Signo: La imagen de un sacerdote, Obispo o el Papa y la de Jesucristo Buen Pastor, algunos libros y un bastón.
Iluminación Bíblica: Juan 10, 11-15
Escuchemos a San Vicente de Paúl:
¡Señor, danos este espíritu de tu sacerdocio, que tenían los apóstoles y los primeros sacerdotes que les sucedieron! ¡Danos el verdadero espíritu de este sagrado carácter que pusiste en unos pobres pescadores, en unos trabajadores y hombres sencillos de aquel tiempo, a los que, por tu gracia, comunicaste este grande y divino espíritu! Porque, Señor, nosotros no somos más que unos pobres hombres, trabajadores y aldeanos, sin proporción alguna con esa misión tan santa, tan eminente y celestial. ¡Oh padres y hermanos míos, cuánto hemos de rezar a Dios por esto, y cuántos esfuerzos hemos de realizar por esta necesidad tan grande de la Iglesia, que se está arruinando en muchos lugares por la mala vida de los sacerdotes! Porque son ellos los que la pierden y la arruinan; es demasiado cierto que la depravación del estado eclesiástico es la causa principal de la ruina de la Iglesia de Dios. (Conferencia a los Misioneros N° 295)
Reflexión:
Cuando san Vicente escribe las Reglas Comunes para la Congregación de la Misión, en el capítulo 1 presenta el fin que se propone la Congregación diciendo: “…el fin de la Congregación de la Misión consiste: 1º En procurar la propia perfección, esforzándose por imitar las virtudes que este Soberano Maestro se dignó enseñarnos con sus palabras y ejemplos. 2º En evangelizar a los pobres, especialmente a los del campo. 3º En ayudar a los eclesiásticos a conseguir la ciencia y las virtudes necesarias a su estado.
Y esta meta que propone a sus misioneros, es la misma a la que invitaba a los sacerdotes diocesanos, a las Hijas de la Caridad y al laicado vicentino. No somos una ONG, ni una sociedad sin ánimo de lucro que trabaja por los pobres. Somos misioneros, hermanas y laicos que gastamos nuestras vidas para instaurar el Reino de Cristo en el corazón y en la vida de los pobres, pero haciendo “efectivo el Evangelio” con el propio testimonio. Según expresión de San Vicente que nos trae Monseñor Abelly, hemos de “aunque no digamos palabra alguna atraeremos las almas con nuestra sola presencia”. ¡Y qué mejor advertencia para ti y para mí, cuando nos dice: ”Ten cuidado contigo, no vayas a deshacer con tu conducta lo que edificaste con tu predicación”. Gracia que necesitamos pedir, en esta novena a nuestro Santo Padre, cuando la Iglesia está herida y sangra por los escándalos de sus ministros y de las almas consagradas! “Señor, dale a tu Iglesia buenos obreros…no importa que sean pocos; pero que sean buenos” S.V.P.
Preguntas:
- ¿De qué manera puedo ser coherente entre lo que pienso y hago?
- ¿Cómo puedo ayudar a los sacerdotes, hermanos y laicos para que vivan de acuerdo a su vocación?
- ¿Atiendo al llamado del Papa Francisco de orar por él y también por todos los sacerdotes?