Los miembros de la Provincia de Chile de la Congregación de la Misión, reunidos en Santiago, los días 12 y 13 de diciembre, para evaluar nuestra vida y nuestro apostolado, procurando ser fieles a nuestra espiritualidad y al fin apostólico de nuestro Instituto; inspirados por nuestro fundador, San Vicente de Paúl y teniendo en cuenta el interés de nuestros amos y señores, es decir, los más pobres y excluidos de la sociedad, sentimos el deber ineludible de tomar posición y levantar la voz, ante hechos que, en la actual realidad del país, afectan negativamente a quienes tenemos la obligación de defender y acompañar.

  1. Nos preocupa la poca conciencia existente, especiamente en autoridades, empresarios y otros sectores de la población sobre la necesidad de cuidar la casa común. Así lo demuestra la indolencia con que las grandes mineras contaminan las aguas, tanto en el norte como en el centro y sur de nuestro país. Así como también las forestales que dañan la tierra con la acidez del pino y el eucaliptus. Y las grandes pisciculturas que han ido matando la flora y fauna submarina por el aumento de las temperaturas en las aguas. Todo esto perjudica a pequeñas comunidades de agricultores, pastores y pescadores que ejercen procesos de producción de subsistencia. Las empresas mineras se han apropiado de los embalses y han dejado a las pequeñas comunidades sin medios de subsistencia.Por otra parte, la construcción y mantención de centrales hidroeléctricas, en las zonas centro y sur, dañan la permanencia de pueblos completos que se han visto perjudicados por la contaminación, como es el caso Puchuncaví, Quinteros, San José de Maipo y otros sectores.
  2. Deploramos la situación que viven nuestros hermanos mapuches, especialmente en la zona de la Araucanía, quienes no sólo son víctimas del histórico despojo de sus territorios, sino que hoy son constantemente criminalizados y calificados de violentistas y terroristas, debiendo soportar la presencia en su territorio de fuerzas policiales de choque, que actúan con violencia y desproporción. La muerte violenta e injusta del comunero Camilo

Catrillanca, desgraciadamente, es un eslabón más de una larga cadena de injusticia y represión hacia un pueblo que es pacífico, pero que también tiene derecho a rebelarse ante la injusticia y a reclamar que se acoja su legítima demanda de respeto y reconocimiento de su cultura, cosmovisión y territorio ancestrales.

3. Lamentamos que nuestra patria, a través del gobierno de turno, se haya restado de la firma del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, y otras medidas discrimitatorias hacia quienes han llegado a nuestro país buscando mejores condiciones de vida, como también la afirmación gubernamental de que “la migración no es un derecho humano”. Pero lamentamos aún más, que una parte importante del pueblo chileno mire a los inmigrantes con recelos, los discrimine y aplauda las medidas extremas que se toman en su contra. Como cristianos y vicentinos creemos en la solidaridad, en la fraternidad y en el destino universal de los bienes. Los inmigrantes no vienen a robarnos nada; por el contrario vienen a nuestra patria haciendo uso de su derecho a tener una vida mejor y a colaborar en la construcción de un país más grande y más humano.

El Adviento que estamos viviendo nos recuerda que el Mesías viene a inaugurar unos tiempos nuevos en que “de las espadas se forjarán arados y de las lanzas podaderas” (Is. 2,4); un tiempo en que el Rey-Mesías se apiadará del pobre y del indigente y salvará la vida de los pobres… (Salmo 71,13) Ese Rey que nace en Navidad, pobre y para los pobres… ese Salvador que será inmigrante en Egipto, donde debió huir, junto a sus padres, para salvar su vida.

Que estos tiempos mesiánicos hallen lugar en el corazón de los creyentes y de los hombres y mujeres de buena voluntad, para que los excluidos de hoy, los pobres e indigentes de nuestro tiempo, encuentren acogida, justicia y salvación, en nuestro Chile y en el mundo.

Santiago, 13 de diciembre de 2018

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