Desde hoy comenzamos la reflexión acerca de la Enciclica “Fratelli Tutti” del Papa Francisco, desde una mirada muy nuestra, desde una mirada vicentina. En esta reflexión y recorrido por la Fratelli tutti nos ayuará el padre Aarón Gutierrez, CM, Asistente General. Que disfruten la lectura.

 

 

Si quisiera encontrar una razón para leer y aprovechar “Fratelli Tutti”, la nueva encíclica del Papa Francisco, me fijaría en su planteamiento de la “Caridad Fraterna” que, según reza el mismo Vicente de Paúl, es “una señal de predestinación, ya que por ella es como se reconoce al verdadero discípulo de Jesucristo”. Quien piensa en el amor fraterno, piensa en el mandato de Jesucristo “Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros1”. Amar de esta manera es la manera humana más concreta de manifestar un intenso amor a Dios, quien en palabras de Jesucristo dijo: “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí2”. Estas verdades forman parte del espíritu vicentino por lo que puede parecernos que no tienen nada nuevo. Y es posible que muchas de sus afirmaciones las encontramos ya en la doctrina social de la Iglesia, o en los escritos de anteriores pontífices. Solo hemos de tener claro que el papa no intenta ser novedoso. Ni siquiera trata -dice el pontífice-, de “resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos”. El deseo del papa es mover a la humanidad entera, a reflexionar y dialogar “frente a las diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, (para que) seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad” (FT 6).

En el fondo, esta encíclica trata de unir diversos sueños que, desde la realidad del mundo hodierno, son exigencias de la más elemental humanidad: la inclusión de todos los humanos en distintos sentidos; el sueño de que todos seamos hermanos sin opacar las diferencias, pero tampoco, sin resaltarlas al grado que se está haciendo hoy; la quimera de una “amistad social” que se nutra de la justicia, de la solidaridad, de la equidad, y demás; la fantasía de que todos consideremos el mundo como “casa común” y nos dispongamos a cuidar de él, porque es también, el escenario donde Dios realiza sus maravillas. El espejismo de que todos contribuyan a la armonía y a la paz en el mundo. Desde ésta profusión de sueños, el papa ha elegido interpelar al mundo desde la figura del Buen Samaritano3. Una figura que, por sí misma, amplia las dimensiones del amor afectivo y las consecuencias del amor efectivo, temas tan queridos en los seguidores de la mística vicentina de la Caridad.

Como en sus otras encíclicas, el papa parece haber utilizado el método ver, juzgar y actuar. Su discurso empieza por analizar en breve, algunos problemas que aquejan a la humanidad en el momento actual y desdicen del amor a Dios y del amor al prójimo. Continúa dejándose interpelar e iluminar por el Evangelio, y finalmente, propone una serie de reflexiones en orden a pensar, y a gestar un “mundo abierto” a la humanidad, mediante una caridad fraterna que va más allá de la pertenencia a una religión, raza, entidad corporativa o geográfica.

 

 

a. La fraternidad abierta… camino de una “nueva Humanidad”.

“La fraternidad abierta”, entendida como la capacidad de “reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite… (FT 1) “…más allá de sus colores, sabores, culturas, que implican el reconocimiento de su dignidad y de sus culturas, sabores y olores, de su vida, de su dinámica, de su grandeza, …” es la posibilidad de “encontrar nuevos caminos para la humanidad el día de hoy”. Como es obvio, la propuesta del Pontífice se arraiga en la experiencia cristiana del amor de Dios4, del cual se desprende el valor del amor fraterno que por sí mismo, abre a las personas a la comunicación y al diálogo. A pesar de que esto parece muy claro en la encíclica, el uso del concepto “fraternidad” no ha gustado y hay quienes lo ven cercano a la masonería. Pero el concepto fraternidad en sí, tiene múltiples sinónimos, entre ellos, hermandad, concordia, compañerismo, cofradía, etc. Visto sin prejuicios, y en un buen castellano, es fácil entender que se refiere a personas que se adhieren entre sí, basadas en el amor, o en la amistad.

a.1 Los actores de una fraternidad abierta

Consciente de que el individualismo y el corporativismo son de los principales clavos del mundo moderno, su santidad comunica sus sueños de inclusión y de unidad de todos, hombres y mujeres, religiones, sociedades y demás, en la tarea de crear la fraternidad abierta. Corresponde a todos los seres humanos hacer suyo este sueño: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos, un deseo mundial de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos». Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos” (FT 8). “Soñar”, recuerda un slogan muy traído y llevado dentro de la Familia Vicentina, que ha impulsado bellas experiencias de unidad y comunión en las últimas décadas. Sueño capaz de descubrimos nuevas posibilidades de extender el espacio de nuestros sueños, y “abrirnos” a una colaboración más extensa con nuevas formas de hacer efectiva la Caridad. Es importante reconocer que la humanidad pasa por un momento crítico de grandes vuelos, cuyo eje principal es la existencia de fraternidades cerradas y excluyentes, que intentan hacer valer las decisiones de unos pocos, sobre la mayoría de la humanidad. La Iglesia misma no está exenta de tentaciones y caídas en posturas de éste tipo. Intentar “abrir” a las personalidades curvadas sobre sí, y al mismo tiempo, acoger a todas las personas de buena voluntad, llamarlas a no dejarse vencer por las dificultades y apuntar a horizontes de esperanza, es un bello gesto de confianza en la humanidad.
La esperanza de realizar este sueño descansa en la estructura misma del ser humano, donde existe ya, cierta apertura al amor infinito que lo lleva más allá de sus propias limitaciones. Al buscar la realización del sueño de “una fraternidad abierta” la esperanza se transforma en un desafío urgente. Desafío que se hará realidad si “todos” nos involucramos en este camino de superar las barreras del encerramiento y la exclusión, y a crear las posibilidades de vivir esa nueva humanidad transida por el amor fraterno, soñada por Dios mismo para sus hijos.

1. Puntos que, en el mundo actual, merecen atención y cuidado.

El desarrollo de la fraternidad universal se ha visto frenado por las sombras de un mundo cerrado y excluyente: “ha ido creciendo la ambición, la concepción de la vida individualista, la satisfacción y el considerar como verdad aquello que es mi interés y el abandono de una consciencia histórica que reconoce el valor de la humanidad más allá de esta enorme comunicación que existe”. No es que hayan faltado sueños de paz, de justicia, de unión, de integración, de desarrollo, sólo que no se han llevado a cabo. Se han roto por priorizar un sistema de vida basado en el apuro, el lucro, las finanzas. La presencia de nuevas formas de “colonización”, entre ellas el “coloniaje cultural”, se extienden como un “modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción”. Los nuevos colonialismos crean vacíos de sentido que, no solo distorsionan las palabras, sino que tocan la esencia de los valores propios del seguimiento. El enrarecimiento gradual de la conciencia histórica, a causa de “una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos” (FT 11) permite suponer que la historia, en vez de avanzar, retrocede.

Cada vez es más evidente la carencia de un proyecto funcional para todos. Salta a la vista el crecimiento de los descartados de la humanidad, para favorecer los intereses de “un reducido número de personas con derecho a vivir sin límites” y en un constante despilfarro. Así mismo, que los derechos humanos no son iguales para todos. Proliferan las injusticias toleradas, y hasta provocadas, por los organismos que gobiernan el mundo (FT 22-24). Se crean continuas situaciones de conflicto, miedo, soledad e inseguridad social: “Guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana se juzgan de diversas maneras según convengan o no a determinados intereses, fundamentalmente económicos. Lo que es verdad cuando conviene a un poderoso deja de serlo cuando ya no le beneficia. Estas situaciones de violencia van «multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar una “tercera guerra mundial en etapas”». (FT 25)

La carencia de modos efectivos para controlar la globalización y el progreso, entorpecen grandemente la responsabilidad de buscar el bien común. Las leyes del mercado y la tecnología generan un mundo que corre sin rumbo. Los desastres causados por la pandemia sin una explicación clara (FT 29-36) Las “fronteras” que mutilan la dignidad humana de los migrantes, frecuentemente lacerada por traficantes sin escrúpulos: de drogas, de personas, de órganos, y demás (FT 37-41).

Si, por una parte, el mundo de la comunicación ofrece grandes posibilidades, de otra parte, generan masificación e inconsistencia con sus redes frívolas y creadoras de falsas expectativas, “las relaciones digitales, que eximen del laborioso cultivo de una amistad, de una reciprocidad estable, e incluso de un consenso que madura con el tiempo, tienen apariencia de sociabilidad. No construyen verdaderamente un “nosotros” sino que suelen disimular y amplificar el mismo individualismo que se expresa en la xenofobia y en el desprecio de los débiles. La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad”. Parece evidente que los “mass media”, al servicio de lo espectacular y vendidas a los intereses del mercado, pecan también de deshonestas y manipuladoras: divulgan verdades a trozos, contribuyen a una “información sin sabiduría”, sin la capacidad de reconocer y respetar el valor de la persona, unidad básica para la construcción de la humanidad que necesitamos.

El sometimiento de los países pobres a los estándares creados por los países ricos, tiene serias consecuencias psíquicas. Por ejemplo, el autodesprecio, muy bien aprovechado por el proceso globalizante en su tendencia a “homogeneizar el mundo, afloran intereses de poder que se benefician del bajo aprecio de sí, al tiempo que, a través de los medios y de las redes se intenta crear una nueva cultura al servicio de los más poderosos. Esto es aprovechado por el ventajismo de la especulación financiera y la expoliación, donde los pobres son los que siempre pierden. Por otra parte, ignorar la cultura de un pueblo hace que muchos líderes políticos no logren implementar un proyecto eficiente que pueda ser libremente asumido y sostenido en el tiempo”.

La encíclica muestra a primera vista, un panorama sombrío. Sin embargo, el papa Francisco no duda en motivar al mundo con los testimonios de entrega y generosidad que se han dado en medio de la Pandemia. Si, de una parte, su exposición de la realidad mundial refleja una carencia de sentido de frente a los desafíos que presenta, de la parte contraria abre una serie de posibilidades para despertar la esperanza y continuar la tarea de construir la fraternidad abierta.

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1 Jn 13, 34.
2 Mt 25,40
3 Lc 10,25-37 FT no. 57

4 FT no. 4: «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios» (1 Jn 4,16). De ese modo fue un padre fecundo que despertó el sueño de una sociedad fraterna, porque «sólo el hombre que acepta acercarse a otros seres en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos, se hace realmente padre».