Signo: Una cruz con cadenas colgando.

Canción: Un amor ardiente a Jesucristo

Iluminación Bíblica:Juan 8, 32-36

“Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?»

Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Palabra del Señor.

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

Los padres que están en Berbería, trabajan allí con muchas fatigas y tienen que sufrir en aquellos sitios muchas contrariedades, pero no dicen ni una palabra de ello…; sin embargo, tienen que padecer mucho, de los turcos y de los esclavos, visitan, atienden y mantienen a esos pobres prisioneros, corriendo de acá para allá; y no dicen una palabra de nada; al contrario, por sus cartas vemos que están contentos de sufrir y que piden todavía más y quieren más sufrimientos todavía. ¡Oh Salvador! Pidamos a Dios que dé este espíritu a todo el cuerpo y al corazón de la compañía. Es una gran bendición de Dios, que se digne servirse para ello de esta pequeña compañía, concediéndonos el honor de sufrir por él en algunos miembros de los nuestros. (XI A, pág. 188)

 

Reflexión:

El 10 de diciembre de 1948 las Naciones Unidas aprobaron la Declaración Universal de los Derechos humanos, en la cual establecieron que “nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre”, y que “la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas” (Art.4). ¿Pero será que todos esos esfuerzos sí han surtido efecto y más ahora que estamos en pleno siglo XXI? Según datos arrojados por distintos organismos, se puede observar que actualmente en el mundo hay más personas en situación de esclavitud que en otras épocas.

En este mundo de necesidades y ganas de salir adelante, en donde las mujeres luchan por su dignidad a pesar de tantas adversidades, siguen siendo ellas las principales víctimas de tantas formas de esclavitud y de violencia, desde la prostitución forzada hasta la trata de personas; hoy tristemente estamos frente a un flagelo que va en aumento, tantas personas sometidas y que han perdido su dignidad y libertad. Y no basta sólo con hablar de una esclavitud física, sino también moral, cegado muchas veces por el deseo de poder y de satisfacción que lleva al ser humano a volverse esclavo de la drogadicción y de todo el sistema que está detrás de él, de la sexualidad y de la violencia. En una época donde se presume ser libres de toda atadura moral, cultural o política, vemos un ser humano más limitado y esclavo de los vicios y el pecado.

Preguntas:

  • ¿Qué formas de esclavitud encuentro en mi familia o mi comunidad?
  • ¿Cómo podemos responder ante la apremiante necesidad de liberar al ser humano de todas las ataduras modernas?
  • ¿Siento que Jesucristo me devuelve la verdadera libertad de hijo de Dios?

Foto: Dmitry Ratushny