“Ahora… nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra no hablemos en ningún idioma,
por un segundo detengámonos, no movamos tanto los brazos.
Sería un minuto fragante, sin prisa, sin locomotoras,
todos estaríamos juntos en una inquietud instantánea…
No se confunda lo que quiero con la inacción definitiva:
la vida es sólo lo que se hace, no quiero nada con la muerte.
Si no pudimos ser unánimes moviendo tanto nuestras vidas,
tal vez no hacer nada una vez, tal vez un gran silencio pueda interrumpir esta tristeza,
este no entendernos jamás y amenazarnos con la muerte,
tal vez la tierra nos enseñe cuando todo parece muerto y luego todo estaba vivo.
Ahora contaré hasta doce, y tú te callas, y me voy”.

Pablo Neruda

Introducción

No sé en qué momento de la crisis estas palabras les llegarán a ustedes. Los cambios son tan rápidos e impredecibles que escribir se hace casi imposible. Escribo en el día de la Pascua a la espera de que ella suceda mas allá del calendario litúrgico. Sigo a la espera de la vida y espero poder preguntarle a la muerte dentro de poco tiempo: ¿Dónde está tu victoria?

Ingenuamente se ha dicho que el virus nos hace iguales, pero la verdad es que el virus ha puesto en evidencia la escandalosa desigualdad entre las personas y los grupos sociales, el desajuste increíble de los servicios sanitarios, la vulnerabilidad asombrosa del modelo económico global, la fragilidad de las relaciones humanas mas elementales y la pobreza del liderazgo mundial.

‘Quédate en casa’ significa para un grupo pequeño elegir dónde pasarán de recreo los días de la cuarentena, mientras que para millones significa quedar encerrados con toda la familia en un espacio muy pequeño donde se generan muchos inconvenientes: ¿si no trabajo hoy que comeremos mañana? La violencia doméstica, la tensión y el stress emocionales, la incapacidad de atender las necesidades básicas de los hijos, o de la salud e inclusive de tener una prueba en caso de presentar síntomas, el virus afuera puede significar el hambre adentro.

Cumplir las medidas sanitarias no es posible para muchísima gente que se encuentra hoy mismo entre la espada y la pared. Pareciera que para ellas/os la opción es entre morir de hambre o morir infectados por el virus. Para muchas hermanas y hermanos esta situación límite de hoy se parece a la situación límite/hecatombe de Israel y están esperando una palabra y una acción profética que no les abandone, que mantenga viva la esperanza y que se ponga a su lado ahora más que nunca. Hoy no podemos abandonar a los mas pobres, pero ¿cómo acercarnos?, ¿Cómo estar ahí en tiempos de distanciamiento físico?

1. Las Situaciones Límite y la Vulnerabilidad de lo Humano

La pandemia que vivimos -muerte, sufrimiento, miedo, incertidumbre, desempleo, separación física- ha puesto lo humano en la línea divisoria entre el ser (lo conocido) y el no ser (lo inesperado). Al caer en una situación límite la persona tiende a liberarse, según Jaspers, de todos los convencionalismos, normas externas y criterios socialmente aceptados, que algunas veces lo ataban y que son una nota característica de la esfera “existencia humana”. Al permitir a la persona pasar del ser “no auténtico” al auténtico, la situación límite lo arranca de las trabas de la conciencia común, lo cual, según el existencialismo, no es capaz de hacer el pensamiento teórico, científico.

La situación límite que vive la humanidad hoy nos esta forzando a repensar todo lo que antes constituía el sentido de la vida… todo aparece como ilusorio hoy para la mayoría de la humanidad: el mundo de las apariencias, las extravagancias humanas, el consumo, las luchas por lo pequeño, nuestras propias seguridades.

En esta situación esperamos que la persona humana comience a comprender que este mundo y la forma de vida que asumimos, nos separa del ser real, transcendente, capaz de una solidaridad transformadora, capaz de entrar y quedarse en paz en su mundo interior y desde allí, de salir con lo mejor de ella misma, para dar la vida, para que la vida toda avance… Es en la situación límite donde la persona está más abierta y libre para encontrarse con Dios desde su, a veces, insoportable vulnerabilidad. Es en la situación límite donde logramos ver al otro como una posibilidad, una llamada y no simplemente como una amenaza. En labios de una chica podría decir: “bendita pandemia que nos has forzado a parar y a repensarlo todo”!

2. El Exilio Bíblico -situación límite de Israel-, foco histórico de reflexión de la Vida Consagrada para estos Tiempos de Pandemia:

El Exilio fue una hecatombe general: el pueblo perdió todo lo que había apoyado su fe y sostenido su existencia integral. La tierra, el templo, los reyes… Todo se vino al piso; la identidad se resquebrajó; sin poder, sin privilegio, sin rumbo, Israel se encontró perdido, sin horizonte. Todo oscuridad (Lam 3, 2.6), una experiencia de la nada, del caos; como si Dios hubiera rechazado a su pueblo para siempre (Lam 3, 43-45): “Acabó mi esperanza que venía de Dios” (Lam 3, 18), “ya no sé lo que es ser feliz” (Lam 3, 17), “Dios nos abandonó” (Is 49, 14). Mi amiga, infectada con el virus con toda su familia, saliendo de la unidad de cuidados intensivos donde estuvo 15 días en coma y con respiración artificial, me pregunto por teléfono: ¿Dónde está Dios, nos ha abandonado? Preguntaba sin saber que sus tres hijos estaban saliendo ya del hospital y que su marido estaba cercano a la muerte, en una habitación cercana a la suya.

Los profetas y las profetizas llevaron al pueblo a una nueva experiencia de Dios, del sentido de la vida, de las relaciones, de los afanes de cada día, de los intereses personales, familiares, comunitarios y nacionales. La situación límite es un tiempo para una profecía nueva, serena, cargada de esperanza por la visión de lo que viene, de lo que aún no conocemos, por la interpretación profunda de los signos de la historia.

¿Cómo se rehízo la profecía en Israel en tiempos de hecatombe?

a) Un ardor nuevo: de las cenizas sacaron motivos de esperanza, de la crisis, sentimientos de purificación y caminos de recuperación.

– Con una nueva percepción de Dios: Padre (Is 63, 16), Madre (Is 49, 15), Liberador, (Is 43, 14), Marido del pueblo (Is 54, 5), en la naturaleza, la historia y la política, Creador del mundo y del pueblo (Is 40, 28; 43, 15; 44, 6).

– Con una relectura del pasado: el pueblo ya no es una raza, la tierra ya no le pertenece a Israel, el templo ya no es de los judíos sino de los pueblos, la elección ya no es un privilegio. Todo se podría resumir en una doble convicción de libertad y de fidelidad: “No se preocupen de acontecimientos antiguos. He aquí que voy a hacer una cosa nueva. Ya está despuntando: no la perciben?” (Is 43, 18-19).

– Con una relectura del presente: con realismo, sentido crítico y conciencia de misión.

b) Un nuevo método (Cfr. Is 44-60): escucha y diálogo, ternura y acogida; sentido crítico para ver en la oscuridad; fe en un Dios fiel, amoroso, cercano y misionero.

c) Una nueva expresión: que hace transparente la realidad, la naturaleza, la historia y la política aliadas de los pobres; presencia de Dios en la vida del pueblo; nuevas formas de convivencia humana: “Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos, compartir el pan, vestir al desnudo.” (Is 52, 6-7); por la práctica continua del derecho y la justicia.

d) Misión del creyente: Isaías (61, 1-3). En medio de la crisis hay una llamada a la liberación integral y total de los que son vencidos por la incertidumbre, la injusticia general, el sistema opresor. Esta acción liberadora es acción de Dios y presencia de Dios en la vida de quienes se atreven a acercarlo a la historia.

3. Claves Hermenéuticas para la Vida Consagrada en esta Situación Límite:

a) La inserción en la crisis y la distancia con respecto a ella para interpretarla, para darle sentido: éste es quizás el aporte más necesario y el más propio de la profecía consagrada. La fe no nos aleja de la pandemia, sino que nos permite entrar desde fuera en su esencia, para abrirla a nuevos horizontes. Muchas comunidades religiosas han entrado en los últimos meses en procesos profundos de oración, discernimiento y visión profética, en comunión solidaria con la humanidad, con la tierra, con la historia toda.

Yo personalmente no resisto las mil y una teorías conspiradoras, los chistes xenófobos, racistas, misóginos, que abundan en la red virtual. El buen humor como mecanismo de defensa también tiene límites, de lo contrario se convierte en huida de lo que se nos hace difícil de asimilar. Este es tiempo para la profecía, y esta profecía reclama la osadía de entrar en la crisis sin miedo y con un profundo sentido del todo y del bien común.

b) La acción en red y la comunión con todas las instancias posibles de relaciones: comunidad, familia, barrio, trabajo, ciudad, país, planeta. “Todos en la misma barca” para salvarnos de la tormenta, con el diálogo, la escucha, la misericordia, el perdón, la tolerancia, la solidaridad. Se ha dicho con insistencia que el distanciamiento físico forzado por la pandemia es una extraordinaria oportunidad para la conexión en muchos otros sentidos. El aislamiento no es una opción para la Vida Consagrada hoy. Ya hay demasiada gente aislada en el mundo. ¿Como conectaremos al todo, familia humana, a aquellas/os que no tienen acceso al planeta virtual?

Estuve hablando con el consejo general de una Congregación, que están en cuarentena en Roma. Han perdido a varias hermanas y a muchas personas, en las casas para personas mayores que ellas atienden en varios países de Europa. Este consejo general decidió visitar juntas y virtualmente a todas las comunidades, sobre todo a las más golpeadas por la pandemia, para hacerse cercanas y solidarias. Me contaron historias tristes y muy conmovedoras y a la vez cargadas de una comunión y de una esperanza capaces de hacerse testimonio. Debemos encontrarnos ahora, encontrándonos pasaremos juntos el fuego de esta situación límite, encontrándonos rescataremos lo que habíamos perdido, encontrándonos volveremos a la esencia. Encontrarnos es lo que Dios hace cuando estamos perdidos.

c) La voluntad de conversión para un cambio de sentido y de paradigmas, con humildad y decisión, sinceridad y coherencia, más allá de las teorizaciones alienantes y las lecturas alarmistas, apocalípticas, pietistas, ingenuas. Ya hay quienes están hablando de un castigo universal del Dios que no detiene su ira contra una humanidad siempre alienada. El famoso exnuncio en los Estados Unidos, Viganó, convocó a los obispos para hacer un exorcismo general ya que ‘el demonio esta actuando’.

Detrás de la pandemia hay una oportunidad para que la humanidad reaccione antes de que sea demasiado tarde. Ésta es una oportunidad para todas/os, también para nosotras/o las/os consagrados de hoy. Cambiar de sentido y de paradigmas significa asumir un nuevo estilo de vida, ahora mismo. La nueva conducta frente a la vida es la manera más creíble de cualquier acción misionera, en esta sociedad ahogada en los muchos discursos sin sentido.

Algunas comunidades contemplativas en España han dedicado los días de la pandemia a un trabajo sin descanso para producir material de apoyo, como máscaras para los servicios médicos agobiados con la escasez de estos insumos. Esta es una acción directa en defensa de la vida de los que están al frente de la crisis en los hospitales y en muchos otros servicios sociales que no han parado durante la cuarentena. Este es un ejemplo sencillo y eficaz de lo que significa cambiar de paradigma cuando la realidad viola nuestra zona pura, nuestro estado de bienestar. No encontraremos paz dándole la espalda a la realidad para continuar nuestra vida como si nada pasara. La realidad nos fuerza a cambiar la manera como vemos y leemos, y sobretodo la manera en que estamos.

d) La actitud de silencio como asombro, descubrimiento, pregunta, decantación. Hoy debemos reconquistar el valor de la palabra para sanar la esperanza y para recuperar la audacia. La recuperación de la palabra y su sentido exige la recuperación del silencio y de la soledad. ¡Oh bendita pandemia que nos forzaste a callar y a estar solos! ¿Qué significa decir Dios más allá de las muchas comodidades dogmáticas en las que nos habituamos a vivir? ¿Qué significa decir Fe cuando la vida aparece tan vulnerable delante de nosotros? ¿Qué significa diálogo, la relación a través de la palabra, cuando nos habituamos a los rituales vacíos en los que la comunicación es un ejercicio superficial y aparente?

Qué importante es hoy la veracidad de las palabras, contra la pandemia de las “fake news”, de la mentira, del “nostradamismo”, del explicacionismo, y de la ideologización y la polarización. La veracidad a favor de la recta intención, la integración de todo y de todos. La verdad para que sean posibles los gestos, las comunicaciones, la corporalidad, la comunión. Si las palabras pierden su valor serán imposibles las más elementales exigencias humanas y evangélicas, como la liberación, el perdón, “un mundo nuevo y una tierra nueva”.

Son las tres, vengo del comedor, es el día de la pascua. En las mesas de seis solo nos sentamos tres. En casa somos 14: 7 de los Estados Unidos, 1 de Nigeria, 1 de la India, 1 de Indonesia, 1, de Vietnam, 1 de Eritrea y 2 colombianos. En las ultimas semanas, sin el afán propio de las tareas universitarias, me ha sorprendido gratamente ver que las comidas son largas y animadas por interminables conversaciones en las que las historias del pasado se mezclan con ejercicios simples de información mutua, interpretación de la realidad, lecturas de fe de la historia, noticias de acciones simples en favor de alguien, o simplemente un espacio para preocuparnos juntos y compartir nuestras angustias y nuestros miedos. Todas estas palabras del comedor tienen la antesala del silencio, del asombro, del sobrecogimiento… ¡entra en tu aposento! Rahner escribió que todos ‘los profetas vienen del desierto’, de la soledad y del silencio. La historia de hoy puede sanar la profecía cansada de la una Vida Consagrada sobrecargada por el activismo, incomunicada, desgastada por las palabras que fueron perdiendo su sentido.

e) La valoración de la persona humana y de la creación por encima de todo, sin ingenuidad para dar a la estructura, la política y a la economía su lugar. Que sobre la idea-verdad-conocimiento-dogma y sobre la decisión-bien-decisión-moral = relaciones funcionales “para”, prime el arte-belleza-estética-amor = relaciones gratuitas “con” el hermano-pobre-Dios, que no es sólo verdad bien, sino también persona-amor-encuentro-tejido.

En los últimos meses en muchos espacios de decisión sociopolítica y económica ha habido una gran controversia sobre la primacía de la vida sobre la economía, de la persona sobre la institución, del bien común sobre el bien individual. La crisis ha forzado la regeneración de la acción política. El liderazgo político del mundo se desenmascaró en las decisiones frente a la pandemia y los criterios que se han usado para tomar esas decisiones.

Tengo frente a mi los números de hoy: cerca de 2 millones de personas infectadas y mas de 120 mil muertos a nivel global. Pero estos números no me hacen perder de vista que se trata de personas, familias, comunidades, pueblos y ciudades… Estas muertes y estas infecciones rompen tejidos que se enlazan con otros tejidos rotos en la distancia. Desde la entraña me sale un grito que quisiera fuese universal: la vida está en el centro, no puede ser de otra manera. Pero decir esto hoy es un ejercicio muy complejo. Yo he defendido en la universidad donde trabajo que el bienestar de las personas es la esencia de nuestras decisiones, sin desconocer que ese bienestar también depende del bienestar de esta institución a la que ellas y ellos están vitalmente conectados.

f) El compromiso alternativo del creyente que no llega tarde sino “con el afán de quien tiene que apagar un incendio”, como decía San Vicente de Paúl del servicio de los pobres. Este compromiso une la obediencia con la vida, la fe con la acción liberadora, la verdad con la justicia, la participación con la rectitud. Es desde ahí desde donde el creyente grita a la tierra, la vida, la historia, que no es que las haya cambiado por Cristo sino que las ama tanto que las alcanza en Cristo.

Muchas personas consagradas y creyentes laicos están en las líneas del frente de atención a las víctimas de la pandemia. Su trabajo infatigable y su compromiso nos conmueven. Esta pandemia va dejando un lastre largo de mártires, de hombres y mujeres que han dado la vida por la vida misma. Algunas/os de ellos son nuestras/os hermanas y hermanos consagrados que sirven en los hospitales, las casas de atención a mayores, los servicios sociales, la atención a los sin-techo, etc. Bueno, dejo de escribir y me pongo en pie para aplaudirles y para agradecerles desde el alma misma su compromiso, su valentía, su decisión, su incansable martirio… y me pregunto qué más podemos hacer para ayudarles, para apoyarles en sus mil cansancios, en sus dudas y sus propios miedos. Debemos darles todo lo que necesitan para seguir con este servicio sin arriesgar un contagio. Yo he hablado con una y otra en las noches por el teléfono o en el computador y después de oírlos siento que la impotencia se me viene encima y me abruma profundamente.

g) La reacción de la naturaleza frente a la pandemia tiene su propia revelación.
Leo con interés algunos fenómenos que están sucediendo en muchos lugares de la tierra. En los lugares turísticos el agua de los mares volvió a ser multicolor, los delfines se han acercado de nuevo a las orillas, los pájaros vuelan por las ciudades, algunos animales salvajes deambulan por las calles desiertas, el cielo es más azul y los niveles de contaminación están en niveles bajos, la capa de ozono se recupera… Parece que la tierra toda y en ella todas las formas de vida se sintieran libres del virus más letal que les agobia permanentemente: la persona humana y su irracional estilo de vida.
Ojalá éste sea un momento definitivo en el compromiso global con la vida toda y no simplemente con la vida humana. Ojalá hoy logremos reconocer que todas las formas de vida están tejidas armónicamente de una manera misteriosa que revela la mano creadora de Dios que vela, sobre todo. Ojalá seamos capaces de entender el lenguaje de la naturaleza, su aparente alivio cuando nosotros desaparecemos. Ojalá entendamos lo que significa la resiliencia de la vida, la resiliencia de la tierra y desde ellas encontremos nuestra propia resiliencia.

Conclusión

Con esta pandemia enfrentamos preguntas sobre las dimensiones finales de la vida, individual y colectivamente. Al igual que los virus, nuestra humanidad común puede borrar las miserables barreras, los muros y las ideologías erigidas para mantenerlos alejados.

¿Cómo venceremos la pandemia?

1) A través de un compromiso y una colaboración sociopolítica y económica global. Las naciones de la tierra deben estar juntas ahora más que nunca para apoyarse en comunicaciones e información, atención de víctimas, desarrollo de medicamentos y vacunas, compartir abiertamente las mejores prácticas, y sobretodo generando una estrategia global que sea capaz de vencer este virus.
2) La atención seria a la ciencia y a la medicina. Los grandes científicos y expertos en pandemias y en enfermedades respiratorias tienen mucho que decirnos y que enseñarnos. Debemos escucharlos y seguir sus indicaciones.
3) El cuidado y protección de los cuidadores y defensores de la vida: en los hospitales, en las calles, en los servicios sociales. Debemos reconocer, proteger, rodear y apoyar a quienes nos están cuidando desde su vida misma.
4) La atención a los sectores de la población más vulnerables: los sin-techo, las personas mayores, las personas con condiciones de salud que las hacen vulnerables, los subempleados… Si no cuidamos de los más vulnerables ahora, habremos perdido la oportunidad de reconocer y de cuidar de la dignidad de toda persona y, además, el virus y sus consecuencias se quedarán con nosotros por mucho tiempo.

Para los creyentes y para nosotros los consagrados este es el tiempo para que el amor y la acción por la justicia sean creativos hasta el infinito…

P. Guillermo Campuzano, CM
Provincia de Oeste de Estados Unidos

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[1] Articulo publicado en la revista CLAR Mayo 2020

[2] Concepto de la Filosofia de Jaspers.