El reciente discurso del Papa Francisco durante la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa ofreció profundas reflexiones que pueden iluminar el camino de cualquiera, especialmente de los misioneros vicencianos, los seminaristas y los laicos con una posible vocación sacerdotal.
El Santo Padre subrayó la importancia del servicio, comparándolo con el acto de María que se apresuró a servir a su prima Isabel. Este servicio, realizado con amor y alegría, está en el corazón de la misión cristiana. Como misioneros vicencianos, estamos llamados a servir con el mismo espíritu, poniendo en el centro la alegría del encuentro con Cristo y con los demás.
Entre sus frases más poderosas, una resonó con fuerza: “Compartir la alegría y el servicio, la alegría en el servicio”. En estas pocas palabras vibra profundamente la esencia del carisma vicenciano. San Vicente de Paúl, fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad, siempre enfatizó la importancia del servicio a los pobres como camino para encontrarse con Cristo. Para los vicencianos, el servicio no es solo un deber, sino una fuente de verdadera alegría. Esta alegría surge de la conciencia de que, al servir a los más necesitados, estamos respondiendo a la invitación del mismo Cristo. La alegría vicenciana no es superficial o efímera, sino profunda y arraigada en la certeza de que, al servir con amor, estamos viviendo la verdadera misión del Evangelio. En este sentido, compartir la alegría y el servicio se convierte en un único acto de amor, donde la alegría es tanto el motor como el fruto del servicio auténtico.
El Papa también habló de la importancia del encuentro personal con Jesús, subrayando cuán esencial es renovar este encuentro cada día. Este mensaje es particularmente relevante para los seminaristas y laicos en discernimiento vocacional. El encuentro con Cristo no es un evento aislado, sino una relación diaria que requiere compromiso y renovación.
Otro punto destacado del discurso fue la invitación a “cabalgar las olas del amor”. Esta imagen, inspirada en las majestuosas olas de Nazaré, nos invita a sumergirnos en los desafíos de la vida con coraje y confianza, sostenidos por la gracia de Dios. Como “surfistas del amor”, estamos llamados a navegar las dificultades de la vida con la certeza de que el amor de Dios nos guiará.
En conclusión, el mensaje del Papa en la JMJ es un poderoso llamado al amor, al servicio y al encuentro con Cristo. Para los misioneros vicencianos, los seminaristas y los laicos en discernimiento vocacional, es una invitación a redescubrir la belleza de la llamada cristiana y a responder con generosidad y alegría.