Queridos consagrados y consagradas:
En este momento en e1 que se respira en la Iglesia un espíritu sinodal, tenemos el gozo de celebrar la XXVII Jornada de la vida consagrada con la Celebración Eucarística en la Basílica de Santa María la Mayor. En ausencia del Santo Padre, con motivo de su viaje apostólico a la Republica Democrática del Congo y a Sud del Sur, la celebración será presidida por S. E. Cardenal Joao Braz de Aviz. Con esta Jornada hacemos memoria agradecida de la gracia inmensa de nuestra vocación a ser “memoria viviente del modo de existir y de actuar de Jesús” (life Consecrota n. 22) y, conscientes de que nos basta su Gracia, (cfr. 2 Cor 12,9) se la pedimos con humildad y confianza, para vivir el don de la fidelidad y e1 gozo de la perseverancia.
Esta Jornada nos une a todas las comunidades de vida consagrada dispersas por el mundo, peregrinas en la misma tierra que nos sostiene y en la que vivimos esta historia que nos desafía con sus clamores. Dios sigue llamando a consagrar la vida en 1as diferentes expresiones que se complementan y enriquecen mutuamente, y que son sobre todo un don para la Iglesia. Los institutos de vida consagrada (religiosos, monásticos, contemplativos, seculares, “nuevos institutos”), e1 Ordo virginum, los ermitaños y las sociedades de vida apostólica, expresan e1 todo de la vida consagrada que traduce el Evangelio en una particular forma de vida, que sabe leer con los ojos de la fe los signos de los tiempos y busca c6mo responder con fidelidad dinámica (cf. VC 37) a las necesidades de la Iglesia y del mundo.
El camino sinodal ha orientado nuestros mensajes anteriores en los que hemos subrayado la comunión y la participación. En este mensaje nos referimos a la misión, a “ensanchar la tienda”, actitud que está en el centro de la acción misionera, como nos lo recuerda el título del documento de trabajo para la etapa continental del Sínodo. La misión nos lleva hacia la plenitud de nuestra vocación cristiana, nos da la oportunidad de volver at estilo de Dios, que “es cercanía, compasión y ternura” que se expresa con palabras, con la presencia, con lazos de amistad. No podemos separarnos de la vida; es necesario que alguien se haga cargo “de 1as fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con e1 bálsamo de Dios” (Papa Francisco, Sitio del proceso sinodal, 9 de octubre de 2021).
“La misión es el oxígeno de la vida cristiana: la vigoriza y la purifica” (Papa Francisco, Audiencia general, 11 de enero de 2023). rara vivir la misión a1 estilo de Dios, como vida consagrada tenemos necesidad del aliento del Espíritu, que oxigene nuestra consagraci6n, que ensanche nuestra tienda, que no deje que se borre o eclipse e1 deseo de salir y llegar a 1os demás para anunciar e1 Evangelio, que reavive en nosotros el fuego misionero. Él es e1 verdadero protagonista de la misión y a1 mismo tiempo el que mantiene la frescura de nuestra piel para que no se marchite.
Esta Jornada nos impulsa, como vida consagrada, a hacernos estas preguntas:
¿Invocamos al Espíritu con fuerza y frecuencia y le pedimos que Él reavive en nuestro corazón el fuego misionero, el celo apostólico, la pasión por Cristo y por la humanidad?
¿Nos sentimos urgidos a “hablar de lo que hemos visto y oído” (l/n 1,3)? ¿Sentimos la nostalgia de Cristo? ¿Sufrimos y arriesgamos en sintonía con su corazón pastoral? ¿Estamos dispuestos a “ensanchar nuestra tienda”, a caminar juntos? Y sobre todo nos preguntamos:
¿Es la Persona de Jesús, sus sentimientos, su compasión, lo que apasiona nuestro corazón?
Desde siempre, pero también en estos últimos años, hermanas y hermanos consagrados han asumido los mismos sentimientos de Jesús que los han llevado a dar la vida por sus hermanos. En esta Jornada celebramos su sangre derramada en unión con Cristo que es más elocuente que cualquier discurso sobre la misión. Junto a ellos está también la sangre derramada de las víctimas de la guerra, de la violencia, del hambre, de la injusticia.
Nosotros, que día a día tocamos la salvación de Dios, vivamos la misión como el don gratuito a 1os demos de todo 1o que somos y tenemos. Nosotros, que palpamos “la carne sufriente y gloriosa de Cristo en la historia de cada día”, ensanchemos nuestra tienda y compartamos así “un destino de esperanza, esa nota indiscutible que nace de sabernos acompañados por e1 Señor. Los cristianos no podemos reservar al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación”. (Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de fes histories, 6 de enero de 2021).
Estemos donde estemos, estemos como estemos, somos misión si esta en nuestro corazón el Amor de Dios. La misión ensancha e1 espacio de nuestra tienda y nos enseña a crecer en sincera armonía, estrechando lazos, caminando juntos, con la premura de María y con su profunda alegría.
iJuntos, en comunión y participación, somos Misión de Dios! María nos acompaña en nuestro camino misionero.