Hablar de la Providencia de Dios siempre resulta un poco complejo. Primero, porque a muchos nos cuesta comprender este término y segundo, porque a veces no nos damos cuenta cómo Dios actúa en nuestra vida y especialmente en la vida de los pobres.

¿Qué es la Providencia? De manera sencilla, podemos definirla como las acciones que Dios realiza en auxilio del ser humano. Es decir, todo aquello que Dios lleva a cabo para ayudar al ser humano.

En el Antiguo Testamento percibimos claramente la acción de Dios a través de los grandes personajes. Abraham, Noé, Moisés, los profetas. Y en el Nuevo Testamento tenemos la acción salvífica de Dios a través de su propio Hijo Jesucristo.

Hoy, ¿Cómo se manifiesta esa acción Salvífica en los seres humanos? Una de las formas, que la Iglesia reconoce, es a través de los sacramentos, los que son definidos como “acción visible de una realidad invisible”. Y es por eso que los dividimos en esos tres focos que nos permiten caminar en la vida: Los sacramentos de iniciación, los de sanación y los de servicio. Ellos son acciones que Dios ha dejado para que el hombre alcance su cometido de crecer en la vida espiritual.

Pero hay una frase que cruza todo el magisterio del Concilio Vaticano segundo, y es algo que principalmente a nosotros los vicentinos no nos puede dejar indiferentes: “Nada de lo que le sucede al hombre le es indiferente a Dios”.

Y creo que por eso las acciones de la providencia no sólo se manifiestan en estos siete sacramentos, sino que se siguen manifestando en la acción integradora de la Iglesia, cuando ésta es capaz de escuchar el grito de los pobres y condolerse con este grito. Cuando somos capaces de trabajar en acciones concretas por la Paz, la Justicia y la Equidad, cuando buscamos los cambios necesarios para promover una sociedad cercana al sueño de Dios que es la construcción de su Reino.

Cada cosa que hacemos en favor de nuestros hermanos es una manifestación de la Providencia en la vida del hombre. Nosotros estamos llamados a ser co-partícipes de la obra redentora de Dios. Y eso no consiste solamente en buscar el bien espiritual de todas las personas, sino también en que el paso por la tierra de cada uno, sea un buen paso, lleno de esperanza, de equidad y donde todos tengamos una vida digna, gocemos de los frutos de la creación, y todos tengamos acceso a una buena educación; donde podamos tener trabajo y vivienda digna y todos tengamos lo necesario para alimentarnos y vestirnos; donde todos podamos expresarnos sin miedo y todos seamos más hermanos.

La acción de la Providencia se manifiesta desde la Iglesia en la sociedad, No podemos ser indiferentes al dolor ajeno, no podemos pecar de omisión, no podemos guardar silencio.

Nuestro compromiso, religioso, ético y moral, nos debe llevar no sólo a hablar del amor de Dios en la vida de las personas, sino a actuar para que ese amor se haga efectivo en la vida de todos los seres humanos.

San Vicente de Paúl, el gran apóstol de la Caridad y de los pobres, actuó de esa manera, sin exclusión, pero con un trato preferencial por los más necesitados. Buscó ayudar a los demás en la promoción del pobre en su vida. Incluyó a los ricos en este servicio, Ayudó en la formación del clero y de los laicos. Fue inventivo hasta el infinito para mostrar cómo Dios nos ama a cada uno y quiere que desde donde estemos, trabajemos por nuestra perfección cristiana, pero también por la salvación de todos, integrando para ello todos los aspectos que tocan nuestra vida.

Por lo tanto, si nosotros queremos explicar qué es la Providencia en la vida de los pobres, hemos de hacerlo desde el sudor de nuestra frente y el cansancio de nuestros brazos, dando ejemplo de cómo Dios se manifiesta en nuestra propia vida y de esa manera cómo también se manifiesta en la vida de los demás.

Dios trabaja día a día por la salvación del mundo. Nosotros hemos de hacer lo mismo.

 

Print Friendly, PDF & Email