GIOVANNI BAPTISTA MANZELLA
Nació el 21 de enero de 1855 en Soncino, un característico pueblo medieval de la provincia de Cremona, Italia. Tras completar sus estudios técnicos, se incorporó al trabajo de su padre Carlo como colchonero, primero en el pueblo y luego en Lecco, en el distrito de Castello, donde se trasladó con sus padres en 1875. Allí conoció a San Vicente de Paúl, especialmente en la experiencia caritativa de la Conferencia Masculina de San Vicente.
Su director espiritual le dirigió a la Congregación de la Misión.
El 2 de noviembre de 1887 se presenta en la Casa de la Misión de Turín y el 21 de noviembre toma el hábito vicentino en el noviciado de Chieri. Fue ordenado sacerdote en la capilla del Seminario Arzobispal de Turín el 25 de febrero de 1893, teniendo entonces 38 años.
Durante los primeros siete años de su sacerdocio se dedicó casi por completo a la formación de los jóvenes. En noviembre de 1900 fue trasladado a Cerdeña, al Seminario Tridentino de Sassari, como Director Espiritual. En 1904 también emprendió la predicación de las Misiones al pueblo.
Fue nombrado superior de la Casa de la Misión de Sassari (1906-1912), y terminado este periodo, retomó la actividad de “predicación a tiempo completo” sin interrupción hasta 1926, cuando fue destinado de nuevo al Seminario de Sassari, de nuevo como Director Espiritual. Fueron los trece años de un apostolado particularmente intenso y fructífero, que lo hizo conocer en todos los ámbitos de la vida de Cerdeña.
También es característica de sus misiones, la famosa trompeta, tomada del pregonero que recorría la ciudad para dar avisos importantes. Lo llamaron “el trompetista de Cristo”. En sus escritos encontramos algunos rasgos significativos de esta espiritualidad del apostolado.
Otra característica suya fue el estilo de su apostolado. En una época fuertemente marcada por el socialismo anticlerical, supo realizar plenamente el principio vicentino de “evangelizar con la palabra y con las obras“. Así, las misiones populares de Manzella, dirigidas sobre todo a los sacramentos de la confesión y de la comunión general, terminaron con la fundación de las Damas de la Caridad y las Conferencias de San Vicente, y luego continuaron con otras fundaciones.
Por ello fue considerado con razón, como el San Vicente de Cerdeña por su gran actividad caritativa ya que supo ganarse el corazón de todos, creyentes, masones y socialistas. Verdadero padre de los pobres, nunca pudo negarles una limosna, llegando incluso a darles sus propios zapatos.
En 1927, cumplió otro de sus viejos sueños al reunir a las primeras Hermanas de Getsemaní en torno a la cofundadora Madre Angela Marongiu (1854-1936). Concibió esta nueva institución religiosa con un doble carácter apostólico y contemplativo: un apostolado sobre todo entre las jóvenes pobres de las aldeas, para posteriormente incorporarlas dignamente en el trabajo profesional, pero también una espiritualidad centrada en la Eucaristía y la Pasión del Señor.
La enfermedad que lo llevó a la muerte duró sólo diez días: una hemorragia cerebral lo sorprendió en plena predicación, quitándole completamente la vista: no en Sassari, sino en Arzachena, donde había sido enviado para un triduo de preparación para la visita pastoral.
Murió el sábado 23 de octubre de 1937, a las cuatro de la mañana, rodeado de los hermanos y hermanas que habían velado por él durante su agonía en la noche.
Era normal que la población comentara que “San Manzella” había muerto. De hecho, todo el mundo se refería a él de este modo desde hacía años, cuando se encontraba con él en las calles de Sassari y le pedía una bendición para su hijo o enfermo.
Oración para pedir la glorificación
del Siervo de Dios GIOVANNI BATTISTA MANZELLA y obtener graciasOh Dios, que prometiste exaltar a los humildes y hacer brillar como estrellas en la eternidad a los que enseñaron a muchos el camino de la justicia, glorifica a tu fiel Siervo de Dios GIOVANNI BATTISTA MANZELLA y haz que su nombre brille entre tus santos. Tú que has dicho: “Bienaventurados los misericordiosos“, recuerda la caridad y la paciencia del humilde hijo de San Vicente hacia los pobres y los que sufren, multiplica las gracias a los fieles que te imploran mencionando su nombre, para que veamos pronto a la Iglesia honrar su memoria y proponernos en él un nuevo modelo a imitar, un nuevo protector que nos ayude a alcanzar la bienaventuranza del cielo. Amén.