En América Central, los pueblos indígenas resisten con esperanza la degradación del medio ambiente.

En Centroamérica, los pueblos indígenas resisten la degradación del medio ambiente con esperanza. El padre Joe Fitzgerald CM, quien ha trabajado por más de 15 años con los indigenas en Centroamerica, nos propone esta reflexión de como la comunidad Ngäbe tiene mucho que enseñarnos de sus tradiciones y en cuidado de la casa común

El cangrejo espera bajo las piedras planas donde se muele el maíz para la bebida tradicional llamada chicheme. Si los cangrejos se sienten confundidos, supongo que esto también será una experiencia confusa para nuestro cangrejo. Ayer por la tarde, los niños de la casa designados ritualmente para ello (primogénitos o gemelos) le sacaron de la corriente y le pusieron bajo la piedra de moler, libre de comer lo que se derrame por los lados. Tiene un papel muy importante en el festival”, explica Bechi, un anciano Ngäbe. Es un festival en el que todos somos bienvenidos.”

Ahora, al amanecer, un buen grupo de personas se han reunido para la junta, la tradicional práctica Ngäbe de repartirse el trabajo entre las familias en momentos como la cosecha. Las herramientas se han puesto en el centro de un círculo y se van a alimentar” ritualmente con unas gotas de chicheme derramadas sobre cada una. Después, todos los presentes comparten la bebida de maíz, empezando por los más humildes: el cangrejo y luego los gatos, pollos, cerdos y perros. Después siguen los bebés, seguidos por los niños, y así hasta los ancianos, y lo beben.

La secuencia misma ya es una lección importante para los jóvenes: cuida primero de los más débiles, de los más pequeños (toda vida es importante). Pese a que los cangrejos son parte de la dieta de los Ngäbe, este afortunado cangrejo es llevado de vuelta a la corriente y liberado tras el ritual. Hoy era un invitado, un participante importante.

Pronuncio una oración sobre las herramientas, los animales y las familias. Terminamos uniendo nuestras manos para recitar la Oración del Señor en lengua Ngäbe, y después es momento para volver a los campos. Los primeros frutos de la cosecha serán compartidos en el ritual de la primeriza, una expresión de gratitud concreta de la espiritualidad Ngäbe, en la que se da gracias a Dios por la cosecha compartiéndola primero con los otros.

Después de haber vivido y servido entre los indígenas Ngäbe de Panamá durante 15 años, cosas como un cangrejo invitado a un ritual de la cosecha parecen ordinarias para mí. Pero al mismo tiempo, la manera de vivir de los Ngäbe en general me llama a una continua conversión, reorientando mi comprensión de quién es Dios y de lo que significa aceptar el reinado de Dios entre nosotros. Una parte central de este viaje ha sido una conversión ecológica que va más allá de mis anteriores y superficiales nociones verdes” desde un punto de vista occidental.

Los Ngäbe conocen toda la creación y el cosmos como Ju Ngöbökwe (la casa de Dios). Por ello, estamos llamados a desarrollar nuestro papel particular en el plan de la creación, viviendo en solidaridad profunda con ella y continuando la danza cósmica que se expresa en los mitos y canciones ancestrales. La expresión concreta de estas creencias y valores comienza al nacer, cuando el cordón umbilical del recién nacido se planta junto a una semilla de mango. Esto es un punto de referencia durante toda su infancia, ya que los abuelos recuerdan a su nieto que debe crecer en fuerza y armonía con el árbol del que son parte.

La imagen de ser partes integrales del plan de creación cíclico de Dios llega hasta el final de la vida, cuando los muertos son tradicionalmente enterrados envueltos en hojas de bijao, de cara al anochecer, y protegidos en su viaje a la nueva via por plantas otoe que marcan sus tumbas. Estas prácticas expresan una visión de humanidad que está interconectada a la red de la vida, al cosmos ordenado.

Los humanos tienen una gran responsabilidad de mantener la armonía y el orden que el Creador ha establecido a través de sus acciones cotidianas. Esta armonía es vital para mantener la visión y la práctica que los indígenas llaman buen vivir”.

Las amenazas más evidentes para el buen vivir de los Ngäbe en las últimas décadas han sido la megaproyectos de extracción y de producción como las minas de mineral y las presas. En 2012, miles de familias Ngäbe bajaron de las montañas para bloquear un espacio de 50 millas de la Carretera Interamericana como protesta pacífica por el cambio de la política de minería del gobierno, lo que expondría las tierras de los Ngäbe a unas extracciones a cielo abierto que devastarían el bosque y los ríos. Según lo veían los Ngäbe, esto sería el último paso para eliminar a un pueblo con su propia visión del mundo, cultura, lenguaje y modo de vida.

Un ataque violento de parte del gobernó en el quinto día de las protestas sobre la minería dejó a dos jóvenes Ngäbe muertos y a cientos heridos. Gracias a la mediación de la Iglesia Católica y la presión internacional, el gobierno firmó el llamado acuerdo de San Lorenzo, gracias al cual, tras meses de diálogo con los líderes Ngäbe y la ayuda de las Naciones Unidas, se llegó a la firma de una ley de protección del medio ambiente favorable a los Ngäbe, por la que estaba totalmente prohibida la minería y se requería un proceso de consenso especial para establecer cualquier proyecto que afectara a los bosques y ríos de la zona. Fue un logro que apenas se había visto en Latinoamérica o en otros lugares.

Acompañar a los Ngäbe durante tantos años de protestas sobre la minería y las presas, viendo su determinación ante las amenazas contra esta parcela de la creación de Dios en donde su identidad cultural está tan íntimamente arraigada, y ver su rechazo a aceptar las promesas de un supuesto progreso” traído por esos proyectos me hizo llevar a un entendimiento: la pobreza de la degradación ecológica y la aniquilación cultural no puede ser mitigada solo por una subida de los indicadores económicos. Se debe hacer notar que no hay ritual o acto de reciprocidad Ngäbe que traiga equilibrio ante la destrucción intencional de bosques o ecosistemas enteros.

Además de los megaproyectos de extracción, una amenaza sutil contra el buen vivir Ngäbe se hace más palpable cada día: la imposición de una ideología dominante que pretende separarnos del resto de la creación, convierte los recursos naturales en mercancía, convierte las relaciones humanas en competición salvaje, y reduce el sentido de nuestra propia vida a consumir y acumular bienes materiales. Es una visión del mundo que quiere reemplazar a Dios por un fundamentalismo del mercado.

Y sin embargo, la resistencia profética y el testimonio de los pueblos indígenas crecen junto con estas amenazas. Aunque quiero ser cuidadoso y no romantizar las vidas de los pueblos indígenas,  los cuales también tienen sus luchas y dificultades internas propias de la fragilidad de la vida humana, también creo que hay signos de que otro mundo es posible.

El Papa Francisco ha sido testigo de las vidas de los pueblos indígenas y ha dicho que son un grito de esperanza… la tierra sufre y los pueblos indígenas conocen el diálogo con la tierra, conocen lo que significa escuchar a la tierra, ver la tierra, tocar la tierra”. El grito de la tierra y el grito de los pobres se vuelven uno solo. No es un grito de derrota, sino una proclamación profética, llama a los que están en los márgenes de las sociedades dominantes.

Algunas veces, esa voz profética grita alto como cuando miles de familias Ngäbe bajaron de las montañas para frenar el país, protestar contra los proyectos que harían un agujero en la tierra y, como dijo un líder Ngäbe, arrancar el corazón de la madre que nos sostiene”. Muchas veces, la voz profética de los Ngäbe y otros pueblos indígenas es menos aparente, casi no se oye, como la madre que se vuelve a su hijo mayor y le dice encuentra un cangrejo, la cosecha está lista”.

En medio de tantas dificultades a las que se enfrentan tantas comunidades indígenas, los misioneros tenemos la bendición de ser testigos de cómo la siguiente generación continua de modo valiente con la lucha de sus ancestros por el buen vivir. En enero de 2019, el Papa Francisco animó a la juventud indígena de todo Latinoamérica en nuestra parroquia de Soloy Ngäbe, diciendo, estad agradecidos por la historia de vuestras gentes y sed valientes ante los desafíos que os rodean, para seguir llenos de esperanza en la construcción de otro mundo, que es posible… Que vuestras acciones… sean reacción contra la cultura del descarte”.

Agradecido por el profundo impacto que los Ngäbe han tenido en mi propia vida y mi camino de fe, espero que la iglesia global comprenda los modos particulares en los que nuestros hermanos y hermanas indígenas manifiestan el reinado de Dios, de modos profundos y sencillos, dándonos reflejos de que otro mundo es posible. Que su testimonio profético del evangelio sea causa para una profundización de nuestro compromiso de ser aliados, verdaderos compañeros que actúan en profunda solidaridad con los pueblos marginados y con toda la creación. Que les reconozcamos como guías llenos de esperanza para construir nuevos fundamentos basados en las relaciones armoniosas que nuestro Dios, que nos ama, siempre ha querido, y que nos empeñemos en crear un mundo donde toda la vida se respeta como sagrada, donde todos somos bienvenidos de verdad.

Ngöbö tä mäben. Que Dios esté con vosotros.

Por Joe Fitzgerald, C.M.

Este artículo también apareció en el número de abril de 2020 de U.S. Catholic (Vol. 85, No. 4, páginas 19-20). Haga clic aquí [1] para suscribirse a la revista.

Imagen: Pixabay

Medio Ambiente [2], Dignidad Humana [3]

Publicado:

Jueves, 16 de abril de 2020

El padre Joe Fitzgerald es un sacerdote vicentino de Filadelfia. Es doctor en teología por la Universidad Pontificia Bolivariana de Colombia y es el autor de Danzar en la casa de Ngöbö (Editorial Abya Yala).

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