana, por aquellos que se encuentran luchando ante esta enfermedad y por aquellos que, víctimas de ella, ya han partido a la Casa del Padre. De igual manera, quiero que oremos por todas personas que trabajan en este momento en el campo de la salud y de los hospitales, necesitan hoy de todo nuestro apoyo y reconocimiento.
De una manera u otra, todos estamos siendo afectados por esta pandemia. Y -como hemos dicho los miembros del Comité Ejecutivo de la Familia Vicenciana, en nuestro comunicado del pasado 21 de marzo- es nuestra responsabilidad, como ciudadanos, como cristianos y como vicencianos, acatar todas las medidas que los gobiernos, las conferencias episcopales y los servicios de salud, están señalando.
Por otra parte, necesitamos revitalizar la caridad, que es inventiva hasta el infinito, para que no nos olvidemos de los más pobres, a quienes servimos. San Vicente de Paúl, el místico de la caridad, también tuvo -en su momento- que hacer frente a epidemias y pestes. Y nosotros no podemos olvidar su ejemplo, por lo que debemos animarnos a buscar los mejores caminos que nos permitan permanecer al lado de quienes están sufriendo este flagelo, pero también de los más vulnerables y de los pobres a quienes ya servimos -siempre respetando las medidas sanitarias y las disposiciones gubernamentales-
Animo a cada sacerdote a incluir, esta intención en la Eucaristía. Invito a todos los miembros de las diferentes ramas y a todos los miembros de la Familia Vicenciana en el sentido amplio de la palabra, a que, en esta Cuaresma particular que estamos viviendo, puedan ofrecer sus oraciones en sus familias y comunidades, para que podamos combatir esta pandemia, que nos ha sorprendido a todos y que nos urge a vivir con mayor intensidad este tiempo litúrgico, a la espera de la Pascua que -como siempre y a pesar de todo- celebraremos con profundo gozo.
Hagamos de la Familia Vicenciana siempre mas una lámpara encendida con el fuego de la esperanza y el amor, en medio de esta crisis.
Confiemos en el Señor y abandonémonos en sus brazos providentes. Recemos los unos por los otros!