Algunos antecedentes históricos.

Repasemos algunos de los hitos recientes que han llevado a tomar conciencia de la importancia de invertir de forma responsable y ética. En 1968, el Club de Roma, una asociación no gubernamental de científicos, economistas y empresarios, encargó al MIT la publicación de “Los límites del crecimiento”, que teorizaba el crecimiento sostenible y la gestión de los recursos no limitados a partir de un modelo matemático.
En 1980, el apartheid en Sudáfrica llevó a la comunidad internacional a denunciar la segregación y la pobreza de la población negra. El boicot a las empresas sudafricanas que siguió contribuirá al fin del apartheid. En Estados Unidos, la primera moción activa de los accionistas tiene lugar en la junta de General Motors, que es criticada por sus relaciones comerciales con la Sudáfrica del apartheid.
En 1999 se lanzó en Estados Unidos el primer índice ético mundial, el Dow Jones Sustainability Index, seguido en 2001 por el índice Ftse4Good en el Reino Unido.
En 1997, casi todos los países firmaron y ratificaron el tratado internacional del Protocolo de Kyoto sobre el calentamiento global. A este tratado le siguieron la Conferencia de Doha de 2012 y, en 2015, la Conferencia sobre el Cambio Climático de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
En 2006, las Naciones Unidas, tras los escándalos de algunas empresas multinacionales, lanzaron los Principios de Inversión Responsable (PRI), seis principios para difundir la inversión sostenible y responsable.
En 2018, la Comisión Europea adopta un Plan de Acción para movilizar la financiación del crecimiento sostenible. Se trata de los primeros reglamentos que incluyen: una clasificación uniforme (taxonomía), requisitos de divulgación por parte de los directivos, nuevos puntos de referencia de bajas emisiones de carbono (modelo de transición verde de bajas emisiones de carbono) y servicios de asesoramiento en materia de sostenibilidad para los clientes. Se están creando normas y certificaciones para los bonos verdes y el lanzamiento de índices de acciones verdes.
En 2019, en la Business Roundtable ciento ochenta y un directores generales de los mayores grupos estadounidenses declaran que ya no se trata de maximizar los beneficios para los accionistas, sino de maximizar los intereses de todas las partes interesadas: accionistas, trabajadores, comunidades y medio ambiente.

¿Cómo crear estrategias de inversión ética?

Los textos o publicaciones de referencia son, obviamente, elecciones personales del inversor. Por ejemplo, un inversor con moral cristiana podría decidir no invertir en empresas que fabrican productos abortivos, mientras que otro inversor con un enfoque ético pero “laico” podría no descartar la inversión en empresas que fabrican productos abortivos, sino que las evalúa como éticas.
Otro ejemplo podría ser no invertir en T-Bonds, títulos de deuda pública de EE.UU., que podrían ser considerados poco éticos por un inversor porque EE.UU. es un país donde la pena de muerte es una ley federal para algunos estados. Un inversor cristiano siempre podría decidir invertir sólo en empresas de países cristianos, sin importar cuáles sean esos países.
A la hora de decidir sobre la ética de una inversión, el juicio personal del inversor y los parámetros de evaluación elegidos son muy importantes.
Se considera una inversión ética aquella que no invierte en sectores controvertidos, es decir, en sectores que pueden causar daños a la reputación, contravenir nuevas normativas o enfrentarse a sanciones, ya sea directamente no invirtiendo en estas empresas que forman parte de áreas de negocio controvertidas, o no invirtiendo en su cadena de valor y en sus filiales o empresas matrices.
Entre los sectores controvertidos se encuentran, por ejemplo, el juego, la industria del tabaco, la pornografía, las armas civiles, las armas de guerra no convencionales, las centrales nucleares, las centrales eléctricas de carbón, los préstamos usurarios, la investigación con organismos modificados genéticamente o con células madre fetales y la experimentación con animales con fines no farmacéuticos.

Estrategias de inversión ética.

Existen diferentes estrategias de inversión que permiten un análisis más específico de la inversión ética.
La estrategia de Inversión Socialmente Responsable (ISR) ofrece a los inversores un método para no invertir de forma poco ética o no acorde con determinados valores. Adopta una selección negativa que excluye a las empresas de determinadas áreas de negocio, como las que producen armas de uso civil o armas no convencionales o que realizan prácticas objetivamente poco éticas, como la explotación del trabajo infantil. Esta estrategia tiene como objetivo buscar la máxima rentabilidad financiera y mitigar los riesgos ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG).
La estrategia de Inversión Sostenible, por su parte, utiliza la selección negativa y la positiva mediante un enfoque de “lo mejor de la clase” que integra los factores ASG para buscar mayores oportunidades de rentabilidad. Por ejemplo, si se invierte en las empresas menos contaminantes, se seleccionarán las mejor posicionadas para obtener una mayor ventaja competitiva.
Otros tipos de estrategias son la selección basada en normas, que sólo sigue las normas reconocidas internacionalmente; la inversión temática; y el compromiso, que significa que a nivel de gestión de activos se interviene en las decisiones de las empresas en las que se invierte ejerciendo los derechos de voto de forma responsable y dialogando con la dirección y el consejo de administración de las empresas y promoviendo los valores ASG.
Por último, la estrategia de Impact Investing consiste en invertir en empresas que proporcionan una buena rentabilidad al tiempo que contribuyen al crecimiento social, creando así un impacto económico y social positivo.

Michele Mifsud. Miembro del Consejo Único de Consultores
Asesoría financiera

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