El lunes después de Pentecostés, la Iglesia celebra la fiesta de María Madre de la Iglesia. Esta memoria litúrgica, querida por el Papa Francisco en 2018, destaca la importancia de María como Madre de Dios y Madre de la Iglesia, guía y modelo para la Familia Vicenciana.

 

María Madre de la Iglesia

El lunes después de Pentecostés, la Iglesia celebra a María Madre de la Iglesia, una fiesta instituida por el Papa Francisco en 2018 para reflexionar sobre el papel de María como Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Esta designación tiene profundas raíces en la tradición católica, destacadas por la intensa mariología de Pablo VI, que proclamó a María “Madre de la Iglesia” durante la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Pablo VI subrayó que María, desde el momento de la Anunciación y especialmente al pie de la Cruz, asumió un papel maternal hacia la Iglesia, papel que el Papa quiso reconocer y celebrar con la fiesta litúrgica, enriqueciendo así nuestra comprensión de su figura espiritual y de su importancia para todos los cristianos, incluidos los misioneros de la Congregación y los miembros de la Familia Vicenciana.

Orígenes de la denominación “Mater Ecclesiae

El título “Mater Ecclesiae” fue promovido durante el Concilio Vaticano II, reconociendo a María como figura central en el misterio de la Iglesia, símbolo de entrega y obediencia a Dios, ya que María “brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de esperanza y consuelo seguros” (Lumem gentium, 69).

Decreto del papa Francisco de 2018

El decreto del Papa Francisco establece la celebración anual de esta fiesta, destacando el papel unificador de María dentro de la comunidad cristiana y su impacto como fuente de inspiración espiritual.

El significado espiritual de María, Madre de la Iglesia

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que María, ejemplo de fe y caridad, sigue ejerciendo su función maternal sobre todos nosotros, guiándonos e intercediendo por nosotros (CIC 967-968).

Implicaciones para la misión y la espiritualidad vicenciana

El ejemplo de María resuena profundamente con los valores vicencianos de servicio y humildad, influyendo en los misioneros y miembros de la Familia Vicenciana en su compromiso con los más pobres.

Y por eso recordamos una de las ramas de la Familia Vicenciana: ¡Juventudes Marianas Vicencianas!

La Juventud Mariana Vicenciana, que celebró su 190 aniversario en 2020, es un ejemplo vibrante de cómo los jóvenes pueden vivir el carisma vicenciano a través de la oración y el servicio, inspirados en la figura de María.

La Juventud Mariana Vicenciana (JMV) representa una de las expresiones más vitales de espiritualidad y apostolado en la Familia Vicenciana. Esta asociación de jóvenes católicos se compromete a vivir el carisma vicenciano a través de la oración, la formación y el servicio, especialmente a los más vulnerables y necesitados. Los miembros de JMV se inspiran en María como modelo de fe activa y de servicio, buscando emular su ejemplo en su camino espiritual y en sus actividades diarias.

Invocamos su intercesión

María, Madre de la Iglesia, es símbolo de unidad y de amor, faro de esperanza para la Iglesia y para la Familia Vicenciana, que bajo su guía sigue dando testimonio del amor de Cristo en el mundo.

Con ocasión de la fiesta de María Madre de la Iglesia, invitamos a todos a cruzar su mirada amorosa y a unirse en oración a la “Oración a María Madre de la Iglesia” de San Juan Pablo II, reflexionando sobre su papel maternal en nuestra vida espiritual y en nuestro servicio apostólico.

ORACIÓN A MARÍA MADRE DE LA IGLESIA
(por San Juan Pablo II)

Madre de la Iglesia, y Madre nuestra María, recogemos en nuestras manos todo lo que un pueblo es capaz de ofrecerte; la inocencia de los niños, la generosidad y el entusiasmo de los jóvenes, el sufrimiento de los enfermos, los afectos más verdaderos cultivados en las familias, la fatiga de los trabajadores, la angustia de los parados, la soledad de los ancianos, la angustia de los que buscan el verdadero sentido de la existencia, el arrepentimiento sincero de los que se pierden en el pecado, las intenciones y esperanzas de los que descubren el amor del Padre, la fidelidad y entrega de los que gastan sus energías en el apostolado y en las obras de misericordia.

Y Tú, Virgen Santa, haznos testigos valientes de Cristo. Queremos que nuestra caridad sea auténtica, para reconducir a la fe a los incrédulos, ganar a los que dudan, llegar a todos. Haz, oh María, que la comunidad civil progrese en la solidaridad, trabaje con vivo sentido de la justicia, crezca siempre en la fraternidad. Ayúdanos a todos a elevar los horizontes de la esperanza hacia las realidades eternas del Cielo.

Virgen Santísima, a ti nos encomendamos y te invocamos, para que obtengas para la Iglesia el testimonio del Evangelio en todas sus opciones, a fin de que resplandezca ante el mundo el rostro de tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo.

Amén

Oficina de Comunicación
Girolamo Grammatico

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