El padre Daniel Pilario, CM propuso a los Visitadores de la Congregación de la Misión, reunidos en Manila, en el Encuentro de Visitadores, una reflexión cuidadosa y analítica sobre el fenómeno de la migración, el cual preocupa, no solo nuestro tiempo, sino que se remonta a los primeros tiempos de la historia de la humanidad.

Todos los continentes se ven afectados por los movimientos de la población a causa de la pobreza, las guerras, las catástrofes naturales, y en nuestro tiempo, en el que hay episodios más graves de guerra, devastación y persecución política, el número de refugiados ha crecido enormemente.

Todo el mundo es consciente de la migración diaria de venezolanos a otros países de América Latina y de los tristes acontecimientos que afectan a las fronteras del sur de los Estados Unidos, donde los migrantes, para alcanzar sus sueños, a veces arriesgan sus vidas.

En Europa, la migración de personas, principalmente de África y Asia, va acompañada de un aumento de las actitudes xenófobas que a veces conducen a episodios de violencia arbitraria e injustificada. Algunos partidos políticos, ” aprovechando la ola ” de descontento, incluso mediante el uso masivo de los medios sociales, transmiten a un público cada vez más amplio mensajes llenos de odio.

Si San Vicente, estuviera presente hoy, ¿sería un espectador indiferente? Frente a los barcos que navegan por los mares de la esperanza, ¿aprobaría las medidas gubernamentales que promueven el rechazo de los migrantes?

San Vicente se encontró con los refugiados que huían de la región de Lorena, donde las fechorías, los saqueos y las masacres de los ejércitos francés y sueco y de los grupos mercenarios, habían hecho que esas tierras fueran inhóspitas. Debido a esto, la gente deambuló y huyó para evitar la muerte. Nuestro fundador no se acobardó ante el grito desesperado de los pobres, sino que sintió esa situación, como una llamada de Dios a acoger, proteger y custodiar a los refugiados de Lorena, a los que se les servía miles de comidas todos los días en San Lazzaro.

San Vicente, en nuestros días, estaría al lado de los refugiados para acogerlos y amarlos de manera afectiva y efectiva y correría a manifestar su dolor en las sedes institucionales que hoy, como entonces, parecen sordas a las causas de los desesperados.

Nuestra decisión es “remar contra la corriente”, conjugando una vez más en voz alta los verbos del amor, eligiendo amar a Dios con el cansancio de nuestros brazos y el sudor de nuestra frente. Es necesario, por tanto, hacer de nuestras comunidades lugares acogedores, casas de puertas abiertas, espacios en los que cada persona pueda sentirse como en casa y en los que las personas más frágiles puedan tener una experiencia concreta del Dios del amor. Seguir a Cristo Evangelizador de los Pobres, hoy, es también atender a numerosos grupos de migrantes como sucede en Londres, Dublín y Viena, obra realizadas por nuestros cohermanos; es abrir de par en par las puertas a los refugiados como sucede en la Posada del Samaritano promovida por los cohermanos de Catania en la Provincia de Italia.

Remar contra corriente es promover una cultura de la ternura en un contexto que hoy parece más temeroso y violento. Es tiempo, por tanto, de proclamar con competencia, a través de los nuevos medios de comunicación, que Jesús todavía hoy elige lo pequeño y lo último para confundir a los fuertes y que la Iglesia sólo puede dar testimonio del Evangelio de la Caridad cuando a veces parezca algo “bondadoso”.

La valentía y la determinación de San Vicente nos impulsan a ser verdaderos discípulos de Cristo, evangelizadores y servidores de los pobres.

 

Valerio di Trapani, CM

Asistente provincial

Provincia de Italia

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