Dios nuestro Padre, venimos a ti en este tiempo de necesidad para pedirte protección contra el COVID-19, que nos ha perturbado e incluso se ha cobrado vidas. Danos la gracia en este tiempo de prueba para que trabajemos por el bien de todos y ayudemos a quien lo necesita. Te imploramos que frenes la expansión de este virus y nos salves de nuestros temores. (Tomado de Oratio Imperata).

Durante nuestra formación en el seminario, se nos permitía recibir llamadas de teléfono de nuestra casa solo una vez por semana. Esta práctica se mantuvo durante unos ocho años, hasta que llegamos a ser estudiantes de teología. Aunque al principio yo mismo murmuraba sobre esta práctica porque restringía mi relación con mi familia, poco a poco me acostumbré a esta práctica… y en realidad, no había más remedio. Más tarde, entendí que los formadores implementaron esta práctica para que poco a poco nos separáramos de nuestras familias, de tal forma que nos uniéramos más a la gran familia de Cristo. Yo mismo continué con esta práctica, hablando con mis padres una vez por semana, incluso después de mi ordenación. Pero hoy en día me aseguro de que les dedico suficiente tiempo a mis padres para que puedan conversar conmigo tanto como quieran. Hablé con mi madre justo después de que el Gobierno Indio declarara el cierre total de la nación, lo que incluía la cancelación de todas las actividades religiosas, incluso la celebración pública de la Santa Eucaristía. Aunque nuestra conversación continuó de la manera usual, noté un tono de duda en la voz de mi madre. Así que le pregunté qué le ocurría. Ella me dijo que estaba muy molesta con la cancelación de la misa pública en la parroquia. Intenté calmarla y tranquilizarla hablándole de la posibilidad de participar en la Eucaristía online o por televisión, como nos estaba invitando a hacer la Iglesia. Pero me dijo que nada podía sustituir la belleza de participar en la Santa Eucaristía en una iglesia. Me dijo que estaba molesta porque la Santa Eucaristía se había convertido en una parte importante de su vida, y que iba a echar de menos participar en esa celebración.

Entonces fue cuando empecé a reflexionar sobre la seriedad del asunto. Me empecé a dar cuenta de que hay miles de personas que se sienten igual que mi madre. Así que me decidí a encontrar una manera de calmar esos sentimientos tan profundos producidos por la cancelación de la celebración pública de la Santa Eucaristía. Y la única forma para calmar esos sentimientos es que nosotros mismos nos convirtamos en la Santa Eucaristía. Y entonces ¿cómo nos convertimos en la Santa Eucaristía? Con esta pregunta en mente comencé a releer las narraciones bíblicas en que Jesús realizaba la institución de la Santa Eucaristía. Jesús instituyó la Santa Eucaristía durante la última cena. Mientras releía las versiones de la última cena en los Evangelios, encontré tres formas de Eucaristía que nos pueden ayudar a convertirnos en Eucaristía durante la cuarentena.

  1. Eucaristía de Comunión: Jesús y los Apóstoles se encontraron en la habitación de arriba para compartir una comida. Todos los Apóstoles estaban presentes para la cena, que fue preparada por encargo de Jesús. Fue un encuentro de amor y comunión. Sabían que algo importante iba a ocurrir. Ahora, todos estamos en cuarentena debido al virus mortal. En este tiempo de cuarentena, estamos llamados a estar con nuestras familias o nuestra comunidad. De hecho, este tiempo de cuarentena debería convertirse en un tiempo de comunión en el amor. Donde estemos, necesitamos pasar tiempo creativamente con nuestras familias o comunidad, de tal modo que seamos capaces, en ese tiempo, de compartir la Eucaristía de Comunión.
  2. Eucaristía de Servicio: una vez que los discípulos se sentaron en la mesa, Jesús se levantó y comenzó a lavar sus pues. Él dijo: “os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo de hacer con vosotros”. Un acto perfecto de servicio. En este tiempo de cuarentena, se nos recuerda que seamos personas de servicio. Podemos participar del servicio entrando en una solidaridad más profunda con quienes están sufriendo, orando por los enfermos y realizando actos de caridad en modos que no violen las instrucciones anti-COVID-19. Convirtiéndonos en personas de servicio, nos convertimos realmente en Eucaristía de Servicio.
  3. Eucaristía del Compartir: tras la oración, Jesús partió el pan y se lo dio a sus Apóstoles diciendo: “tomad y comed todos de é, porque esto es mi Cuerpo/mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía”. Fue un acto de compartir, de compartir Su propia vida por la humanidad. Durante la cuarentena, se nos recuerda la urgencia de compartir. En primer lugar, de compartir nuestras oraciones; en segundo lugar, necesitamos compartir nuestro tiempo y recursos con los necesitados… hay muchas personas que viven en las calles, que no tienen comida, que no tienen nada. Necesitamos ser creativos, buscando modos nuevos de compartir, ya que solo de esa forma podremos participar en la Eucaristía del Compartir.

Todas estas, es decir, la Eucaristía de Comunión, la Eucaristía de Servicio y la Eucaristía de Compartir, deben ser realizadas con amor. En un modo en el que la gente pueda conocer que la Sagrada Eucaristía no solo puede ser celebrada ritualmente en las iglesias, sino que también se puede celebrar con amor a través de las vidas de cada persona. Me llena de alegría compartir con toda la Familia Vicenciana el hecho de que, en nuestra comunidad de Adamson en Manila, nos esforzamos en la práctica de estas todas estas formas de Eucaristía: Comunión, Servicio y Compartir. Seguimos alimentando a 200 personas sin hogar cada día y esperamos “infectar” a otros con la Caridad Vicenciana. Como vicencianos, recordemos al mundo que las máscaras cubren las caras, pero nunca deben cubrir los corazones de las personas. Convirtámonos, entonces, en Eucaristía, y continuemos celebrando la Santa Eucaristía con nuestras vidas. Que Dios sane a todo el mundo con su amor, su cuidado y su compasión.

P. Libin P. Varghese CM.
Universidad Adamson.
Manila, Filipinas.