Ha salido el Informe anual sobre la felicidad en el mundo: ¡ideas y reflexiones vicentinas sobre la situación mundial!

Felicidad en el mundo

Pero mucha gente no estará contenta.  Estados Unidos, por ejemplo, y Australia, el Reino Unido y otras partes de Europa Occidental.  Estados Unidos se situó en el puesto 23, su primera vez fuera de los veinte primeros.  thOtras regiones del mundo se mantuvieron en la misma línea que en clasificaciones anteriores, especialmente los países nórdicos, que volvieron a encabezar la lista, encabezados por Finlandia (por séptima vez consecutiva).

¿Los países nórdicos?  ¿Con esos inviernos oscuros y gélidos?  ¿Qué están midiendo para llegar a ese resultado?

El Informe Mundial sobre la Felicidad, elaborado por la Universidad de Oxford con Gallup y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se centra este año en la felicidad en las distintas etapas de la vida.  Los datos se recogen de una amplia selección de personas que informan sobre el tema basándose en tres indicadores principales: esperanza de vida, afecto positivo (risa, disfrute e interés) y afecto negativo (preocupación, tristeza y enfado).  Puede consultar las 158 páginas de texto, gráficos y tablas AQUÍ (ingles).

Las tendencias de la felicidad se mantuvieron más o menos iguales en Asia, África y América Latina, y de hecho aumentaron ligeramente en Europa Central y Oriental, lo que indica que los jóvenes son más felices que los mayores, como cabría esperar, ya que la vejez conlleva más problemas de salud, la pérdida de familiares y amigos a causa de la muerte, y el temor a la demencia o a la incapacidad de cuidar de uno mismo.

Pero en 2017 esa tendencia empezó a invertirse en Estados Unidos, Australia y parte de Europa.  La felicidad entre los jóvenes (de 15 a 24 años) ha caído en picado: ¡los jóvenes son menos felices que los mayores!

Pero, ¿por qué?  En la felicidad, ese “preciado estado del ser”, influyen muchos factores.  El giro a la baja parece vinculado a la obsesión por las redes sociales, la creciente amenaza de emergencia climática, la vivienda inasequible, el alto coste de la vida, el estancamiento de los salarios y un menor nivel de confianza de los ciudadanos en sus instituciones.

En esos indicadores, resulta que las socialdemocracias son las que mejor se portan con sus ciudadanos, naciones con impuestos ligeramente más altos pero con sistemas de apoyo público mucho mayores, como sanidad pública universal, relativa igualdad económica y oportunidades asequibles en educación y vivienda.  Aunque a menudo se clasifica a los países por su Producto Nacional Bruto, el PIB no mide el efecto real de la actividad económica en la vida cotidiana de las personas.  El Informe sobre la Felicidad llena bastante bien esos vacíos.

¿Debería preocuparnos?

En primer lugar, el informe es un duro recordatorio de que las prioridades de muchas naciones no abordan adecuadamente las necesidades y aspiraciones reales de sus ciudadanos.

Además, dado el estrechísimo margen de que disponemos para frenar el desastroso cambio climático, y dado que las generaciones anteriores han fracasado en el reto de cuidar nuestra Casa Común, la esperanza reside ahora en los jóvenes.  Ellos han asumido en gran medida el reto con convicción y creatividad, y todos los jóvenes deben mantenerse positivos y confiados en el esfuerzo, en definitiva, con el optimismo y la perspectiva saludable que proporciona cierta medida de felicidad.

¿Es ésta una preocupación vicenciana?

Si viviera hoy, San Vicente de Paúl, él mismo un gran organizador y creador de redes, seguramente apreciaría las herramientas sociales disponibles en la actualidad, y a los jóvenes que las utilizan con tanta facilidad, como poderosos instrumentos que podrían ayudar a lograr un cambio duradero en la vida de las personas atrapadas en la pobreza.   Atraería a los jóvenes a la causa de acabar con la pobreza y la falta de vivienda del mismo modo que atrajo a hombres y mujeres de diferentes clases, orígenes y educación a su carisma de evangelizar y servir a los pobres.

San Vicente habla a largo plazo cuando nos dice “No podemos asegurar mejor nuestra felicidad eterna que viviendo y muriendo al servicio de los pobres.”  La mayoría de los lectores de esta tribuna probablemente estarían de acuerdo en que el propósito de la vida no es tanto buscar la felicidad por sí misma como vivir una vida que importe y encontrar la felicidad a través de una vida con sentido.

 

Jim Claffey
representante ONG de la CM ante la ONU