Hemos visto aparecer numerosos análisis en artículos y vídeos muy interesantes, y reflexiones sobre como la COVID-19 afecta la vida de la gente y las instituciones, y cómo este virus puede cambiar el mundo a largo plazo. Este artículo es una reflexión sobre estos análisis en el contexto de nuestra congregación y la Iglesia en general.

Alteración de las Reuniones

Cuando la Provincia de China concluyó su Convocatoria Provincial el día 6 de mayo de 2020, determinar de forma precisa el número de participantes se convirtió en un tema importante a debatir. El concepto tradicional de asistencia dicta que solo los que están presentes físicamente se consideran participantes. Sin embargo, por primera vez en la historia de los encuentros provinciales, un importante número de cohermanos participaron solo online. En la post-pandemia, podemos ver aumentado el número de participación online en las reuniones, dado que no podemos permitir que el virus, que podría convertirse en una enfermedad endémica, nos interrumpa frecuentemente. Nuestra congregación tiene un gran número de reuniones y formaciones, tanto locales como internacionales, y que aún necesitan participación física. Pero una nueva normalidad nos puede forzar a alterar el concepto, forma, sistema y modelo de participación. De igual modo, las compañías y las instituciones se han adaptado a un nuevo modelo de gobierno, trabajos y servicios para poder sobrevivir. También nosotros nos podemos ver forzados a ello (probablemente, a no mucho tardar).

Pese a que la reunión de los Visitadores de la APVC iba a tener lugar en la playa de Suva, Fiji, del 21 al 23 de abril de 2020, finalmente tuvo lugar el 30 de abril de 2020 en la comodidad de sus propias habitaciones vía internet. Fue un encuentro breve, centrado en los asuntos a tratar, privado de encuentros personales como los que suele haber en los encuentros ordinarios de visitadores. Este escenario podría convertirse en algo normal en la situación post-pandemia (obligados a encontrarse en la distancia, sin más opción que encontrarse virtualmente en distintas zonas horarias”. Por tanto, se convertirá en una necesidad para todos el aprender constantemente y actualizarse en internet y la tecnología basada en los ordenadores. Los cohermanos necesitarán estar formados tecnológicamente para poder lidiar con las nuevas y cambiantes situaciones. Las plataformas y las aplicaciones online que permiten organizar reuniones, conferencias y  encuentros son numeras y no paran de mejorar. Zoom, Google Hangouts o Skype son algunas de las muchas que tenemos disponibles en el presente, y que hace veinte años nunca imaginaríamos que podríamos comprar, mucho menos tenerlas gratuitamente. Nos compete a nosotros usar sus capacidades. Es más, equiparnos con infraestructuras adecuadas para las telecomunicaciones que nos permitan esta nueva forma de participación en un modo más eficiente ya no es un lujo, sino una necesidad. Rediseñar y optimizar salas de conferencias, casas de comunidad y centros de actividades para adaptarse a las exigencias de esta nueva forma de participación se convierte en una buena inversión de futuro, ya que puede ayudar también a dar forma a nuevos modos de convivencia comunitaria.

Reformar la convivencia comunitaria

El confinamiento previene que dos comunidades separadas se reúnan para encuentros por la posibilidad de transmisión del virus. Las políticas de confinamiento del Gobierno obligan a un cohermano que viene del extranjero a que se aísle en su habitación. La celebración de los 50 años de ordenación sacerdotal de un cohermano se tiene que cancelar a causa de las restricciones de reunión del gobierno. Estos escenarios se pueden convertir en normales en el futuro, lo que va a dar una nueva forma al modo en el que hacemos convivencia comunitaria. El coronavirus, y la posibilidad de que tenga cepas más viscerales aún en el futuro, puede impedir que nuestras reuniones comunitarias se mantengan como ahora, que se deban cancelar celebraciones, que se interrumpan los horarios de comunidad habituales y puede impedir que algunos cohermanos estén presentes físicamente. Pero esto no nos debe impedir crear una atmósfera de fraternidad, para mostrar de forma dinámica el espíritu de cuidado y unidad. Necesitamos encontrar modos en los que comunicarnos con los cohermanos en aislamiento y cuarentena, en la forma de conseguir encontrarse en comunidad, y en el modo de mantener el espíritu comunitario en tiempos de distanciamiento físico. La presencia física es la medida tradicional de la vida comunitaria (rezar juntos, comer juntos, hacer recreos juntos, celebrar juntos). Hasta ahora, “juntos” significaba “juntos físicamente”. Sin embargo, con las interrupciones al estar juntos físicamente, poco a poco tendremos que reformar ese concepto de vida comunitaria. Un cohermano puede celebrar su día con otros cohermanos y amigos en la comodidad de su propia casa (una especie de celebración virtual). Poco a poco llegará el momento en el que aceptemos que la presencia virtual es igualmente válida. Esto nos llevará a reflexionar sobre cómo humanizar el distanciamiento social.

Humanizar el distanciamiento social

Según el Merriam-Webster Dictionary, el distanciamiento social es la práctica de mantener una distancia física mayor de la usual con respecto a otras personas para evitar el contacto directo con dicha gente o los objetos en lugares públicos durante la epidemia de una enfermedad contagiosa, de tal forma que se minimice la exposición y reducir el riesgo de transmisión de la infección. En tiempos de pandemia de una enfermedad contagiosa como el coronavirus, la distancia social no es un acto negativo, sino que se convierte en un acto de cuidado y responsabilidad social, e incluso un acto de sacrificio. Así, necesitamos encontrar maneras de ver este distanciamiento social como una oportunidad en vez de como un problema. Superar la distancia física y social con un toque humano puede ser una respuesta. Misas en directo, en streaming, confesiones casa por casa… podrían ser el principio de algo más.

Nuestra vida y ministerio nos llama a hacer acercamientos que no sean mecánicos. Necesitamos un acercamiento personal en la administración de sacramentos que consiga hacer un impacto mayor en la gente. Las palabras de cuidado y los gestos de amor, incluso los pequeños, pueden tocar el corazón de la gente. Estamos llamados, más que nunca, a ser creativos a la hora de humanizar el distanciamiento social que se impone en nuestra vida y ministerios. El virus puede obligarnos a mantener una distancia física, pero no debería quitarnos la oportunidad de dar toques personales, simples pero importantes, a nuestra actitud cercana, a nuestra sonrisa amable, a nuestro espíritu positivo, a la creatividad en nuestras interacciones y la forma en la que prestamos servicios, ya sea personal o virtualmente.

Digitalizar el dar

Una congregación italiana afincada en Taiwán necesitó solo 7 días para conseguir una recaudación de 100 millones de NT$ (3.280.000 $) para Italia durante el pico de la pandemia. Además, los cohermanos y seminarios chinos afincados en EEUU y Filipinas recaudaron 720.128 renmibis (102.875 $) en tres semanas para el programa Vincent Helps de Filipinas. Estas dos actividades de recaudación de fondos tienen algo en común: el uso de las redes sociales. Rápido, sencillo, en una red mundial, actualizado y transparente. Por fin, la iglesia terrestre ha descubierto el poder de las plataformas digitales para ayudar a los pobres y los afligidos. El uso de esta clase de plataformas puede hacer que algunos nos agotemos, porque lo que es popular hoy puede estar obsoleto mañana. Así, una actualización constante y rápida sobre las últimas novedades en el mundo digital es importante, ya que pueden convertirse en nuestras principales vías de apoyo a los pobres. Saber que algunas provincias están luchando por crear estrategias y recursos para ganar fondos es una llamada a la congregación entera para encontrar modos más sistematizados y digitales de compartir recursos, para encontrar modos de sortear las restricciones gubernamentales y burocráticas y para equipar a gente con conocimiento e infraestructuras, que permitan lidiar con las exigencias de los nuevos rostros del sufrimiento.

Responder a los nuevos rostros del sufrimiento

El virus ha hecho pagar un carísimo peaje a una familia muy pobre del área marginal de Metro Manila. Solo dos niños sobrevivieron, los cuales serán más pobres ahora de lo que eran antes porque ahora son huérfanos. Un padre con cinco hijos e hijas no tiene trabajo ahora porque la fábrica para la que trabajaba está cerrada permanentemente. La pandemia ha dejado a los pobres aún más pobres y ha creado incluso pobres nuevos. Mientras el fatal virus se convierte en un factor prevalente en el futuro y la economía sufre por ello, más clases de pobreza se generan y los pobres se multiplican. Por tanto, necesitamos más recursos, una gran fuerza y estrategias sostenibles para responder de modo eficiente a estos nuevos rostros del sufrimiento. Solo podemos hacerlo con otros: mayor colaboración, cooperación estratégica y coordinación eficiente. Es bueno ver cómo los ejecutivos de la Familia Vicenciana entendieron esto rápidamente, sincronizando sus acciones, compartiendo recursos y creando un sitio web para mantener a comunidades pobres que sufren en la pandemia. Las Provincias y las casas locales necesitan abrirse y ser propositivas si quieren responder efectivamente ante estos nuevos rostros del sufrimiento, aliándose con otras organizaciones locales e instituciones para dar respuestas a largo plazo. Solo colaborando con otros podremos responder de forma efectiva.

Mientras nos enfrentamos a este futuro extraño a incierto, se nos presentan numerosas oportunidades para permitir que el espíritu de San Vicente de Paúl brille entre nosotros y los pobres. Es nuestra determinación, creatividad y amor por los pobres que mantendrá vivas la esperanza y la fe que San Vicente de Paúl recordaba a los cohermanos el 28 de junio de 1658 “la fe se ejercita maravillosamente en la enfermedad; la esperanza brilla resplandeciente; la resignación, el amor de Dios y todas las virtudes encuentran amplio lugar para su ejercicio en la enfermedad”.

Ferdinand Labitag, CM.
Visitador de la Provincia de China.
22 de Mayo de 2020.