El Papa Francisco compartió profundas reflexiones sobre la vocación sacerdotal y la vocación en general en su mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones 2023.
La riqueza de su mensaje puede ser de gran inspiración para todos los que estamos llamados al carisma vicenciano.
Antes de profundizar en el pensamiento del Papa Francisco, es importante reconocer la importancia de la vocación para la Congregación de la Misión. San Vicente de Paúl veía la vocación no sólo como una llamada a un servicio particular, sino también como una llamada al amor y a la santidad. Su visión de la vocación, enraizada en la caridad y la humildad, sigue inspirando y guiando a los misioneros de la Congregación de la Misión en su servicio a los demás.
La sinodalidad como vocación fundamental
El Papa subraya la importancia de la sinodalidad, o del camino común, como vocación fundamental de la Iglesia. Subraya que todos los bautizados, independientemente de su posición en la Iglesia o de su nivel de educación en la fe, son agentes de evangelización [1].
Esto recuerda el versículo de Mateo 28,19: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
La vocación: un don para todos
El Papa Francisco deja claro que la palabra “vocación” no debe entenderse en un sentido restrictivo, refiriéndose sólo a aquellos que siguen al Señor a través de una vida de especial consagración. Cada hombre y cada mujer, incluso antes de encontrar a Cristo y aceptar la fe cristiana, recibe a través del don de la vida una vocación fundamental: cada uno de nosotros es una criatura querida y amada por Dios; cada uno de nosotros ocupa un lugar único y especial en la mente de Dios[2].
Este concepto está en consonancia con el Salmo 139, 13-14: “Porque tú creaste mis riñones, me tejiste en el seno de mi madre. Te alabo, porque maravillosamente he sido creado, maravillosas son tus obras”.
La mirada de Dios: una llamada a la vocación
Según el Papa Francisco, toda vocación es un encuentro con la mirada de Dios, que nos llama. La vocación, como la santidad, no es una experiencia extraordinaria reservada a unos pocos. Hay vocación para todos, porque la mirada y la llamada de Dios se dirigen a cada persona [3].
Esto está en perfecta sintonía con Jeremías 1,5: “Antes de formarte en el seno materno, ya te conocía; antes de que salieras a la luz, ya te había ungido”.
Conclusión
La vocación, como nos recuerda el Papa Francisco, es un don que cada uno de nosotros recibe de Dios. No se limita a una llamada a una vida de especial consagración, sino que concierne a cada individuo y a su propia, única y especial llamada a la santidad y al servicio. Este concepto de vocación está en perfecta armonía con la enseñanza de San Vicente de Paúl, que veía la vocación como una llamada al amor y a la santidad.
El carisma, o don espiritual que cada uno de nosotros recibe, está estrechamente relacionado con nuestra vocación. Estos dones nos son dados para ayudarnos a vivir más plenamente nuestra vocación y para servir mejor a los demás en nuestro camino de fe.
Por último, la misión es la expresión activa de nuestra vocación y carisma. Es la forma en que ponemos nuestros dones al servicio del mundo, siguiendo el ejemplo de Cristo y respondiendo a la llamada de Dios. Tanto el Papa Francisco como San Vicente de Paúl nos recuerdan que nuestra misión está enraizada en el amor y el servicio a los demás, y que es a través de esta misión como vivimos plenamente nuestra vocación.
En conclusión, la visión del Papa Francisco de la vocación sacerdotal, junto con la enseñanza de San Vicente de Paúl, nos ofrece una profunda comprensión de cómo la vocación, el carisma y la misión se unen en una poderosa llamada al amor, la santidad y el servicio.