1. Las siervas de los pobres enfermos en las Caridades de Paris
En 1630 aparecen en París las primeras Caridades o cofradías de la Caridad en tres parroquias de la ciudad: San Salvador, San Benito y San Nicolás de Chardonet. Pronto empezó a fallar el servicio realizado por las señoras de la Caridad. Unas se cansaron y a otras, sus esposos les impedían servir a los enfermos. Urgía encontrar sirvientas de los pobres en las Caridades. Es entonces, 1630, cuando San Vicente conoce a Margarita Naseau en Villepreux y la propone marchar a Paris con algunas jóvenes amigas suyas, atraídas por ella. En París se hizo cargo de su acogida y formación la Señorita Le Gras. Luego las ponía en contacto con las señoras de las Caridades, quienes las organizaban el servicio a los enfermos. En 1631 se declaró una fuerte epidemia de peste en Paris, aumentando el número de enfermos en todas las parroquias. Ante la necesidad urgente, los mismos párrocos y las señoras de la Asociación o cofradía de la Caridad invitaban a jóvenes aldeanas a servir a los pobres.
En febrero de 1633 muere contagiada de la peste Margarita Naseau. Su muerte fue la semilla enterrada en el surco que dio fruto abundante. Ella fue la primera en mostrar el camino a las demás, dirá San Vicente. Poco a poco, se fue juntando un grupo numeroso que crecía sin cesar. “Comenzaron a reunirse y a juntarse casi sin darse cuenta”, dirá el santo fundador. En los comienzos, sólo tenían unas semanas de instrucción global, que empezaba por la lectura, la escritura y las normas elementales de educación e higiene. Seguía la formación cristiana a través del aprendizaje del Catecismo, la lectura espiritual, los Ejercicios Espirituales y la iniciación en la oración mental según el método del Buseo que seguía, paso a paso, los Evangelios. Y enseguida se las lanzaba a la acción. Eran sólo una especie de apéndice de las cofradías de la Caridad de cada parroquia. Por eso estaban sometidas a las Damas de la respectiva cofradía, sin lazo comunitario que las uniera. De ahí que empezara a llamárseles “les filles de la Charité”, es decir, las muchachas de la Caridad. Posteriormente se les llamó las muchachas de la Señorita Le Gras, por ser ella quien las formaba y finalmente el pueblo, al ver lo que hacían les llamó Hijas de la Caridad. No llevaban hábito, sino el modesto vestido de las aldeanas de los alrededores de París. Tampoco vivían en conventos, sino simplemente en “casas de alquiler”. No harían “noviciado”, los meses de formación se llamarían “seminario”. Luisa de Marillac fue la encargada de formarlas y dirigirlas.
2.- La fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad
Tras la muerte de Margarita Naseau, Luisa de Marillac se siente impulsada a reunir en Comunidad a las primeras sirvientas de los pobres enfermos. El Señor Vicente la frena y la hace esperar con paciencia la voluntad de Dios: “En cuanto a lo otro, le ruego, una vez para siempre, que no piense en ello hasta que nuestro Señor haga ver lo que Él quiere, ya que ahora le da sentimientos contrarios. Se desean cosas muy buenas, con un deseo que parece ser de Dios. Y sin embargo, no siempre lo es. Dios lo permite para que el espíritu se vaya preparando a ser como Él desea. Saúl iba buscando una pollina y se encontró con un reino. San Luís buscaba la conquista de Tierra Santa, y se encontró con la conquista de él mismo y con la corona del cielo. Usted busca convertirse en sierva de esas pobres muchachas, y Dios quiere que sea sierva de Él y quizá de otras muchas personas a las que no serviría de otra forma. Y aunque sólo fuera sierva de Dios, ¿no es bastante para Dios el que su corazón honre loa tranquilidad de nuestro Señor?” (S.V.P. I, 175).
Hacia la fiesta de Pentecostés de 1633, ella insiste de nuevo, pero su director espiritual, Vicente de Paúl, no lo tiene claro: “En relación con el asunto que lleva entre manos, todavía no tengo el corazón bastante iluminado ante Dios por una dificultad que me impide ver si es ésa la voluntad de su divina Majestad. Le pido, señorita, que le encomiende este asunto durante estos días, en que Él comunica con mayor abundancia las gracias del Espíritu Santo, así como el propio Espíritu Santo. Insistamos, pues, en nuestras oraciones y manténganse muy alegres” (S.V.P. I, 251-252)
Luisa hace Ejercicios Espirituales en Pentecostés de 1633 y ve con claridad la necesidad de reunir a las sirvientas de los pobres en Comunidad, conforme a la inspiración recibida en la Luz de Pentecostés, diez años antes. Vicente de Paul se retira a hacer Ejercicios Espirituales en agosto-septiembre de 1633 que resultaron decisivos. Al final de este retiro, el señor Vicente, su director espiritual, escribe una carta que equivale a una señal de luz verde: “Le suplico, señorita, en el nombre de nuestro Señor, que haga todo lo posible por cuidarse, no ya como una persona particular, sino como si otras muchas tuviesen parte en su conservación. Estamos en el día octavo de nuestro retiro; espero llegar al décimo con la ayuda de Dios. Creo que su ángel bueno ha hecho lo que me indicaba en la que me escribió. Hace cuatro o cinco días que ha comunicado con el mío a propósito de la caridad de sus hijas, pues es cierto que me ha sugerido el recuerdo y que he pensado seriamente en esa buena obra; ya hablaremos de ella, con la ayuda de Dios, el viernes o el sábado, si no me indica antes otra cosa” (S.V.P. I, 265-266)
Los meses siguientes fueron de discernimiento sobre las jóvenes, sirvientas de los pobres en las Caridades de París, que debían constituir el primer núcleo de la nueva comunidad. Todas tenían experiencia del trabajo con los pobres en las caridades parroquiales. El 29 de noviembre de 1633, vigilia de San Andrés, un pequeño grupo de muchachas escogidas, cuyos nombres desgraciadamente no conocemos, se instalaba en el domicilio de la Señorita Le Gras para iniciar su educación en las “sólidas virtudes”. Había nacido la Compañía de las Hijas de la Caridad. Margarita Nassau no pudo ser del grupo. Unos meses antes, en febrero de 1633, había fallecido, víctima de su caridad heroica.
3.- Acontecimientos providenciales
El 31 de julio de 1634 el grupo estaba formado por 12 jóvenes. San Vicente les explica el Reglamento escrito por Luisa de Marillac. Ella misma recogió la Conferencia. Ambos están convencidos de que Dios es el autor de la Compañía y de que se trata de una obra buena para la Iglesia y los pobres: “Es el comienzo de un grandísimo bien, que quizás dure perpetuamente. Sí, hijas mías, si entráis en la práctica de vuestro reglamento con el plan de cumplir la santísima voluntad de Dios, hay grandes esperanzas de que vuestra pequeña comunidad dure y aumente” (S.V.P. IX/1, 28)
Cuando el fundador hace relectura de los acontecimientos que dieron lugar al origen de la Compañía trece años después, en la conferencia del 13 de febrero de 1646, el santo hace coincidir la confluencia providencial de varios acontecimientos y realidades históricas:
- El acontecimiento de Châtillon y organización de las Caridades,
- la existencia de las Cofradías de la Caridad en París,
- la presencia de Margarita Nassau, y
- la inspiración de Dios sobre Luisa de Marillac y su dedicación incondicional.
Por eso, en julio de 1642, san Vicente hablando de Margarita Nassau dirá: “Ella fue la primera Hija de la Caridad que abrió camino a las demás”. Margarita fue la estrella que abrió y guió el camino.
Poco antes de su partid de este mundo, después de la muerte de Luisa de Marillac, San Vicente afirma rotundamente convencido: “Tenéis que poner vuestros ojos en la que es vuestra madre, porque os ha engendrado! No os habéis hecho a vosotras mismas, hijas mías; ha sido ella la que os ha hecho y os ha engendrado en Nuestro Señor… ¡Qué hermoso es todo esto!” (IX/2, 1232, 1238).
León Celier afirma en 1951 en su obra Les filles de la Charité: “Las Hijas de la Caridad son lo que San Vicente quiso y Santa Luisa hizo”.
Sor Mª Ángeles Infante, HC