La palabra griega “IOTA”, desconocida hasta ahora para la mayoría del pueblo de Honduras, ha pasado a ser sinónimo de “miedo”, por no decir “pánico”. Hace pocos días, en las distintas parroquias de la Congregación de la Misión en Honduras, buscábamos la forma de pasar a una segunda fase en nuestra ayuda a los damnificados por el huracán Eta: apoyarles en la vuelta casa. Lo que menos podíamos imaginar es que tendríamos que hacer marcha atrás en todo, y volver a priorizar la atención a los albergues, los que ya se atendían, más los nuevos que se han creado para desplazar a la población vulnerable, debido al nuevo huracán Iota, degradado en tormenta tropical al entrar a Honduras.
El lunes 16 de noviembre por la noche tocaba tierra este poderoso huracán, categoría 5 (la máxima) en las costas del caribe de Nicaragua, casi por el mismo punto que lo hizo Eta. Ya ese día comenzó a afectar a nuestro territorio, especialmente a la zona de La Moskitia, fronteriza con Nicaragua, y que es atendida por los Padres Vicentinos (Paúles), desde la Parroquia San José, con sede en Puerto Lempira. Toda la zona de La Moskitia se ha visto afectada por las lluvias y los vientos, pero la parte que más preocupa es el municipio de Villeda Morales, también conocido como la “Zona Recuperada”. Una zona bastante aislada, comunicada solo por canales y lagunas, con la que se ha tenido poca comunicación todavía debido a que se ha caído la torre de telefonía celular.
En la zona del Valle de Sula, donde se encuentra la Parroquia San Vicente de Paúl, fue la noche del martes 17 de noviembre el momento más delicado, debido a que la acumulación de lluvias ya caídas anunciaba una fuerte crecida de los ríos Ulua y Chamalecón. Miles de personas fueron forzosamente evacuadas de sus hogares, y esperaban en los diferentes albergues. Las inundaciones llegaron, llenando casi las mismas zonas bajas que la vez anterior, y trayendo una nueva capa de lodo a las casas y calles que ya estaban siendo limpiadas por el anterior huracán: ¡volver a empezar! Sin embargo, hay que dar gracias que es menor el número de personas atrapadas o fallecidas, debido a las evacuaciones masivas que, esta vez, si se realizaron.
En el resto del país, las abundantes lluvias han dañado algunas zonas que se habían librado de Eta, pero que han caído dentro del radio de acción del nuevo huracán: miles de hectáreas de cultivos anegados; instalaciones agropecuarias destruidas; cientos de viviendas afectadas; derrumbes y socavones han dañado los principales ejes carreteros del país. De hecho, actualmente no se puede viajar desde San Pedro Sula ni hacia el sur, a la capital Tegucigalpa, ni hacia el norte, a la ciudad de La Ceiba.
Como se suele decir: “Nos ha llovido sobre mojado”. Pero hay algo que los vientos y la lluvia no han podido destruir, la confianza plena de que con la solidaridad de muchos y con la ayuda de Dios podemos salir adelante, aunque ello implique un gran sacrificio por parte de todos. En estos momentos, recordemos y tratemos de poner en práctica, una vez más, las palabras del Evangelio:
“Si uno escucha mis palabras y las pone en práctica, dirán de él: aquí tienen al hombre sabio y prudente, que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se arrojaron contra aquella casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre roca” (Mt 7,24-25).
Por el P. Enrique Alagarda CM
Provincia San Vicente – España