Próximos a la solemnidad de Santa Luisa de Marillac, que esta vez, en el sexagésimo aniversario de haber sido declarada patrona universal de las OBRAS SOCIALES, por San Juan XXIII el 10 de febrero de 1960, la celebraremos de una manera inusual y nunca sospechada dada la pandemia que estamos viviendo. Me permito hacer unas reflexiones, que espero sean un aporte para nuestra oración y meditación en estos tiempos tan especiales que estamos viviendo.
- San Vicente y Santa Luisa, siempre van caminando al paso de la Divina Providencia: no se atrasan ni se adelantan a los caminos de Dios. Esta clarividencia ha permitido que sus nombres y sus obras traspasen el tiempo y la historia.
En 1631 se declaró una fuerte epidemia de peste en Paris, aumentando el número de enfermos en todas las parroquias. Ante la necesidad urgente, la Asociación de las Caridades invitaba a jóvenes aldeanas a unirse a ellas para servir a los pobres. Entre estas chicas que llegaron vino Margarita Naseau, quien desplegó un celo extraordinario con generosidad sin límites, muriendo en febrero de 1633 contagiada por la peste. Su muerte fue la semilla enterrada en el surco que dio fruto abundante. Ella fue “la primera en mostrar el camino a las demás”, dirá San Vicente. Poco a poco, se fue juntando un grupo numeroso que crecía sin cesar hasta que el 29 de noviembre de 1633, de una manera imperceptible e insospechada Vicente y Luisa daban al mundo, a la Iglesia y a los pobres el don de la Compañía de las Hijas de la Caridad.
No hubo miseria humana y ni espiritual a donde no llegaran Vicente, Luisa y sus hijas: las niñas pobres e iletradas, los enfermos y ancianos abandonados en sus casas y en los hospitales, los niños desprotegidos en las calles y en las puertas de las iglesias… y con coraje evangélico enviaron, por ejemplo, en 1638 hermanas a los campos de batalla a Richelieu. Y como las miserias vienen juntas, a la guerra se unió el hambre, la pobreza, la enfermedad y los abusos de toda clase, bástenos citar un texto de San Vicente para comprender estas miserias… “comen hierba como los animales y devoran los perros y los caballos muertos, y es de temer que desentierren los cuerpos muertos” (Coste IV, 195) …
La caridad de Vicente y Luisa se dio de una manera organizada, con un hondo sentido cristiano que no fue filantropía, sino misericordia en el sentido exacto de la palabra: “mísere” que significa miseria, necesidad, y cor, cordis “corazón”; es por lo mismo la capacidad de sentir en carne propia el dolor de los que sufren, y acudir presurosos a atender sus pobrezas. Vieron en los pobres el rostro de Dios y la persona misma de Jesucristo oculta en tanta fragilidad.
Pero la caridad se dio con una excelente organización. Los Fundadores dieron una sana planificación para atender estas miserias de la guerra, la peste y el hambre: Las AIC no escatimaron esfuerzos en recolectar ayudas, la CM las distribuía adecuadamente y atendía pastoralmente, y las Hijas de la Caridad prestaban el servicio directo de los pobres. Podemos decir, que esta efectividad se dio gracias al binomio perfecto llamado Vicente de Paúl y Luisa de Marillac.
Y pasaron los años, y en cada época han ido apareciendo diversas miserias y pandemias a las que la F.V. ha respondido con el coraje del fuego inicial de los Fundadores. Mencionemos solamente el cólera que llevó a sor Rosalía Rendu y a Federico Ozanam y a los jóvenes de la naciente SSVP a acudir en auxilio de los pobres ante tantas calamidades, o el Beato Durando que envió a los campos de batalla a los misioneros y a las hermanas a la guerra de Crimea. Podemos seguir nombrando el celo misionero de nuestros hermanos y hermanas, como a los laicos de nuestra Familia Vicentina que, no han escatimado esfuerzo alguno para atender las miserias que el mundo nos ha traído.
- Así, en el agonizar del 2019 y comienzos del 2020, nos ha llegado desde Wuhan, China, la epidemia del Covid 19 que asola al mundo entero. Bien sabemos, que en una colina de esta ciudad fueron martirizados nuestros misioneros San Francisco Regis Clet y San Juan Gabriel Perboyre.
Ante esta grave epidemia que ha invadido hasta los rincones más remotos del mundo, aquí y allá la F.V. ha respondido con no menos generosidad que, los miembros que nos precedieron ayer, atendiendo de múltiples formas el clamor de los pobres. La historia dirá la manera tan sacrificada como misioneros, hermanas y laicos han atendido la situación y las nuevas pobrezas que estamos viviendo, haciendo efectivo el Evangelio y la expresión de nuestra Santo Fundador: “El amor es inventivo hasta el infinito”.
Bástenos poner estos ejemplos de servicio vigoroso, heroico y alegre de nuestros hermanos y hermanas que, siendo prudentes, han tenido la valentía de seguir sirviendo a los pobres, no obstante, la incertidumbre de la realidad que nos invade:
- Más de 250 habitantes de calle, llegan cada día al Centro Ambulatorio La Medalla Milagrosa, que dirigen la Hijas de la Caridad en Bogotá, Colombia, para recibir el almuerzo, quizás este puede ser el único plato de comida en el día. Son seres humanos con hambre, sin recursos, sin un techo donde vivir, cobijados bajo el manto de la misericordia de Dios, de los benefactores y de las mismas hermanas.
- En Curitiba, Brasil, tanto formadores como seminaristas del Seminario Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en unión con lasHijas de la Caridad dan el almuerzo cada sábado a más de 200 habitantes de la calle. Dice el P.Joelcio Saibot, c.m.: “Estar con los pobres, escucharlos, hacerse próximo, cuidar de sus dolores y sufrimientos es una actitud que exige en estos tiempos osadía y desapego, y nuestra comunidad organizada en equipos se empeña en buscar servir, no solo un plato de comida, aún más, y de modo especial, hacer que ellos experimenten el amor de Dios en un pequeño gesto como es el de recibir un plato de comida”.
- En Panamá las Hijas de la Caridad de Colón, atienden los habitantes de la calle llevándoles hasta donde se encuentran alimentación, y en la capital un cohermano cuida a las personas con asesoría psicológica.
Son solamente tres casos de tantos, donde la caridad afectiva está llegando a ser caridad efectiva. Y en muchas partes del mundo, no lo dudo, se está respondiendo a las necesidades apremiantes de este momento. Sólo Dios sabe todo lo que se está haciendo ante esta realidad: Misioneros Vicentinos, Hijas de la Caridad y laicos de nuestra Familia Vicentina están haciendo el bien con efectividad y en silencio; con certeza sus nombres estarán inscritos en el “libro de la Caridad” (SVP) que sólo el Señor misericordioso conoce.
Esta solemnidad de la Santa Fundadora, única en la historia, sin templos llenos, ni hermosos arreglos florales, ni angélicos coros, sin predicadores eximios de alta teología…pero sí con la más extraordinaria celebración nunca antes vivida: en las covachas de los pobres, con la atención a los cristos deambulantes de las calles, en las salas de los hospitales y junto a los ancianos y moribundos en las casas de mayores o, en las salas de ambulatorios improvisados… Hoy más que nunca, Vicente y Luisa sonríen desde la celestial mansión porque su vida, carisma y misión no murieron en 1660. ¡ALELUYA! ¡ALELUYA!
Marlio Nasayó Liévano, c.m.
Provincia de Colombia