El “Día Internacional de la Familia” se celebra cada año el 15 de mayo. En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó este día, dedicándolo al “grupo social y entorno natural fundamental para el desarrollo y bienestar de todos sus miembros, especialmente los niños”.

Día Internacional de la Familia

Se escribirán ríos de palabras para la ocasión, y muchas personas y asociaciones expondrán sus tesis sobre el tema.

He pensado tratar el tema de la familia desde un punto de vista cristiano, basándome en la Sagrada Escritura, concretamente en la carta a los Efesios del capítulo 5, 21 – 31 – 6,1.

En la familia debe reinar la caridad, porque el modelo con el que la familia debe medirse es Cristo. Es la autoridad de Cristo la que enseña a establecer las relaciones entre los esposos y entre padres e hijos.

Cristo: el buen pastor que ofrece su vida por las ovejas por amor. Cristo que no antepone sus propios objetivos, sus propias aspiraciones, sino las de los demás miembros de la familia. Nos exhorta a seguirle en la actitud del esclavo -que en su tiempo no era considerado persona- que lava los pies de los demás.

Esta es la sumisión que las esposas deben tener hacia sus maridos, ¡y viceversa! Una sumisión que se mide con el amor: hacer feliz al otro porque en él encuentro al Resucitado, y si encuentro al Resucitado seré un cristiano feliz, porque me daré cuenta de que soy amado gratuitamente por el Padre y, en consecuencia, comprenderé que la vida no se quita sino que se transforma. La otra persona será lo primero. Los cónyuges y los hijos serán personas a las que habrá que hacer felices, ¡según el Evangelio!

De ello se deduce que ningún miembro de la familia se encontrará solo en momentos de necesidad, sino que sentirá el amor de los demás miembros que le rodean, lo cual es un signo del amor del Padre.

Entre cónyuges, cada uno cuidará de amar al otro según su propia naturaleza: una mujer se siente amada si es escuchada; una mujer se siente amada si sabe dónde está su marido y qué hace. Entonces, si uno de los cónyuges tendrá en cuenta la naturaleza del otro, de este modo, el mantenimiento ordinario del matrimonio se realizará según el Evangelio y el matrimonio cristiano será buscado por otras personas porque es bello: ¡esto es la evangelización!

La familia no tendrá que ser el centro del mundo, donde los hijos tendrán que hacer lo que sus padres quieran que hagan o, por despecho, elegirán lo que a sus padres no les gusta, para sentirse libres: ¡el individualismo es la muerte de la persona! Pero, en la familia, se cuidará de hacer la voluntad del Padre: Señor ¿qué quieres que haga? Los padres, viviendo su matrimonio según la voluntad del Padre y llevando a cabo su mantenimiento ordinario, con su amor mutuo, testimonian a sus hijos la felicidad de haber seguido al Señor y de servir con alegría a la Iglesia y al mundo en su vocación.

Esta es la familia cristiana que espero sea cada vez más un modelo para todas las demás familias.

P. Giorgio Bontempi C. M.