En el año 2017, el Papa Francisco propuso que la Iglesia Católica celebrara, en el domingo anterior a la Solemnidad de Cristo Rey, “la jornada mundial de los pobres”. Este año, esa celebración cae el domingo 19 de noviembre y nos ofrece una ocasión providencial para reflexionar sobre el valor de este día para un vicentino. Por estar dedicado a los pobres, los preferidos de Dios, “nuestros amos y nuestros señores, y que somos indignos de rendirles nuestros pequeños servicios” (XI,273), ese día es fundamental para un vicentino. En efecto, la invitación a profundizar en nuestra vocación vicentina ese día no es opcional puesto que es determinante para la autenticidad de nuestro ser vicentino. La esencia del ser vicentino reside en nacer y vivir al servicio de los pobres. Así, la realidad de los pobres es primordial para un vicentino, ya que a través de ellos puede vislumbrar mejor la compañía de Cristo en su vida. San Vicente, al ver y descubrir la realidad de los pobres de su tiempo, cambió radicalmente su modo de vida dedicándola totalmente a cuidar de los pobres y a remediar sus necesidades materiales y espirituales. De ese modo, logró tener una clara convicción de haber hallado a Jesucristo (cf. XI,393). Por esta razón, se esforzó, sobre todo en tener con ellos “un amor inventivo hasta el final” y en comunicar a otros la pasión de no apartar su rostro al pobre[1] y de tender sus manos a ellos[2].
Como vicentinos, este día es de gran valor ya que nos invita a examinar y cuestionar la labor realizada a la luz de la pasión que Vicente de Paúl nos comunicó: ¿Qué hemos hecho con ella? Ciertamente, para reavivar esta pasión por los pobres, el vicentino actual tendría que redescubrir el rostro de los pobres. No obstante, descubrir el rostro de los pobres nunca ha sido una tarea fácil. Porque las sociedades humanas siempre les cuestan mucho ver, y, sobre todo, reconocer a sus pobres[3]. Hoy más que nunca, la celebración de esta jornada nos reta a ver y a reconocer a los pobres para después comprometernos con ellos. Pero, ese compromiso tiene que fundamentarse firmemente en el “realismo evangélico”.
La civilización moderna continuamente fabrica sus pobres. Esto hace que no podamos seguir hablando de los pobres en abstracto, deteniéndonos únicamente en las estadísticas. Los pobres de todos los tiempos tienen nombres y apellidos, son personas, tienen rostros, historias, corazones y almas, viven cerca y quizás bajo el mismo techo. Son hermanos y hermanas con sus méritos y sus defectos, como todos los demás, y es importante entrar en una relación personal con cada uno de ellos[4]. El grito de los pobres sigue resonando en nuestro interior, tal como advirtió el Papa Francisco en el rezo del Ángelus del domingo 29 de marzo de 2021 advirtió: “el grito de los pobres es cada vez más grave s y alarmante s, y requiere n una acción decisiva y urgente para convertir esta crisis en una oportunidad.”
Efectivamente, el grito de tantos pobres debería encontrar al vicentino en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderles y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, invitándolos a participar activamente en la vida de la comunidad[5]. Como miembro de la Iglesia, un vicentino no tiene soluciones generales que proponer para erradicar la pobreza. Sería también muy injusto pedirle a un vicentino que erradicara la pobreza en el mundo. Pero sí, mediante su testimonio y sus acciones al compartir con los pobres, los vicentinos pueden mejorar su existencia. Tal vez, compartir con amor sus recursos, alimentos, ropa y artículos de higiene personal con las personas necesitadas en el día mundial de los pobres no va a cambiar su condición de pobres, pero, con seguridad, va a mejorar su vida ese día.
Así pues, vicentino, en este día mundial de los pobres “si no puedes hacer grandes cosas, haz pequeñas cosas a lo grande” (Napoleón Hill). Recordemos, además, al celebrar esta jornada, que nuestro compromiso vicentino con los pobres debe tener como finalidad la gloria de Dios y el bien de los pobres. Por ende, la llamada a compartir con los pobres resuena con mayor elocuencia en el vicentino, puesto que su responsabilidad frente a la pobreza es aún más profunda. Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad[6]. Así pensaba también nuestro santo: “Que Dios nos conceda la gracia de enternecer nuestros corazones en favor de los miserables y de creer que, al socorrerlos estamos haciendo justicia y no misericordia” (VII, 90).
Este día es también valioso pues nos da la oportunidad de recordar que “la pobreza no es una maldición, es una situación. Puede ser superada por el esfuerzo humano.” (Nelson Mandela). De hecho, un gran número de vicentinos han ayudado con sus recursos a muchos pobres a superarse. Así, en cierto sentido, esta jornada es también para agradecer, ¿cómo no dar gracias a Dios por tantas personas que, en el silencio, lejos de los reflectores de la sociedad mediática, llevan a cabo con este espíritu acciones generosas de ayuda al prójimo necesitado? Son “personas de todas las edades y condiciones sociales que practican la acogida y se comprometen al lado de quienes se encuentran en situaciones de marginación y sufrimiento. No son superhombres, sino vecinos que encontramos todos los días y que en silencio se hacen pobres con los pobres[7].” Con sus nobles acciones han expresado la verdad de su ser. Es decir, personas que no han sido creadas para ellas mismas, sino para Dios y para los hermanos (cf. 2Cor 5,15). Esta jornada no es una jornada más. Al contrario, es una jornada que impulsa al vicentino a seguir con generosidad e inteligencia el ejemplo de Vicente de Paúl. Siguiendo sus enseñanzas el vicentino aprender a hacer de su vida un don total e imitándolo estará dispuesto a dar, no tanto algo de lo que posee, sino a darse a sí mismo.
Que esta jornada iluminada por la caridad y la justicia inspire nuestros corazones como vicentinos a no olvidar que ayudar a un pobre nunca está de sobra. Que podamos siempre “no apartar el rostro del pobre” y “tender nuestras manos al pobre.” Que reconozcamos que “nadie que haya aliviado el peso de sus semejantes habrá fracasado en este mundo.” (Charles Dickens). Que sepamos que, como amigos de Vicente de Paúl, marcamos la diferencia en este día. Y, también, que pidamos a la Virgen de la Providencia, patrona de Puerto Rico, que proteja a todos los pobres e ilumine el corazón de aquellos que podemos ayudar, a lograr para ellos una mejor calidad de vida.
Por Jean Rolex, C.M.
[1] Francisco (2023). Mensaje VI jornada mundial de los pobres: “No apartes tu rostro del pobre” (Tb 4,7).
[2] Francisco (2020). Mensaje IV jornada mundial de los pobres. “Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32).
[3] San Vicente de Paul y los nuevos pobres, in Cuadernos Vicentinos (1999). En tiempo de San Vicente de Paúl y hoy. Salamanca: CEME.
[4] Francisco (2023). Mensaje VI jornada mundial de los pobres: “No apartes tu rostro del pobre” (Tb 4,7).
[5] Francisco (2020). Mensaje IV jornada mundial de los pobres. “Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32).
[6] Benedicto XVI (2008). Mensaje para la Cuaresma. https://www.vatican.va/.
[7] Francisco (2023). Mensaje VI jornada mundial de los pobres: “No apartes tu rostro del pobre” (Tb 4,7).