Hoy presentamos la segunda parte de la entrevista, que la Oficina de Comunicación ha realizado al director y creador del documental “OPEKA”, Cam Cowen, que presenta la vida del misionero Vicentino Padre Pedro Opeka, CM, quien ha vivido gran parte de su vida en Madagascar ofreciendo un nuevo modo de vida a los más pobres. Continua con nosotros compartiendo esta bella historia misionera, narrada desde el punto de vista de un cineasta.

¿Cuánto tiempo pasó con el Padre Opeka para saber lo que quería contar y cómo hacerlo en su documental?

Supe enseguida lo que quería contar en la película. Hace poco tiempo me pidieron que describiera al Padre Pedro. Mi respuesta fue: “Poderoso. Sin miedo. Brillante. Genuino”. Quería dar a conocer esas cualidades. También, quise centrarme en él, como un hombre rico de amor por el prójimo, que da importancia a la educación, al trabajo duro, la salud y la dignidad, y que está consiguiendo algo extraordinario para otros con un gran sacrificio. No sólo se atreve a decir la verdad sobre las élites políticas, sino que acompaña sus palabras con un impresionante ejemplo de cómo se puede aliviar la extrema pobreza en su país.

Era importante también, presentarle como una persona íntegra, e intentar huír de una película que fuera adulación de un héroe. Si había imperfecciones, quería que se vieran. Si existían opiniones que podían resultar espinosas, quería que se oyeran. No es un superhéroe haciendo cosas de superhéroe. Es un ser humano haciendo algo extraordinario, y queríamos que su historia inspirase a otros intentar ayudar a los otros de un modo significativo.

Todas estas consideraciones son las que me llevaron a titularla “OPEKA”.  No quería ponerle “Padre Pedro” con un subtítulo sobre ser amigo de los pobres o algo así. Quería que el título fuera tan poderoso como él y capturara toda la personalidad de la persona.  Un eslogan no puede hacer eso. “OPEKA”, creo, sí que lo consigue.

El cómo contar la historia, sí me llevó mucho más tiempo. Mucho más. En una película en la que haces un perfil como éste, normalmente el director logra que las personas, bien conocedoras del sujeto, sean las relatoras de su historia. Yo quería hacer algo diferente. Anhelaba que el espectador estuviera con el Padre Pedro en su viaje de su cincuentenario en Madagascar, e incluso más, en su juventud en Buenos Aires. Después de algunos meses de conseguir la verité y lograr un metraje de archivo decidí con este fin, la mejor forma de estar con el Padre Pedro en su extraordinario viaje: ser él mismo el narrador de ese viaje. No obstante, pese a que él puso bastante resistencia, le persuadí para que me dejara entrevistarle con la cámara a fin de capturar su historia completa, desde la vida de sus padres, en la Eslovenia, la posguerra, hasta el presente. Pasamos semanas entrevistándole en un pequeño estudio, en sesiones de 3 o 4 horas, y a él no le gustó nada la experiencia. Detesta hablar de sí mismo, y prefiere referirse mucho más ampliamente a los niños, la pobreza y la política nacional y global. Así, una de las cosas, de la que me siento más orgulloso del rodaje es la de haber podido persuadirle para seguir con las entrevistas.

También quería usar algún tipo de sistema para representar el acompañar al Padre Pedro en el viaje narrado por él, y como pasamos tanto tiempo en el coche mientras nos llevaba por Antananarivo y lo contaba todo, nos dimos cuenta, durante la edición, de que conducir el camión era el “vehículo” perfecto para narrarlo. Nuestro poster oficial para la película intenta transmitir esta idea.

¿Cómo reaccionó el Padre Opeka cuando se le preguntó si podía hacerse un documental basado en su experiencia en Madagascar?

Al principio, se resistió. En su vida se ha dedicado completamente a los demás, y no le gusta hablar de sí mismo, sobre todo, en relación con sus pensamientos y experiencias privadas. Pero, creo que fui capaz de persuadirle de que sí podíamos hacer una película de calidad para la audiencia occidental, que llegara a lugares como Norteamérica, donde su trabajo no es tan conocido, siendo una oportunidad de conseguir fondos para Akamasoa. Recuerdo que, al final dijo; -si puedo ayudar a los niños, lo haré. Todo, para él, es ayudar a los niños.

Más tarde, sin que el Padre Pedro lo supiera, nuestra Productora (Sohei Productions) estableció una Organización caritativa en EEUU dedicada a proporcionar ayuda a los niños de Akamasoa: “MadaKids.org. Mientras “MADAGASIKARA” estaba en el circuito de festivales de cine, fuimos capaces de conseguir decenas de miles de dólares en EEUU y mandarlos a Akamasoa.

Ahora, que ya tenemos la fecha de estreno al público, prevista para finales de junio, y con “OPEKA” en el circuito de festivales de cine, esperamos ganar mucho más dinero. Hay organizaciones similares en muchos otros países que se dedican a conseguir dinero para Akamasoa, y esperamos que la película sea una ayude en estos esfuerzos.

¿Cuáles fueron los momentos más difíciles cuando rodaba el documental y cómo los superó?

Hubo algún que otro momento difícil. Uno, como ya se ha dicho, fue simplemente convencerle de que nos dejara hacer el documental. Tuve también que decirle que, como director, éticamente no podía dejarle decidir lo que iba o no iba a escribirse en la película, y que yo tendría que tomar las decisiones. Sabía que el Padre Pedro se tendría que fiar de mí. Sería el primer documental sobre él que se distribuyera en Norteamérica, y probablemente iba a definir su historia vital y su trabajo, creando Akamasoa. Afortunadamente, gracias a nuestro tiempo filmando “MADAGASIKARA”, creo también que por un estudio minucioso de riesgos y beneficios decidió confiar en nosotros.

Durante la filmación, hubo un momento difícil en un mercado de Akamasoa. Estábamos grabando al Padre Pedro mientras andaba por un mercado hablando con gente; y de repente, se le acercó una mujer ebria. Fue muy incómodo para el equipo de grabación, y la gente del mercado se estaba descontrolando; pero, el Padre Pedro solucionó el conflicto con mucha compasión y contención. Ese momento está grabado para la película.

Lo más difícil, sin embargo, fue presenciar lo que el Padre Pedro vive cada día. Fue difícil. Fue duro para nosotros el caminar con él por la ciudad cercana a Akamasoa, ya que el humo acre del quemado de basuras nos envolvía y agredía nuestros sentidos. Observamos gente, familias en su mayoría descalzos, cavando para encontrar piezas de ropa, plástico y metal para vender.

Fue muy doloroso, también, ver los funerales que se celebraban frecuentemente, sobre todo los de los jóvenes. El Padre Pedro sabe que su trabajo no está hecho todavía.

Sin embargo, estos momentos difíciles quedan tapados por los momentos alegres que experimentábamos cada día. Akamasoa es, en cierto modo, un oasis en una tierra empobrecida, y fue un privilegio presenciar la alegría natural de los rostros de los niños de allí, y su expectación ante una vida educada y saludable.

 

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