San Vicente de Paúl en la gloria presentado por la Virgen María a la Santísima Trinidad. (Anónimo Ligurio de mediados del siglo SVIII) Génova-Iglesia de la Misión

Vicente de Paúl se acoge a la enseñanza eclesial en lo que a la devoción mariana respecta, como sucede en otros aspectos de la espiritualidad cristiana. De hecho, la presencia de María se desarrolla, en la vida del santo, de una forma moderada pero rica en elementos doctrinales donde se aprecia un sustancioso equilibrio entre los aspectos teologicos y los puramente relativos a la sensibilidad devocional.

1 – María en la vida de san Vicente de Paúl

Nuestro santo es discreto en el momento de expresar sus sentimientos religiosos, aunque es conocido su cristocentrismo. Por lo tanto, cuando Vicente se refiere a María lo hace en pos de Cristo: “Nuestro Señor y su Madre”, frase que repite en varias ocasiones. Por otro lado, su devoción mariana se expresa desde la propia tradición cristiana existente en los alrededores de su aldea: la Virgen de Buglose. Hacia ese pequeño lugar se dirige en peregrinación en un momento crucial de su vida cuando en el año 1623 visita, por última vez, su pequeña aldea y decide acercarse a un lugar querido desde su infancia. 

2 – María en su pensamiento

Cuando san Vicente hablaba a las Hijas de la Caridad tiene en la boca a María, más que cuando se dirige a los Misioneros. Nuestro fundador considera a María como una mujer de pueblo más que como una escultura sostenida por su pedestal. De esta manera la veía representada en cada mujer: “Si tienen que tratar con una mujer, piensen que están tratando con la Santísima Virgen”, les dice a las Hermanas. En las conferencias se destaca el papel de María en la vida de las Hijas de la Caridad, a las que recomienda rezarle con asiduidad, particularmente en la oración del rosario. Además utilizaba frecuentemente la fórmula: “María, única Madre de la Compañía”, la cual se converte en algo habitual a lo largo del tiempo para toda Hija de la Caridad. En las Reglas, también en las de los Misioneros, está presente esta jaculatoria como llamada a la alabanza, invocación y, ante todo, a la imitación.

3 – María en la tradición vicenciana

Especialmente para las Hijas de la Caridad se ha llegado a hablar de un particular sello mariano en su espiritualidad. Este elemento fue reforzado por los acontecimientos históricos surgidos en el siglo XIX:

  • Las apariciones de la Beata Virgen María en 1830 a santa Catalina Labouré muestran la gran predilección que la Madre de Dios tiene hacia la Compañía, con una llamada a guardar con mayor observancia la Regla, el don ofrecido de la Medalla Milagrosa que las Hermanas, y Misioneros, han difundido con gran empeño.
  • La aparición de 1842 a Alfonso Ratisbonne en la Iglesia de “Sant`Andrea delle Fratte” de Roma, ha ayudado a reforzar la unión de toda la Familia Vicentina a la Virgen María, convirtiendo a Roma en una “segunda Roma”.

Se trata de dos sucesos que presentan todas las características de la sencillez vicenciana: todo sucede en el silencio y en la discreción, todo se manifiesta paulatinamente, pero desde un modo que deja una huella marcada en la vida de muchas personas.

De otro modo, estas efemérides son vividas e interpretadas como confirmación de la atención de María sobre las instituciones vicentinas, además de la invitación a vivir una auténtica devoción mariana desde un crecimiento a la imitación de la Madre de Dios en todos los hijos espirituales de san Vicente. Esto se constata en la vida de tantas Hijas de la Caridad que han sentido a María como apoyo en el camino de servicio y han sentido el compromiso de difundir esta particular devoción. Por tanto, los Misioneros, sobre todo en las Misiones Populares, han difundido el conocimiento y la devoción a la Medalla Milagrosa, generando entre el Pueblo de Dios un sentimiento de afecto e imitación hacia la Virgen María.

4 – María en nuestra vida

Conscientes del lugar que ocupa la Virgen María en nuestra vida y la importancia para nosotros del Misterio de Cristo, podemos mostrar algunos puntos de reflexión para llevar a cabo:

  • Relación entre la fe y la oración en nuestra devoción mariana. Es importante no quedarse en un simple sentimentalismo como indica el capitulo 8 de la Constitución Lumen Gentium, sabiendo que es necesario conjugar bien la devoción, el amor y la oración como un verdadero camino de fe para ser como “María, peregrinos en la fe”.
  • Ver a María como modelo de una vida entregada a Dios – es el Sí de la consagración como alabanza a Dios pero también como compromiso vivido en el servicio hacia el otro. Podemos ver a María como Estrella de la evangelización, es decir, anunciar a Cristo y a su Palabra, y como icono de caridad, o sea, servir como ella a servido: con rapidez en totalmente.

Una verdadera y auténtica devoción mariana se convierte en la voluntad profunda de fidelidad al mensaje de Cristo, una invitación a llevar cotidianamente las exigencias más fuertes y genuinas del Evangelio:

“No he visto jamás una Compañía que dé más gloria a Dios que la vuestra. Ha sido instituida para honrar la gran caridad de nuestro Señor. ¡Qué felicidad, mis queridas hermanas! Ése sí que es un fin noble. ¡Estar fundadas para honrar la gran caridad de nuestro Señor, tenerlo a Él por modelo y ejemplo, junto con la santísima Virgen María, en todo lo que hacéis! ¡Dios mío, qué felicidad! ¡Qué dichosas son las madres que llevan a sus hijos a que hagan este ejercicio, que debe ser la continuación de aquel que hicieron en la tierra nuestro Señor y su santísima Madre! (ES SVP XI, 739)

P. Mario Di Carlo, CM
Provincia de Italia