A todos los miembros del Movimiento de la Familia vicenciana
ADORACION DEL SANTO-SACRAMENTO
ESTAR APASIONADO POR JESÚS
Queridos Hermanos y Hermanas en san Vicente,
¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!
En mi carta del 27 del de septiembre de 2016, los animaba a reflexionar sobre san Vicente de Paúl como «místico de la Caridad». Desde aquella carta, basándonos en las Reglas comunes y en las Constituciones de la Congregación de la Misión, hemos meditado sobre lo que hacía de él un místico de la Caridad.
En el capítulo décimo de las Reglas comunes, relativo a los fundamentos de nuestra espiritualidad, san Vicente sugiere que en la Eucaristía encontraremos todo.
En el Santo Sacrificio de la Misa, Jesús se ofrece en todo momento en algún lugar del mundo. La presencia de Jesús bajo las especies del pan y del vino no se limita al tiempo de la Eucaristía, sino que se nos ofrece mediante un don adicional inestimable, presente las 24 horas del día en los sagrarios del mundo. No se trata de una presencia de media hora, ni de una hora, sino de 24 horas al día, día y noche. Cuando pasamos por delante de una iglesia, de una capilla, de un lugar donde hay un sagrario y donde habita Jesús, podemos pasar de manera inconsciente, sin darnos cuenta o sin acordarnos de Aquel que está presente allí, bajo las especies de pan, a veces a pocos metros de distancia, o incluso al alcance de la mano. Los recordatorios físicos nos pueden ayudar: «Por lo que se refiere a la lamparilla del sagrario ¡Dios mío!, es necesario tenerla siempre encendida»,[1] pero hay que responder.
En la historia de la Iglesia, desde la primera Eucaristía, cuando Jesús se ofreció en la Última Cena bajo las especies del pan y del vino, ha habido numerosos ejemplos de milagros eucarísticos que confirman la presencia real de Jesús en la Eucaristía; muchos casos de personas que no necesitaban otro alimento que la Eucaristía para vivir; innumerables conversiones debidas a la presencia constante de Jesús en los sagrarios del mundo. Innumerables personas han pasado y siguen pasando horas y horas ante el sagrario o durante la exposición del Santísimo Sacramento, muchas veces sin decir nada, sin llegar con una lista de peticiones que pretenden presentar a Jesús, sino sencillamente para estar con Él, para permanecer en silencio, para dar a Jesús la oportunidad de hablar cuando quiera y de decir lo que crea oportuno y necesario para ellos.
«Cuando paséis por algún pueblo, saludaréis al ángel de la guarda de aquel lugar y, cuando llegue el coche, os informaréis de dónde está la iglesia, sino está demasiado lejos. Mientras va una a la posada a ver si hay una habitación, las demás irán a adorar el Santísimo Sacramento»[2].
Algunas parroquias, capillas y comunidades religiosas practican la adoración del Santísimo Sacramento las 24 horas del día. A veces, un grupo, o incluso una sola persona, vela para que Jesús nunca se quede solo. Para algunos, el encuentro con Jesús tiene lugar en mitad de la noche, cuando la mayoría de la gente duerme. Para muchos de nosotros, puede surgir la pregunta: ¿cómo pueden estas personas permanecer, no unos minutos, sino horas delante del Sagrario o durante la exposición del Santísimo? ¿Cómo pueden hacerlo?
Se me ocurren dos respuestas:
- ESTAS PERSONAS CREEN EN LA PRESENCIA REAL DE JESÚS BAJO LAS ESPECIES DEL PAN Y DEL VINO.
- ESTÁN APASIONADAS POR JESÚS
Aprender el catecismo, participar en la Santa Misa todos los días o todos los domingos, asistir a conferencias sobre la Eucaristía o leer libros sobre este tema, etc. no son suficientes para llevarnos a creer en la presencia real de Jesús bajo las especies del pan y del vino y a apasionarnos por Jesús. Es sólo a través de la gracia, la misericordia y el amor incondicional de Jesús. Nos espera las 24 horas del día para que vayamos a visitarlo en el silencio interior, para que abramos nuestro corazón y esperemos el momento que Él considere oportuno para comunicarnos lo que quiera.
Cada uno de nosotros está invitado a una reflexión personal: ¿Dónde me encuentro yo respecto a los dos puntos mencionados anteriormente?
En la peregrinación de la fe, no debería ser aterrador, desalentador o incluso chocante darse cuenta de que aún no estoy donde quisiera estar. No debo ser perturbado por las dudas que llevo en mí durante años y años. ¡Lo más importante no es lo que yo pienso de mí, sino lo que Jesús piensa de mí!
Jesús nos espera las 24 horas del día, en todo momento, sea cual sea el estado en que nos encontremos, con las dudas, alegrías o penas que le llevemos. San Vicente aconseja: «después de haber adorado al Santísimo Sacramento y haberle ofrecido el trabajo que van a hacer, le pedirán la gracia de decirles a las pobres enfermas lo que él desea que se les diga de su parte para su salvación»[3].
Con nuestras visitas regulares a Jesús en el Sagrario, con nuestra adoración regular del Santísimo Sacramento, Jesús empieza a derribar los muros y los obstáculos, y empieza a llenarnos de su paz interior, abriendo nuestro corazón para dar nuevos pasos hacia el momento en el que seamos capaces, sin vacilar, de responderle positivamente. San Vicente da un ejemplo muy concreto: «cuando os digan alguna frase deshonesta que apenas se puede tolerar, no tenéis que responder, sino elevar el corazón a Dios para pedirle la gracia de sufrir aquello por su amor e ir delante del Santísimo Sacramento para contarle vuestras penas al Señor»[4].
Al escribir estas líneas, reconozco la distancia que me separa de los dos puntos mencionados anteriormente. Estoy convencido de que, para todos nosotros, una respuesta positiva es la condición fundamental para una conversión duradera que traiga consigo todos los demás medios espirituales que nos ayuden en nuestra peregrinación.
Quisiera presentar el ejemplo de un laico que conocí hace algunos años en Roma. Su testimonio de vida refleja de manera extraordinaria los dos puntos antes mencionados.
Se llama Arnoldo, está casado y tiene tres hijos. Es muy conocido en Italia y fuera de ella. Procede de una prestigiosa familia italiana. Como filósofo, escritor, poeta y empresario, su futuro era prometedor. Sin embargo, lo dejó todo para dedicarse a una fundación llamada «Casa del Espíritu y de las Artes». Su mujer y sus tres hijos, de 14, 12 y 9 años, le oyen decir: «Lo siento, tengo que ir a hablar con Jesús». He aquí algunas de sus reflexiones sobre Jesús, la Eucaristía y el amor de Dios[5] :
A lo largo de los años, siempre y cada día, o al menos innumerables veces, existe esta relación con Cristo, presente en la Eucaristía… Él está realmente presente en el mundo. Él respira en el mundo. Desde cada sagrario.
Creo que es el amor de Dios lo que me conmueve y esto siempre me sorprende. Cuando menos lo espero, cuando me siento menos digno de su amor, me llega, me tiende la mano, me hace darme cuenta de cuánto me ama. Siempre es Él quien nos tiende la mano…Pienso que Dios es un enamorado que siempre está «a nuestra puerta», esperando a que se la abramos….
El encuentro con Cristo te marca para siempre. Es como una herida abierta. Cuando Cristo nos golpea, nos hiere, el hombre empieza a morir de amor, a ser consumido por el amor… Yo sólo estoy seguro de estar enamorado de él porque me ha conmovido, porque siento que esta «herida abierta» da sentido a la vida, porque nadie me ha conmovido tan profundamente como él, nadie ha descendido hasta lo más profundo de mi espíritu, acariciándolo, como lo hace Cristo.
Él, en el sagrario, él, presente en la Eucaristía, descendiendo a lo profundo del alma para saciarla… La Eucaristía, por así decirlo, infunde al cuerpo y al espíritu una savia secreta; activa una segunda circulación en la que fluye una sangre misteriosa, una sangre de amor.
Cristo en la Eucaristía está siempre en la cruz y al mismo tiempo resucitado: sigue entregándose, hasta el fin de los tiempos, para salvar a todo ser humano… La cruz y la Eucaristía son dos «escándalos» absurdos para la mentalidad del mundo, porque revelan la cumbre suprema del amor… La Eucaristía actúa sobre la conciencia humana y la transforma en amor.
La comunión es ante todo una experiencia, no un ritual, y una experiencia supone una relación, una voluntad, una inteligencia y un corazón ante una presencia de Dios, que se cree que es Dios por la fe.
Si no comulgo durante unos días, echo de menos la Eucaristía. La Eucaristía es una necesidad, no puedes resistirte a ella. Quitadme todo, pero no la Eucaristía. Ninguna tentación, ningún pecado puede hacerme renunciar a la Eucaristía.
Adoración del Santísimo, visita a Jesús en el sagrario
Inspirados por los numerosos ejemplos de personas cuyo testimonio nos ayuda a profundizar nuestra fe personal en la presencia real de Jesús Eucaristía y nuestro amor a Jesús, estamos invitados a utilizar este tiempo especial del año litúrgico, la Cuaresma, como un tiempo de gracia extraordinaria en preparación para el Jubileo del 400 aniversario de la fundación de la Congregación de la Misión y del Jubileo de toda la Iglesia, con el fin de dar pasos concretos en este sentido. Que la Eucaristía se convierta para todo el Movimiento de la Familia vicenciana, cada congregación, cada asociación de laicos, así como para todos los que viven la espiritualidad y el carisma vicencianos sin pertenecer a ninguna rama de la Familia, cada vez más en el centro y la inspiración de lo que somos.
Quisiera dar las gracias a todas las comunidades, grupos y personas que ya organizan regularmente la adoración comunitaria al Santísimo, así como las visitas personales a Jesús presente en el sagrario. A las comunidades que no practican la adoración semanal al Santísimo, querría animarlas para que comiencen a hacerlo durante este tiempo de Cuaresma y a que lo conviertan en una práctica habitual de oración. Los grupos de laicos pueden organizar la adoración del Santísimo según sus posibilidades en las parroquias o capillas donde se reúnen. Las otras personas que no pertenecen a una rama específica pueden ver dónde pueden unirse a la adoración del Santísimo. Además de la adoración al Santísimo Sacramento, Jesús nos espera en el sagrario las 24 horas del día. Como cada congregación y asociación de laicos de la Familia tiene tanto deseo de que sus miembros aumenten en número y en santidad, Jesús ciertamente no permanecerá indiferente a nuestra petición.
Que Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, san Vicente de Paúl y todos los Santos, Beatos y Siervos de Dios del Movimiento de la Familia vicenciana intercedan por nosotros.
Su hermano en San Vicente,
Tomaž Mavrič, CM
Superior general
[1] Sígueme II, 518; carta 856 a Claudio Dufour en Saintes, el 4 de julio de 1646.
[2]Sígueme IX/2, 1092; conferencia 100, A cuatro Hermanas enviadas à Calais, 4 de agosto de 1658.
[3] Sígueme X, 904; documentos 265, Sobre la preparación de los enfermos del Hospital de París para la confesión general (1636).
[4] Sígueme IX/2, 797; conferencia74, sobre la aceptación del sufrimiento físico y moral (Reglas comunes, artículo 6), 23 de julio de 1656.
[5] Estos pensamientos están sacados del libro, Arnoldo Mosca Mondadori et Monica Mondo, Il farmaco dell’Immortalità, Dialogo sulla vita e l’Eucaristia [El médico de la Inmortalidad. Diálogo sobre la vida y la Eucaristía], Scholé, Editrice Morcelliana, Brescia, 2019. Se trata de una entrevista con Monica Mondo realizada por Arnoldo Mondadori.