El Papa Pío XI, llamado el Papa de las misiones, el 3 de octubre de 1926, elevó a los altares a ABBA GHEBRA MICHAEL. Hasta ahora, es el primer misionero vicentino africano, a quien oficialmente se le ha colocado la aureola de santidad.
Ghebra Miguel: el buscador incansable de la verdad:
Nacido en el cristianismo copto, habiendo dejado los rebaños de su casa, entró en la vida monacal y luego de su formación religiosa, y habiendo hecho su profesión de vida consagrada, con el permiso de los superiores se dedicó a recorrer las bibliotecas y monasterios de su patria Etiopía, buscando la autenticidad de la persona de Cristo y de su verdadera Iglesia. Sólo cuando tuvo plena certeza de la sana doctrina en la Iglesia Católica, encontró paz en su alma, y con clara y decidida opción por ella, halló aquí la serenidad y el sosiego que había buscado durante varias décadas: No le importaron ni los desprecios de su familia, ni las burlas de sus amigos, y ni siquiera las persecuciones (Rom.8,35-39), con tal de alcanzar la piedra preciosa por excelencia: Jesucristo y su Iglesia. (Mat. 13, 44-46).
Ghebra Miguel: el discípulo dócil a la voz del maestro:
El Abuna Jacob Mariam no se contentó con recibirlo en el seno de la Iglesia católica, sino que desde su conversión decidió acompañarlo y ser su guía. De Jacobis, era como lo dice el Papa Francisco “un pastor con olor a oveja”, un compañero de camino, que como Pablo Tarso le predica la palabra, le insiste a tiempo y fuera de él, le amonesta, reprende, exhorta con mucha toda paciencia y doctrina (2 Timoteo 4,2) y lo forma aún más con “el ejemplo de su sola presencia” S.V.
De tal manera, De Jacobis fue asertivo en su formación, y tan moldeable Ghebra, que, alboreando el año nuevo de 1851, el 1º de enero, le confirió la ordenación sacerdotal. Con razón exclamó nuestro obispo: “Quién más digno que él de las Ordenes Sagradas? Me juzgo, pues, dichoso de haber promovido como el primero su elevación a la dignidad sacerdotal”.
Son dos paradigmas para nuestra formación de hoy y de siempre: El pastor que orienta con las luces del Espíritu, la sabiduría de Dios, la guía de María, y el discípulo siempre abierto para descubrir la voluntad de Dios, en cada paso de su camino formativo.
Ghebra Miguel: de sacerdote diocesano a misionero vicentino:
Por una tradición que viene desde San Vicente, la pastoral vocacional entre nosotros ha sido por excelencia la del testimonio, pero a pesar de ello no han faltado los misioneros, que de una forma directa han invitado a muchos jóvenes a la Compañía. En nuestro caso, me atrevo a afirmar que la primera forma fue la que practicó De Jacobis con Ghebra Miguel. Lo cierto es, que nuestro mártir dio el salto saliendo del “clero de San Pedro” para ingresar en las filas de la “pequeña compañía”.
Al comunicar la noticia de la trágica muerte de Ghebra Miguel al Superior General de la Congregación el 29 de junio de 1858, a tres años de tan terribles sucesos, así se expresaba San Justino de Jacobis: «A este retrato del mártir Ghebra Miguel, he añadido un epígrafe latino, en el que lo llamo seminarista de la Congregación. Él no era en realidad sino postulante, porque su tiempo de vocación no podía contarse sino desde el momento de comenzar su seminario interno; ahora bien, en aquel momento se encontraba ya en prisión; no obstante, pertenecía ya de corazón a la Congregación». Epistolario 1518.
Y viene una pregunta final que hemos de reflexionar y orar: ¿Por qué en los últimos tiempos no han tocado las puertas de nuestra Comunidad sacerdotes diocesanos como Ghebra Miguel, Juan Francisco Gnidovec y Manuel Requejo? ¿No somos atractivos e impactantes con nuestro celo y dedicación? Queda la reflexión abierta para ti y para mí. Para tu oración y mi oración.
Marlio Nasayò Liévano, c.m.
Provincia de Colombia
Chinauta, Fusagasugá