La Congregación de la Misión es una prueba de la acción multiforme del Espíritu Santo que se manifiesta en la creatividad apostólica de San Vicente de Paúl. Sin duda, el padre de la Caridad asume, con el sudor de su frente y la fuerza de sus brazos (cf. SV XI, 733), el mandato del Señor que dice: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Revestido del Espíritu de Cristo, el único que debe iluminar e inflamar los corazones (cf. SV VI, 393??), San Vicente proclama y lleva a cabo la misma obra del Hijo de Dios en Francia y en todo el mundo a través de la Congregación fundada en el siglo XVII para este propósito fundamental: la evangelización de los pobres.
El anuncio de la Buena Nueva es la llamada misionera más fuerte de San Vicente cuando dice que nos hemos entregado a Dios para ir por todo el mundo a llevar el santo Evangelio (cf. SV XI, 290). De hecho, si eso no sucede, la identidad de la Congregación se oscurece, se atrofian sus dones y se debilita nuestra consagración a los pobres. El “id por todo el mundo” supone también una conciencia misionera abierta a los signos de los tiempos y una relectura constante de las nuevas formas de pobreza, como, por ejemplo, la degradación humana y moral de los refugiados. Los desafíos que se presentan ante nuestro coraje apostólico son inmensos. Pero la presencia del Espíritu Santo como garantía de su fuerza en nosotros se hace mucho más grande que cualquier peligro, incluso si tenemos que agarrar serpientes o beber algún veneno (cf. Mc 16,18).
El impulso apostólico de San Vicente nace espiritualmente de la escucha de la Palabra de Dios y de su inserción pastoral en la “noche oscura” de los pobres. El papel del Espíritu Santo fue operativo en el sermón de Folleville en 1617 y en las múltiples iniciativas de caridad que surgieron de la misión iniciada en esa ciudad. Bajo el impulso del Espíritu, el carisma brilla no sólo a través de la Congregación y la Compañía de las Hijas de la Caridad, sino también a través de las ramas de la Familia Vicenciana que hoy se articulan como una red global de caridad al servicio de los pobres.
Desde los remotos lugares que aún no hemos alcanzado, San Vicente continúa advirtiéndonos: ¡Presten atención, estimados Misioneros! La Congregación tiene razón de existir sólo cuando se dispone a evangelizar. Tengan cuidado de que el carisma no se transforme en una especie de “mar muerto”, porque es, al revés, un río cristalino y profundo que fluye sin parar. Si la identidad del carisma es la caridad y la misión de la Congregación es la evangelización de los pobres, no se queden parados, sino que salgan a proclamar la Buena Nueva a todos los pueblos hasta los confines del mundo. No se olviden que la infidelidad al carisma roba a la Congregación de su finalidad hasta su total desaparición del mundo, recordaría el apóstol de la Caridad (cf. SV XII, 261-264??).
Así como para el Hijo de Dios el éxito de la misión se concreta en el anuncio del Evangelio a los pobres y la liberación de los cautivos (cf. Lc 4,18), para San Vicente el carisma se confirma cuando la Congregación realiza la caridad y, a los pobres, se les anuncia la salvación. ¡Ayer, hoy y siempre, el carisma de la caridad es el mismo! Los contextos humanos e históricos cambian, pero la caridad nunca termina. El carisma es un río que fluye hacia el infinito. Es un acontecer definitivo del Espíritu que “sopla donde quiere” (Jo 3,8).

P. Adriano Sousa Santos, CM
Provincia de Fortaleza
padiretoamaz@hotmail.com

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