Algún comentador designa a esta virtud como “la virtud vocacional”, y qué bien lo hace, dándole una actualización y vivencia para nuestro lenguaje de hoy. San Vicente, dice: «Un estilo amable gana los corazones y les atrae» (SVP. VII, 226). Y de nuevo, «si no se puede ganar a un hombre por la amabilidad y la paciencia, será difícil conseguirlo de otra manera» (SVP. XI, 65). El verdadero misionero predica con su sola estampa, con la elocuencia de su silencio, su mirada, su bondad, para él se aplican las palabras del Fundador: «Aunque no digáis palabra, si estáis entregados a Dios, conmoveréis los corazones con vuestra sola presencia.» (Abelly II.297).
Algunos equivalentes de la humildad son: bondad, cortesía, amabilidad, simpatía…. Es la virtud de la cercanía con los pobres. Aquí no hay espacio para la agresividad, la ira, los insultos…Con la mansedumbre como lo quería el Fundador, construiremos la confianza de unos con otros y abriremos los corazones de todos, sobretodo de los más tímidos y reservados… Ya que, para hacer el bien, una de las llaves que abre los corazones es sin duda la mansedumbre y la amabilidad. (SVP. XII, 227).
La hospitalidad y la acogida a quienes vienen a nuestras casas, sobremanera los jóvenes que llegan a vernos desde dentro, serán los mejores caminos que hagan que ellos, viendo nuestra vida de fraternidad, quieran en el mañana ser discípulos de Jesús, en la escuela de Paúl.
SIERVO DE DIOS JUAN BAUTISTA MANZELLA, C.M. 1855 – 1937
En Sassari, Italia, el 23 de octubre de 1937, cuando predicaba un triduo de preparación a la visita pastoral del obispo del lugar, a las cuatro de la madrugada de este sábado, murió de una hemorragia cerebral, a los ochenta y dos años el P. Juan Bautista Manzella.
Con su bondad, amabilidad y cercanía, se ganó las almas de la isla de la Cerdeña que recorrió de uno a otro rincón llevando la Buena Nueva de Jesús a los pobres. Qué mejor testimonio de su vida que el que hizo de él San Juan Pablo II, con ocasión de la visita “ad limina” de los obispos de Cerdeña en 1981:
“No puedo dejar de recordar la obra asidua e infatigable del Sr. Manzella, el apóstol de Cerdeña, que catequizó por alrededor de cuarenta años, fue Director Espiritual en el Seminario de Sassari, y en ambas “misiones” demostró un amor apasionado que se sustentaba en su fe y trabajo incansable…”
Con razón fue llamado “el San Vicente de Paúl de Cerdena” o “El Santo Padre Manzella”.