Por eso digo que hay flagelos y víctimas, y nada más…( Albert Camus, ”La peste”).

 

La palabra pandemia significa etimológicamente ”todo el pueblo”.  El nuevo coronavirus, que ha causado miles de muertes en todo el mundo, no sólo demuestra su grado de letalidad, sino que profundiza las desigualdades en Brasil. Las condiciones para que la pandemia establezca un “caos permanente” en el país son múltiples. Entre las muchas condiciones o variantes podemos señalar la cuestión política que representa el negacionismo y la ignorancia intelectual del presidente electo, el inmenso contingente de los llamados trabajadores autónomos o vendedores ambulantes que dependen de la “calle” para sobrevivir, la deplorable realidad de las viviendas en los suburbios y favelas de los grandes centros urbanos, la precariedad de los transportes públicos por el hacinamiento de los usuarios, el sistema sanitario que ya funcionaba mal antes de la pandemia, el crecimiento vertiginoso de la pobreza y la prevalencia del pensamiento neoliberal sobre los derechos sociales de los más pobres.

Para el presidente Jair Bolsonaro, la economía es un “becerro de oro” intocable y debe funcionar sobre los montones de cadáveres esparcidos por las cuatro esquinas del país.

Si en 24 horas el país supera la media móvil de más de 2000 muertos por covid 19, mañana tendremos un nuevo récord mundial. En estas condiciones, Brasil se ha convertido en el “cementerio del mundo”.

Aquí el virus ha sufrido una metamorfosis: se ha aliado con la extrema derecha, se ha espiritualizado en el cristianismo reaccionario y ha utilizado la polaridad política que ha transformado la sociedad brasileña en un escenario de guerra, un circo mediático de horror. La desigualdad elevada al poder por la crisis sanitaria revela al mundo un país que favorece el sufrimiento inmerecido de los pobres y que reduce a cero los derechos humanos.

La cuarentena como medida preventiva en la lucha contra el Covid 19 es una estrategia ineficaz en Brasil. Uno entiende que las clases más pobres se vean obligadas a salir a buscar lo que necesitan en la calle. Según la investigación del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), el 68% de los trabajadores formaban parte del mercado informal en el segundo trimestre de 2020. Estos datos del IBGE nos dicen que sólo un número insignificante de la población puede vivir en una “cuarentena de lujo”, porque tiene una buena casa, comida sana y una renta mensual sin parangón con la gran mayoría de los brasileños.

La “ayuda de emergencia” no satisface el hambre, ni paga las deudas de los parados, porque es una ayuda temporal para aliviar el coste de la vida.

Para la doctrina neoliberal, los pobres sólo necesitan migajas. Para el darwinismo social, las vidas no se adaptan al mercado y deben ser sacrificadas. La economía se impone como el sol en la galaxia. El Estado y la comunidad humana deben orbitar a su alrededor y someterse a sus leyes a cualquier precio. El mercado es un virus que actúa y regula todo con una “mano invisible”. Dado que es igualmente devastador para el equilibrio de fuerzas que actúan dentro de sus intereses, ¡la economía neoliberal también mata! La pandemia muestra la culminación de este modelo financiero deshumanizado. A pesar de su crueldad, la función pedagógica del virus es mostrar las patologías no permitidas por la arrogancia del progreso tecnológico y la ilusión de la omnisciencia humana casi siempre apoyada por el poder económico.

Es de esperar que los “medios” en general presenten una narrativa centrada en la figura del presidente negacionista que se opone a la ciencia. Para ser fieles a la responsabilidad social de informar, también deben mostrarse e interrogarse sobre las terribles condiciones de los más pobres, es decir, de aquellos que tienen que enfrentarse solos a los factores incontrolables de esta trágica realidad. Factores que contribuyen, entre otras cosas, a que el “Amado País Brasil” siga empujando a sus niños hacia el “oscuro valle de la muerte” y se convierta día tras día en el epicentro de la crisis sanitaria mundial. ¡Hasta ahora para los pobres ni la vacuna, ni la salvación predicada por el “mesianismo político” que viene de Brasilia!  “Al virus victorioso las patatas” diría Machado de Assis. Para los que aún no han muerto, la espera desesperada… ¡es decir, la desesperación!

El covid 19 ha encontrado la geopolítica perfecta para vivir y proliferar en Brasil. El nuevo coronavirus deambula libre y de la mano del más notable gestor del país que lo ha bautizado graciosamente como “una simple gripe”.

 

 

P. Adriano Sousa Santos, CM