La llamada a una vida Feliz, Fecunda y Fiel Juan Sebastián Bustamante Caicedo, CM.

Es fácil hablar de lo que está por fuera de ti, de lo que no te toca, de lo que no te hiere, de lo que no te afecta; pero qué duro es tratar de explicarte a otro que espera en una palabra, una mirada, un gesto la contención de lo más único e irrepetible que te es propio; que espera eso que te hace don absoluto.

Mi nombre es Sebastián y deseo de todo corazón contarte un poco de mi vida, de mis sueños más profundos, mis intentos más heroicos y mis flaquezas más hondas; tengo que decirte que soy un soñador nato, que me veo surcando mundos a través de los encuentros, que me apasionan muchísimas cosas pero entre ellas la empresa del vivir desde la opción por Jesús el Señor, Maestro que con su Palabra  sana, hiere, interpela y transforma; espero seas lo suficientemente valiente como para sumergirte en estas líneas sin ahogarte en el intento.

Nací en un pequeño pueblo pintoresco y diáfano, donde la gente es particularmente gentil, donde las preocupaciones giran en torno al bienestar de la familia y de los vecinos; claro, no es la comarca de los Hobbits pero sí que se tejen relaciones que perduran durante toda la existencia. Allí aprendí los valores, paradójicamente únicos, de los pobres: el compartir, la escucha, la fiesta y el interés por aquel que sufre enfermedad, soledad y tristeza; cuando tenía catorce años perdí a mi Madre, lo que era vida se tornó grisáceo y repetitivo – ¡Qué duro fue aquel momento! – fue en medio de esa oscuridad donde brilló con fuerza la Providencia del Buen Dios, conocí a las Hijas de la Caridad, mujeres generosas, límpidas y con corazones de Madres que hacían de mi dolor esperanza, de mi noche amanecer y de mis cansancios sueños.

Así pasé a enfilarme en el servicio a los pobres, sin saber qué implicaba y qué valor supondría para mí, quería ser tenido en cuenta –era el dolor y la ausencia lo que me movía a desear cariño, sin saber que el Eterno me estaba dando más de lo que buscaba– con todo esto inicié la vida de parroquia, la música fue mi pasión y motor. – ¡Hay un encuentro de Jóvenes! – escuché en cierta ocasión, de inmediato me dispuse para asistir, deseaba sentirme lleno, por lo menos en el encuentro “sincero”; Dios hace bien todo, fue allí donde conocí al primer Misionero Vicentino, ¡Qué alegría, sencillez y cercanía! Resultó ser algo extremadamente apasionante y me dije: “seré como él”

Así la realidad de mi vida se entrelazó con el designio amoroso de  Dios, que surca los océanos de la indiferencia y el sinsentido, para abrazar sin temor al Hijo que se hizo pródigo; decidí entrar al Seminario, sería agradable ser como aquel buen sacerdote, sería genial encontrar paz y estabilidad, pero la verdad era que Jesús pasaba a ser, en todo el inicio de este recorrido, uno más, era el gran desconocido, todas mis fuerzas y deseos giraban en torno a mí, era yo y nadie más; ya podrás imaginarte lo que fue San Vicente en aquel momento: el Fundador y ya, el sacerdote bueno del siglo XVII que vivió para los pobres… fueron momentos de verdadera superficialidad en mi “respuesta” vocacional.

Era el año 2018 y me encontraba en el Seminario Interno, algo así como un noviciado, estábamos a mediados del año cuando se convocó al retiro anual donde participan todos los misioneros de la Provincia, es el momento del encuentro con el Señor que habla al corazón; te confieso con franqueza que allí “CONOCÍ”  a Jesús el Señor, no era ya la idea, las maneras, los relatos, los rezos y las reglas de estricta observancia que guardaba en la liturgia; era Jesús de Nazaret que vino a mi encuentro y desbarajustó la vida superficial que llevaba, para mí –te lo descubro con sinceridad profunda – fue el giro hacia Dios y su proyecto; fue el amor que tanto buscaba y deseaba el que experimenté en aquel momento.

Mirando al Señor todo se hizo realmente valioso e importante para mí; San Vicente se convirtió en Padre del camino, en guía del Espíritu, que me imprimía con su vida, deseos profundos de santidad, era sentir que Jesús “Me había enviado a Evangelizar a los Pobres.”

Si eres atento descubrirás que mi vida al igual que la tuya está repleta de acontecimientos significativos y transformadores… hasta aquí te he dicho algo de lo vivido, ahora quiero compartirte algo de lo soñado y como puede resultar fatigoso descifrarte todo lo que impulsa estos sueños, te los resumiré en tres palabras, donde encontrarás esperanzas que han ido forjando  este corazón que hoy se “expone” ante tu mirada.     

Ser vicentino es ser Feliz

Puede pasar que pienses que la Felicidad es lo más común, el sueño que entraña toda vocación y el objetivo que persigue todo hombre, es posible que así sea, pero yo he descubierto un tesoro incomparable: Con amor eterno te he amado por eso he reservado gracia para ti (Jr. 31, 3) El Hijo de Dios me amó y se entregó por mí (Gal. 2, 20) Cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti y lo bueno que ha sido contigo (Mc. 5, 19) No puedo en este escrito manifestarte enteramente lo que siento, pero sí te aseguro que es realmente de Dios; el amor que tanto buscaba lo veo hoy más que nunca reflejado en la entrega de Jesús por mí en la cruz, en su Palabra que sale a mi encuentro cada mañana, en su Cuerpo y Sangre que me dan vida y plenitud, en mis hermanos de comunidad que se lanzan a la vida desde la sencillez de un saludo, un abrazo, una sonrisa; lo veo en los rostros heridos de mis hermanos los más pobres, ¡son realmente ellos! los que con sus gestos me muestran que no soy yo el salvador sino el salvado, que no soy el fuerte sino el vulnerable, que apela a su misericordia para ser más de Jesús el Señor; son los pobres Maestros sin comparación.

Si esto no hace feliz, no sé qué lo hará; mi felicidad brota de la simplicidad de la vida, sumergida en el Espíritu que todo lo renueva y lo hace posibilidad.

Ser Vicentino es ser Fecundo

Quiero expresarte algo que puede ser difícil de reconocer por parte de nosotros los consagrados: Nos cuesta muchísimo orar e intimar con Jesús el Señor, es verdad que nos reunimos para rezar Laudes y Vísperas, pero es supremamente incómodo “perder tiempo” con aquél que sabemos nos ama, a veces creemos que es más oportuno dedicar el tiempo en tareas prácticas y “significativas” pero se hacen progresivamente estériles y vacías; nos determinan las circunstancias y recurrimos a la protesta y al descontento, que roba la esperanza y el sueño de Dios.

Ser Fecundo es ser un Misionero Orante y Místico, es aquel que logra abarcarlo todo porque se deja abarcar por aquél es el Todo; te cuento que las veces que he permitido que Jesús el Señor sea el centro de mi vida, la existencia se me ha hecho realmente bella, es como la primavera: brotan progresivamente las maneras del Señor, y los Pobres lo descubren y el Pueblo santo fiel de Dios lo nota, y se dejan apacentar y guiar, y es uno de igual manera apacentado y guiado por el Espíritu desde la comunidad.

Un vicentino que no se curte en la oración –y te lo digo: muchas veces me he alejado casi por completo del Maestro, por el afán de hacer y lograr – un vicentino así podrá llegar muy lejos pero con el rostro cansado, sin profecía, sin esperanza, sin nada que contar acerca de la salvación que ha experimentado, sin mensaje que de vida y vida en plenitud; ya lo decía el querido Chentico, como me gusta llamarlo, “Dame un Hombre oración y será capaz de todo”  y todo, es el todo de Jesús, es decir logrará ser el rostro amoroso y misericordioso del Padre eterno.

Ser Vicentino es ser Fiel

Te cuento que para Jesús no había nada más importante que la voluntad del Padre, fue el enamorado de los sueños del Creador, y de esa manera San Vicente supo leer todo lo que experimentaba, todo lo que veía, todo lo que le afectaba; siguió a su Maestro y Señor, y se dejó llevar de igual manera por los sueños de su hacedor.

Que paradójico que hoy no se pida tanto el fin de los sufrimientos –por lo menos no es de lo que más se habla – sino que se exige un mundo sin la carcoma de la indiferencia; para poder ser fiel se necesita estar despierto, se debe abrazar los acontecimientos con la mirada que comprende, perdona y se involucra hasta entregar la vida por otros; ¡Mira!… el proyecto de Jesús puede disolverse en ideas universalizadoras, pero es lo más concreto y común que puede existir, se es misionero, se es evangelizador y discípulo del Maestro en los espacios de la cotidianidad. La fidelidad es el resultado de un corazón que confía en su Señor.

No podemos negar que es nuestro deber asistir, evangelizar y dejarnos evangelizar por nuestros hermanos los Pobres, pero la cuestión es cómo; te confieso que descubro que es más con un corazón dispuesto, unos ojos abiertos y unas manos prontas para tocar con ternura, para servir con amor y para saludar con bondad, con lo que se logra ser evangelizador de los más indefensos; en mi corta experiencia misionera he descubierto que los pobres no piden de ti lo que haces o lo que dices, sino cómo lo haces y cómo lo dices… ¿haces y dices como Jesús?

 ¿Por qué ser Misionero Vicentino?

Creo que si has llegado hasta aquí, es porque en verdad eres valiente; no soy agradable de leer y puedo agotar prontamente… así que gracias.

En nuestras Reglas comunes hay una frase que me parece realmente iluminadora: “Es fundamental que (La Congregación – Misioneros) trate con todas sus fuerzas de revestirse del Espíritu de Cristo […] en su pobreza, castidad y obediencia; en su modestia; en el estilo de vivir y de actuar […] EN EL TRATO DIARIO”  (R.C # 3)

Te digo que Ser Misionero Vicentino no es más que la Proyección histórica de Jesús el Señor, es el hombre que se lanza a la vida con las maneras del Maestro: Cercanía, ternura y compasión. ¿Por qué ser Misionero Vicentino? Porque el mundo lo reclama, los pobres lo exigen, el Señor así lo sueña… vale la pena dejarse guiar por el Señor para dar vida en cada momento, para que detrás de la huella de un vicentino quede el brote de una flor, que tras una palabra y un toque puro y real se testimonie la sanación y liberación que tanto ansía nuestro pueblo… no es simple idilio sino realidad posible; solo se necesita querer vivir de Dios y para los otros. ¡ESTA ES MI VOCACIÓN!

Evangelizare Pauperibus Misit Me – Me ha enviado a evangelizar a los pobres.